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Fútbol femenino: las tensiones entre jugadoras y Federación no son algo exclusivo de España

La Selección de Canadá, actual campeona olímpica y una de las favoritas al título en Australia-Nueva Zelanda, mantiene un pulso con su federación

Fútbol femenino: las tensiones entre jugadoras y Federación no son algo exclusivo de España

La estrella estadounidense Megan Rapinoe, cara visible de la lucha por la igualdad en el fútbol, en un evento en la Casa Blanca. | Europa Press

El conflicto de ‘las 15’ en el seno de la Selección española femenina de fútbol resuena al otro lado del mundo. Jorge Vilda, el seleccionador nacional, se encuentra en Australia con el equipo para disputar la Copa de las Naciones, torneo preparatorio antes del Mundial de este verano, tal y como contamos la semana pasada en THE OBJECTIVE.

Al entrenador de España le preguntaron por la cuestión periodistas locales durante la presentación oficial del torneo, algo que no le gustó nada. Para muestra, la respuesta que dio a uno de esos reporteros: «Estoy pidiendo respeto para mi equipo. Nos estamos preparando para una Copa del Mundo y tus preguntas me parecen un poco irrespetuosas con el equipo». Debe pensar, resignado, que no se libra del temita ni a 17.674 kilómetros de casa, la distancia que separa Madrid de Sídney.

Las tensiones entre este grupo de jugadoras y la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), traducidas en un pulso que dura ya muchos meses y en el que hay muchos matices, traspasa fronteras. Se habla del tema no solo en Australia, también en Estados Unidos, donde hay medios especializados, como Just Women’s Sports, que han dedicado numerosas páginas a la crisis abierta en la Selección española. Hasta el New York Times ha cubierto esta guerra. Un conflicto que, si bien en su resolución –o no resolución, no parece haberse resuelto nada de momento– sí parece único, no es exclusivo de la Federación española.

Las jugadoras de Canadá se plantan

El último caso que conocemos de un conflicto abierto en el seno de un equipo nacional femenino es el de Canadá, actual campeón olímpico. Su capitana, Christine Sinclair, confirmó el pasado 11 de febrero que la selección nacional se declararía en huelga por una falta de financiación que, según defienden las jugadoras, compromete su capacidad para realizar una buena actuación en el próximo Mundial.

Las palabras de Sinclair se producían después de muchas especulaciones, y menos de una semana antes de debutar en la SheBelieves Cup, un torneo mítico del fútbol femenino, en el que este año participan, además, Estados Unidos, Brasil y Japón. La idea era clara: las jugadoras, unidas en su reivindicación, amenazaban con no participar en ninguna actividad del equipo –incluidos los partidos– hasta que se resolviera el conflicto.

La portera de EEUU, Alyssa Naeher, a la derecha, observa cómo las jugadoras del equipo de Canadá reciben el oro olímpico en Tokio. | Foto: Europa Press

La entrevista en la que confirmó la intención de las jugadoras de ir huelga se produjo después de que ambas selecciones nacionales, la femenina y la masculina, emitieran sendos comunicados en los que se quejaban de los recortes presupuestarios para el equipo femenino por parte de la Asociación Canadiense de Fútbol, y exigían respuestas a su Federación. Los jugadores se apuntaban así a la lucha de sus compañeras en un gesto de apoyo histórico.

Sinclair, que hablaba en nombre de todo el equipo, explicaba así su postura: «A partir de este momento no participaremos en ninguna actividad de la Asociación Canadiense de Fútbol hasta que esto se resuelva, ya sea en entrenamientos o en partidos. Es muy duro decirlo como deportista que quiere competir, que quiere representar a Canadá, pero ya basta».

A su lado estaba Janine Beckie, exdelantera del Manchester City, que insistió en que las jugadoras no se moverán hasta que todo se resuelva. «Desde este momento no entrenaremos, no asistiremos a concentraciones. No participaremos en ninguna actividad programada con la Selección en un futuro próximo. Si llegamos al próximo jueves por la tarde y esto no se resuelve, no saltaremos al campo contra Estados Unidos en la SheBelieves Cup», subrayó. «Tanto el equipo masculino como el femenino estamos juntos tomando medidas contra una federación que nos ha maltratado durante mucho tiempo, hemos sido demasiado amables durante demasiado tiempo», sentenció.

Este conflicto estalla apenas cinco meses antes de la mayor competición que pueden disputar estas jugadoras. Canadá, que como hemos mencionado fue campeona olímpica en los pasados Juegos Olímpicos de Tokio, ocupa actualmente el sexto puesto del ranking FIFA, justo por delante de España, en séptima posición. Los preparativos para el próximo Mundial de Australia-Nueva Zelanda preocupan especialmente: «Se están viendo comprometidos por la continua incapacidad de la federación para apoyar a sus selecciones nacionales», reza el comunicado de las futbolistas.

Según este escrito, la Asociación Canadiense de Fútbol ha recortado el tiempo dedicado a las concentraciones, así como el número de jugadoras y personal invitados a las mismas. También se les ha comunicado que no habrá amistosos en casa antes del Mundial. Esa ha sido la gota que ha colmado el vaso.

El hartazgo es lo que ha llevado a las futbolistas, algunas de las mejores del mundo, a tomar acciones drásticas: «Estamos cansadas, cansadas de tener que luchar constantemente por un trato justo y equitativo, y por un programa que nos dé la oportunidad de lograr lo que sabemos que este equipo es capaz de lograr para Canadá. Esta falta de apoyo amenaza con revertir los progresos que hemos hecho como nación futbolística y devolvernos al olvido. Para que nuestro equipo siga teniendo fuerza a nivel mundial, necesitamos una federación que nos apoye al nivel que se espera de nosotras: a nivel mundial».

A todo esto se suma una denuncia de discriminación por razón de género: «Se han invertido importantes sumas de dinero y recursos en nuestra selección masculina para garantizar que no haya lagunas en su preparación para la Copa Mundial Masculina de 2022», algo que –creen– no se está haciendo con ellas.

El fondo de la cuestión podría estar una mala gestión por parte de la Federación canadiense, que carecería de fondos suficientes para dotar a su combinado femenino de los mismos recursos que los que brinda a sus homólogos masculinos. Para lo que sí se ha dado prisa el ente federativo fue para amenazar a sus jugadoras, que se han visto forzadas a abandonar la huelga. «Según nos han hecho saber, si no volvemos al trabajo, además de comprometernos a jugar el próximo jueves ante Estados Unidos, no solo tomarían acciones legales para obligarnos a volver al campo, sino que considerarían dar otros pasos que podrían costar millones de dólares en daños tanto a la Asociación de Jugadoras como a cada una de las futbolistas», aclararon en un segundo comunicado, anunciando que finalmente jugarían con su Selección, aunque el armisticio parece estar lejos de firmarse.

Especialmente crítica ha sido Jessie Fleming, estrella del Chelsea inglés. La centrocampista publicó en sus redes un resumen de sus reivindicaciones: «Desde un sector tenemos la falta de transparencia, una mala gestión financiera y el hecho de que los programas nacionales no se benefician del aumento de inversión en el deporte. Por otro lado, está la desigualdad de género. En los dos últimos años ha habido grandes diferencias entre la financiación de ambos programas».

Los ejemplos de Estados Unidos y Suecia

La igualdad salarial es una reivindicación histórica en el fútbol de selecciones femenino. Generalmente, el público cree equivocadamente que las jugadoras luchan por cobrar lo mismo que los futbolistas, como si esa reivindicación no fuera una quimera. Las jugadoras no luchan por cobrar exactamente lo mismo que sus homólogos masculinos, no lo hacen en el fútbol de clubes, tampoco en el de selecciones. La reivindicación es distinta: generalmente, buscan cobrar el mismo porcentaje en el caso de los combinados nacionales. El mismo porcentaje –que es lo que firmó la RFEF hace unos meses– de unos premios FIFA menores, en el caso del femenino. La demanda en este sentido suele resumirse en una igualdad de condiciones: esto es, que tanto futbolistas mujeres como futbolistas hombres cuenten con idénticas herramientas y condiciones –equipos técnico y médico, desplazamientos– para desarrollar su profesión.

Estados Unidos y Suecia, dos selecciones que ocupan habitualmente los primeros puestos del ranking FIFA –EEUU ahora es primera, Suecia tercera– son dos referentes en este campo. En mayo del año pasado, la Selección de Estados Unidos ponía fin a una lucha de años sellando un acuerdo histórico: las selecciones femenina y masculina acordaban entonces la igualdad salarial. Antes de este acuerdo, fueron años de cruzada mediática –con las voces de las auténticas estrellas del fútbol en Estados Unidos, que son las mujeres, muchas veces campeonas olímpicas y mundiales–, lucha en los despachos y disputas legales. Pero lo consiguieron. El apoyo popular fue clave. En la final del Mundial de Francia, el Stade de Lyon rugía pidiendo equal pay, o sea, igualdad salarial.

Imagen de la celebración del pasado Mundial de Francia en Nueva York, Estados Unidos. Una pancarta pide «igualdad salarial». | Foto: Europa Press

En el caso de Suecia, la lucha no fue tan mediática, ni tan encarnizada. Pero fue pionera: en 2021, la Federación sueca anunciaba que ambas selecciones tendrían las mismas condiciones. Las compensaciones en ambos combinados ya eran igualitarias, pero por primera vez ambas selecciones contarían con un único convenio con las mismas condiciones. Un logro a años luz de lo que se ve en la mayoría de las federaciones de fútbol.

Como podemos ver, las tensiones entre jugadoras y federación son más comunes de lo que podríamos pensar. Varios factores influyen: por un lado, el crecimiento del fútbol femenino en el terreno deportivo, pero también en el mediático, animan a las futbolistas a perder el miedo de alzar la voz. Por otro, los avances sociales en materia de igualdad ponen de manifiesto el absurdo y lo injusto de las desigualdades. ‘Las 15’ no son las únicas, aunque si algo podrían aprender de algunos casos de éxito, como el de Estados Unidos o Suecia, es que la unión hace la fuerza. Y unión, precisamente, es lo que falta en el seno de la Selección femenina española, tanto entre las que juegan y las que no juegan, como entre las que han pedido no jugar de momento.

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