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Fazio: «Cuando uno libremente elige algo que no sea el amor termina siendo esclavizado»

Desde Molière a Shakespeare: la libertad para amar a través de los clásicos bucea en las grandes obras de la tradición literaria occidental con vocación evangelizadora

Fazio: «Cuando uno libremente elige algo que no sea el amor termina siendo esclavizado»

Foto: Pilar Martín Bravo | Universidad de Navarra

Mariano Fazio publica su vigésimo octavo libro, aunque este es un dato que han recabado otros; él dice no llevar la cuenta. Esta prolífica actividad de escritura, aunque parezca insólito, es su forma de descansar de la vorágine diaria: «Mi ocupación principal no es esta, porque en este momento soy el vicario auxiliar del Opus Dei, de tal manera que tengo que enfrentar muchísimos temas que vienen de 70 países distintos, y atender a 90 mil personas llevando adelante muchos proyectos apostólicos; pero descanso así, leyendo y escribiendo», me cuenta al principio de la jornada de presentación de La libertad para amar a través de los clásicos.

La literatura, argumenta, tiene la capacidad de transmitir grandes ideas y eso «es lo mismo que ha hecho Dios con la humanidad: Dios se revela a través de una narración, el antiguo y el nuevo testamento. Jesucristo no nos dio un manual de moral, sino que nos transmitió su mensaje a través de narraciones para explicar que hay que servir a los demás, que hay que tener caridad con la persona que pasa un momento delicado». Y añade: «Por ejemplo, me cuenta que en el camino que va de Jerusalén a Jericó había un hombre que fue asaltado y a uno ya le entra por los ojos qué es lo que tenemos que hacer. La vía narrativa creo que es eficaz porque es también una vía divina».

Foto de Mariano Fazio. | © Pilar Martín Bravo/Universidad de Navarra

Narrar para evangelizar

Este, como todos los anteriores, es también un libro con una clara vocación evangelizadora: «Me parece que, dada como está la cultura contemporánea, es importante transmitir algunos valores que considero fundamentales para llegar a una vida plena y feliz». Y para tal cometido, Fazio propone una lectura particular de los clásicos. Ahora, ¿qué es un clásico? Él lo entiende así: «Un libro que quizá ha sido escrito hace muchos siglos, como la Ilíada y la Odisea, que se publicaron antes de Cristo y sin embargo se siguen leyendo hoy día porque dicen algo: hay libros que han sido publicados hace dos años y no me dicen nada hoy».

«Me parece que, dada como está la cultura contemporánea, es importante transmitir algunos valores que considero fundamentales para llegar a una vida plena y feliz»

También en el libro los define de este modo: «Los clásicos abordan, de una manera u otra, lo referente a las preguntas existenciales de la persona humana: ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?,  ¿cuál es el sentido de mi vida?, ¿qué diferencia hay entre el bien y el mal?, ¿cómo debo afrontar el dolor?, ¿qué hay detrás de la muerte?». En este sentido, el autor refiere que las grandes novelas de nuestra historia apelan al hecho de que «la persona humana, hombres y mujeres, estamos llamados al bien, a la verdad, a la belleza, a que hay una naturaleza humana, a que hay una vida trascendente…» y, con esta reflexión, Fazio aborda también en su nueva obra uno de los temas más frecuentes de su discurso: la secularización.

«Todo eso me parece que es fundamental en este momento de la vida donde se han perdido esos puntos de referencia, y los clásicos lo hacen de una forma narrativa, es decir, amena. Sin simplismos. Un clásico no es que me hable solo del bien, la verdad, y la belleza; hay cosas feas, hay cosas malas, pero leyendo el clásico me doy cuenta de la distinción y de que es mejor optar por el bien, es mejor optar por la verdad. Por eso creo que también es un campo de preparación para el anuncio evangélico», afirma durante nuestra entrevista. Y así entramos en el terreno de los ejemplos, que abundan entre las páginas de La libertad para amar a través de los clásicos.

Portada del libro ‘Libertad para amar a través de los clásicos’ vía Ediciones Rialp.

La voz de los clásicos hablando de la riqueza, el placer y el poder

«Al principio del libro hablo de cómo todo el mundo quiere ser feliz, y los tres lugares donde la humanidad ha puesto habitualmente sus esperanzas ha sido en los placeres, en los bienes materiales o en el poder y el honor y el engrandecimiento personal». Así, por ejemplo, Mariano Fazio repasa los reyes que Shakespeare retrató, «como Ricardo III, que es un auténtico monstruo y que termina su vida en una batalla odiándose a sí mismo y sin tener misericordia consigo mismo porque puso todas sus esperanzas en la ambición de poder» o el matrimonio Macbeth, los protagonistas de su obra de teatro más breve, quienes no vuelven a descansar tranquilos después de haber cometido un regicidio matando al rey Duncan para hacerse con el poder. Dice exactamente Mariano en su libro: «Ahora Macbeth ya no tendrá ningún sueño reparador, pues le remorderá la conciencia».

«El placer de las cosas de este mundo no termina de saciar, y la persona sensual aspira siempre a más, en una espiral hacia el infinito que con frecuencia termina en el derrumbe psicológico»

En cuanto a la búsqueda de felicidad en los placeres, Fazio encuentra también ejemplos en los clásicos. Dice al respecto en su obra: «El placer de las cosas de este mundo no termina de saciar, y la persona sensual aspira siempre a más, en una espiral hacia el infinito que con frecuencia termina en el derrumbe psicológico (…). En este ámbito, la galería de personajes literarios que encarnan modelos antropológicos reales es casi infinita. Don Juan -en todas sus versiones, desde Tirso de Molina a José Zorrilla, pasando por Lord Byron, Pushkin y un largo etcétera- se nos aparece como una figura triste, que trata a los demás como objetos para satisfacer sus deseos sensuales». También repasa a personajes míticos como los que habitan en la novela de Tackeray, La feria de las vanidades, y otros más modernos como el propio Gatsby de Scott Fitzgerald, a quienes llama sensuales y de quienes dice que «viven en la superficie de la vida: les falta interioridad y terminan en el aburrimiento o el fracaso existencial».

© Pilar Martín Bravo/Universidad de Navarra

Para los personajes ricos también guarda unas palabras Fazio. Concretamente, estas: «Disponer de medios económicos necesarios nos ahorra quebraderos de cabeza, pero quien pone todas sus esperanzas en esos medios termina con un vacío interior atroz (…). Así sucede a Harpagón, el célebre personaje de Molière, que lleva una vida patética, sin amar y sin ser amado, o a Scrooge, el avaro de Cuento de Navidad, de Dickens, que cambia su vida y encuentra la alegría solo cuando abandona su asfixiante avaricia».

Le pregunto a Fazio dónde está entonces, y a su juicio, la felicidad, y no duda en responder que esta se parece a la metáfora que de ella hacía uno de sus filósofos de cabecera, Søren Kierkegaard, quien decía que era como unas ventanas que se abren siempre hacia fuera. Y concluye: «Cuando uno libremente elige algo que no sea el amor -yo entiendo el amor como la capacidad de darse, de entregarse a los demás- termina siendo esclavizado. Hoy lamentablemente vivimos en un mundo de dependencias. Nos parece que somos muy libres dejando de lado las normas objetivas de la moral, y terminamos siendo esclavos de nuestro propio yo, del egocentrismo, y como no somos Dios, somos criaturas limitadas, terminamos aburriéndonos o defraudándonos».

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