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'Emily in Paris' y otras cinco series que amas odiar

Llegó la segunda temporada de ‘Emily in Paris’…para que te vuelvas a indignar viendo sus episodios. Cuando la termines te tenemos cinco recomendaciones de series que vas a odiar (y vas a disfrutar de lo lindo) para seguir con el hate watching que tanto te gusta

‘Emily in Paris’ y otras cinco series que amas odiar

Emily in Paris | Netflix

 La historia es simple: una joven estadounidense sonriente, culturalmente limitada y con un extravagante sentido de la moda que se muda a París para trabajar en una firma de marketing de moda sin: a) tener ninguna experiencia en este tipo de cuentas, b) aprender nada de francés, c) saber nada de redes sociales (esto lo dicen los espectadores, la serie parece suponer que publicar un selfie comiendo un croissant en París es una mina de seguidores).

Emily in Paris, creada por el mismo autor de Sexo en Nueva York, Darren Star, se estrenó hace un año en Netflix y la respuesta, una llena de indignación y humor sarcástico, no se hizo esperar. Las críticas a la protagonista, a los viejísimos y francamente ofensivos clichés sobre los franceses o a la ignorancia rampante que demostraba sobre el uso de Instagram o en qué consiste el trabajo de una agencia de marketing, por ejemplo, alimentaron una ira que, sin embargo, no evitó que millones vieran su primera temporada al poco tiempo de su estreno.

Las conversaciones estaban por doquier. La gente odiaba la serie, pero no podían parar de verla e indignarse con cada escena. Emily in Paris se había convertido, en resumen, en el más reciente placer culpable de la televisión. Esta semana llegó su segunda temporada y ya muchos de sus haters (y sus fans, que también los tiene) se preparan para pasar los días de fiesta criticando públicamente la serie. 

No es un fenómeno nuevo. Ver series de mala calidad y disfrutarlas es algo que existe desde siempre. Emily in Paris es solo un ejemplo reciente (hay más) y, en el fondo, una fuente de disfrute (lleno de comentarios sarcásticos, es cierto) que bien hace falta en estos tiempos.

Imagen promocional de ‘Emily in Paris’ vía Netflix.

Si quieres más opciones de este tipo, más series que vas a amar odiar. Aquí te proponemos una lista de opciones para que puedas elegir. 

The Morning Show

La serie de Apple TV fue el primer estreno de esa plataforma de streaming. Y lo fue a lo grande: con mega estrellas, presupuesto exorbitante y una trama basada en un escándalo real y muy adecuado para los tiempos que corren. Jennifer Aniston y Steve Carrell son los dos famosos presentadores de un talk show mañanero hasta que un escándalo sobre conductas sexuales inadecuadas y abusos por parte de Carrell hacen que el programa y su compañera entren en una gran crisis. Para enfrentar la tempestad contratan a una nueva compañera, una poco conocida y muy segura reportera: Reese Whiterspoon.

La serie, que cerró su segunda temporada hace solo unos meses, tiene todas las cartas para ser Prestige TV (incluido el creerse muy seria e importante) pero se queda en un melodrama básicamente caótico. Los actores son geniales (Billy Cudrup como el presidente de la cadena es magnético), la calidad de la producción es innegable… pero lo cierto es que los guiones llegan a tales niveles de incoherencia (tramas que no van a ninguna parte, conversaciones que aparecen de la nada, cambios de motivación sin explicación) que es difícil defender la serie realmente. Pero, con todos sus defectos, The Morning Show es un éxito. Después de todo, a veces ver un desastre caro y bien actuado es muy entretenido

Smash 

Tuvo fans dedicados, pero no sobrevivió demasiado tiempo. Esta serie era una suma de muchos elementos que normalmente no se ven en televisión y que garantizan una legión de seguidores: se trataba del proceso de desarrollo de un musical sobre Marilyn Monroe para Broadway.

Las protagonistas, dos cantantes enfrentadas (una de ellas Katherine McPhee, concursante de American Idol), los compositores, la productora y los demás miembros del reparto. Era, además, y como puede intuirse, un musical en sí misma. Llena de melodrama, exagerados extremos y muchas bufandas llamativas en el cuello de Debra Messing, Smash solo duró dos temporadas, en las que se ganó titulares como: «Hate watching Smash», en The New Yorker.

Tramas sin sentido y que aparecían y desaparecían como por arte de magia, personajes sin ninguna sustancia y exageraciones telenoveleras marcaron los episodios de este drama que, eso sí, tenía muy buenas canciones. Si te gustan los musicales y tienes ganas de indignarte a la vez que te enteras de cómo se prepara un musical para su estreno en Broadway, esta serie es para ti. 

True Blood

Alan Ball tuvo unos años en que su nombre era sinónimo de calidad. El creador de A dos metros bajo tierra logró no solo contar una inteligente y humana saga familiar, sino que la terminó con el que tal vez es uno de los mejores finales que la televisión haya visto jamás. Luego de este logro, Ball decidió irse por la camino menos previsible posible: una violenta y sexual historia sobre un mundo en que los vampiros «salen del armario» (originalmente se trataba de una alegoría sobre la homosexualidad) y prueban que son reales y pueden convivir con los humanos, luego de que se inventa una bebida de sangre sintética de la que se alimentan.

De primeras el tono y la historia prometían una especie de estudio lleno de humor negro sobre los prejuicios de la América profunda, pero con el paso del tiempo esta historia de amor entre un vampiro y una camarera se llenó de lo que solamente se puede definir como locuras indescriptibles. Hombres lobo, fantasmas, demonios, hadas, seres mitológicos… en este pueblo había de todo y cada temporada, cuando parecía no poder ser más descabellada, lograba superarse. Sexy, extrema y, a la vez, consciente y abiertamente orgullosa de sus locuras, la serie tenía sentido del humor sobre su incoherencia y eso la hace un placer culpable altamente adictivo

Riverdale

¿Quién iba a decir que Archie se iba a convertir en un pelirrojo cachas que vive en un pueblo en el que matan a gente? La premisa del «¿quién lo hizo?» que tanto triunfa en las historias que se venden últimamente (véase, por ejemplo, The White Lotus o Nine Perfect Strangers, por nombrar dos recientes), se le agregó a esta adaptación del famoso cómic sobre un grupo de adolescentes en secundaria que tuvo su mayor éxito en los 60 y 70s.

Archie y compañía no solo vivirían sus historias como estudiantes de bachillerato, sino que tendrían que descubrir al asesino de uno de sus compañeros de clase. Así comenzaba Riverdale. ¿Lo que siguió? Muuuuucho más que eso: triángulos, cuadrados y polígonos amorosos en general, muertos ¿disecados?, conspiraciones centradas en ¿sirope de arce?, corrupción, tiempo de cárcel, estriptis gratuitos… durante las seis temporadas que han transcurrido en este pequeño pueblo, ha pasado de todo y promete pasar aún más. 

Glee

Actualmente, Ryan Murphy es ya una marca reconocida. El prolífico creador genera series más rápido que culaquiera y lo hace con su mezcla de humor negro, tramas exageradas y mucho camp. Pero cuando estrenó Glee en 2009, su único crédito conocido eran Nip/Tuck (otro placer culpable descabellado con dos cirujanos plásticos como protagonistas) y Popular.

La serie sobre un grupo de canto en una secundaria se adelantó a la fiebre musical que vendría y a las historias sobre adolescentes marcadas por un tono sarcástico y burlón, pero a la vez lleno de dulzura. Glee es una de las series que más odio/amor ha generado en las últimas décadas. De hecho, nombrarla en forma de chiste en otras series y películas se convirtió en algo muy común (Community incluso hizo un episodio navideño que se burlaba abiertamente de la serie, el episodio 10 de la tercera temporada, para quienes no lo conozcan). En parte por su insistente alegría (casi enfermiza), en parte por su melodrama, en general por su tono exagerado. Lo cierto, es que este musical (que utilizaba canciones conocidas y hacía versiones) lanzó la carrera de varios actores poco conocidos, generó una moda de clubs de glee, alimentó otras historias como Dando la nota y, lo más importante, se convirtió en un espejo de representación LGBTQ+. 

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