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La explosión de las bombas de calor causa 'tiritona' en España

Sustituir las calderas de gas por los nuevos equipos aerotérmicos no está al alcance del ciudadano común

La explosión de las bombas de calor causa ‘tiritona’ en España

Una casa con bomba de calor. | Unsplash

Tras el fiasco de Alemania con el fallido proyecto de ley para sustituir las calderas de gas por bombas de calor se ha extendido en España la suposición de que los sofisticados mecanismos aerotérmicos de calefacción no solo van a «salvar el planeta» sino que además supondrán una solución indispensable para el confort de los hogares en España durante los más crudos inviernos. De momento las campañas promocionales puede que terminen haciendo agua también en nuestro país, toda vez que las asociaciones de consumidores han empezado a desentrañar los enormes costes que implica la adquisición e instalación de estos nuevos y se supone que «milagrosos» equipos.

La descarbonización se ha convertido en un mantra al que han sucumbido todos los defensores de la lucha contra el cambio climático y el Gobierno español no sólo no es una excepción sino que más bien se ha erigido en abanderado por excelencia de la sostenibilidad energética. Otra cosa es que en los tiempos más recientes los imponderables políticos en la Unión Europea hayan obligado a la vicepresidenta Teresa Ribera a admitir la taxonomía verde para las centrales nucleares claudicando de uno de los dogmas con que asumió el desempeño de su cargo hace ya más de cinco años.

En este entramado de intereses creados el gas ha pasado de constituir una de las fuentes básicas de generación a ser denostada como combustible fósil que hay que exterminar dentro del mix energético nacional. Eso sí, la experiencia ha demostrado que las energías renovables no son capaces por sí solas de sustituir a este combustible esencial cuando las condiciones meteorológicas se alinean en contra de la producción eólica, solar o fotovoltaica. La política verde que te quiero verde ha empezado así a palidecer en una especie de claro desvarío hasta el punto de convertirse en un deseo al que todavía le hace falta un buen hervor para hacerse realidad.

Reacción de los consumidores en Alemania

Dentro de este marco de actuación ha surgido también como una panacea de última hora la opción de cambiar las tradicionales calderas de gas por bombas de calor y los fabricantes de estos productos se han lanzado al mercado presentando ofertas que dicen ser muy económicas para atraer la atención de los consumidores. En Alemania el llamado Gobierno tripartito del canciller Olaf Scholz planteó hace unos meses la iniciativa de obligar a sustituir las calderas de gas por bombas de calor en los hogares alemanes a partir de 2024 provocando dos efectos realmente contradictorios. 

Por una parte muchos ciudadanos corrieron a comprar calderas de sustitución antes de que la prohibición se hiciera efectiva y, en segundo lugar, el Tribunal Constitucional Federal bloqueó la normativa antes de que fuera sometida a votación el pasado mes de julio. La razón de tan estrepitoso desenlace está relacionado con lo que, en términos puramente económicos, se entiende como la eficiencia de las bombas de calor o, para ser más explícitos, el coste real que supone la broma de reemplazar las calderas tradicionales por unos sistemas equivalentes a los que se utilizan para el aire acondicionado pero que llevan aparejada una más que onerosa instalación si lo que se pretende es guardar una temperatura de confort estable en todo el hogar.

Coste de 200.000 millones en toda España

Ante el enorme coste económico que supone la renovación de las calderas de gas Alemania ha decidido prorrogar su uso hasta 2045, en tanto que el Reino Unido ha ampliado su vigencia hasta 2035. En España los baremos que se manejan no auguran tampoco la venta fácil de los nuevos sistemas aerotérmicos, cuyo importe se sitúa en una horquilla que oscila entre los 5.000 euros de Daikin a los 12.700 de Viessmann o los casi 10.000 de Wolf. Otras marcas como Panasonic, Ariston o Bosch ofrecen precios algo más bajos pero hay que tener en cuenta también la potencia y funcionalidad de los splits y demás dispositivos caseros así como los costes aparejados de instalación para efectuar una comparación en términos homogéneos.

Los análisis que se manejan en el sector gasístico indican que existen en nuestro país más de once millones de calderas, de las que la mayor parte, casi nueve millones, son calderas atmosféricas y los dos millones restantes corresponden a calderas de condensación. La sustitución de todos estos equipos por bombas de calor requiere unas inversiones de más de 200.000 millones de euros, lo que representa más de dos veces el gasto público de la sanidad nacional. En estas condiciones se puede asegurar que la eventual solución aerotérmica que se está proponiendo en el mercado, aunque técnicamente pueda facilitar la calefacción limpia y pura del hogar, va a producir una fuerte tiritona a modo de estragos en el bolsillo del ciudadano común. 

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