THE OBJECTIVE
Carme Chaparro

Comiendo algodones

Es que a mí ciertas ironías me dan mucha risa. Como la de esta foto. Porque ya me dirán si no tiene guasa el hacer desfilar a modelos de talla 34 por un supermercado. Aunque sea de un supermercado de mentira.

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Comiendo algodones

Es que a mí ciertas ironías me dan mucha risa. Como la de esta foto. Porque ya me dirán si no tiene guasa el hacer desfilar a modelos de talla 34 por un supermercado. Aunque sea de un supermercado de mentira.

Permítanme que me ría. Juas. Un poco más alto. JUAS. Y un poco más estridente. ¡JUAS, JUAS, JUAS!

Verán. Es que a mí ciertas ironías me dan mucha risa. Como la de esta foto. Porque ya me dirán si no tiene guasa el hacer desfilar a modelos de talla 34 por un supermercado. Aunque sea de un supermercado de mentira. Porque imaginamos que los botes con líquido de tonos pastel no se comen. O quizá sí, y sea eso de lo que en realidad se alimentan las modelos. De colores etéreos como el aire. Un bocadito de azul-celeste de primero, otro de marfil-palo como plato principal y de postre un sorbito de rosa-nube.

Menú que pega bastante bien, la verdad, con el papel y el algodón empapado en agua que confiesan comer algunas modelos para no pasar hambre. O con ese suero hospitalario que algunas se inyectan en vena para llegar espléndidas a un desfile o una sesión de fotos. Lo contaba, en un libro demoledor, Kristie Clements, editora de Vogue Australia durante 13 años.

Señoras (y señores) que leen estas líneas: las modelos de pasarela son irreales. No dudo de que unas pocas tengan una genética (me niego a llamarla privilegiada) que las mantiene en los huesos. Pero la mayoría se ven obligadas a torturar su cuerpo. Hasta extremos que no somos capaces de imaginar.

Y así, la mayoría de mujeres viven, vivimos, una contradicción constante que las lleva, nos lleva, de un extremo al otro, del complejo inconfesable al que-os-den, en un yoyó emocional que nos tortura. ¿Cómo escapar de esa máquina arrolladora que dicta nuestros pesos? ¿Cómo no dejarse intimidar por ese come cocos que nos recuerda constantemente que para tener éxito hay que ser delgada y bella? Nos estamos dejando la salud en ello. Quizá sea hora de empezar a cambiar. Pero, ¿por dónde empezamos?

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