THE OBJECTIVE
Marcela Sarmiento

Zapatos triple XL

Cuando se nace payaso, la maestría de su talento jamás pasará desapercibida. Primero en la casa, cafetería del colegio, luego en la universidad o en un bar, un payaso de corazón será el centro de atención.

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Zapatos triple XL

Cuando se nace payaso, la maestría de su talento jamás pasará desapercibida. Primero en la casa, cafetería del colegio, luego en la universidad o en un bar, un payaso de corazón será el centro de atención.

Cuando se nace payaso, la maestría de su talento jamás pasará desapercibida. Primero en la casa, cafetería del colegio, luego en la universidad o en un bar, un payaso de corazón será el centro de atención. Pero aunque a lo largo de la vida necesitamos a nuestro alrededor personas con aptitudes histriónicas para superar la cruel realidad, yo me decanto por los profesionales. Los que se ganan la vida con su inteligencia. Esos personajes que aparecen en espectáculos circenses vestidos de forma única para darnos una dosis elegante y refinada de humor. Me encantan los de mirada triste. Con la nariz gigante y roja. He tenido la fantasía de muchos espectadores aunque la mayoría se niegue a aceptarlo: ser elegida entre la multitud para ser parte del show de los artistas más aplaudidos de la noche.

Me cuesta reírme de mi, así que el ejercicio imaginativo de ubicarme en el escenario junto a uno de su especie, logra que el pánico a hacer el ridículo pase a un segundo plano y por unos instantes liberar la tensión contenida. Pero existe una fobia hacia los payasos. La coulrofobia es más común en la infancia aunque los adultos pueden padecerla. Sus síntomas más conocidos son temblor, sudoración e incluso dificultad para respirar ante su presencia. Es un rechazo hacia su maquillaje e indumentaria. Desde pequeña logré empatizar con su figura. De ahí mi respeto hacia lo que hacen. Pero sé de algunos que los detestan. Ni siquiera les temen, simplemente no los soportan. Respetable como todas las cosas que sugieren gustos particulares. Pero nadie podrá negar que su oficio es noble. Quizás el más noble de todos. Llegarnos al alma y hacernos reír como niños.

Sacar carcajadas sin decir una sola palabra con la indiferencia que por éstos días ataca al público, es arte puro. Pagar una entrada a un espectáculo da derechos pero la actitud durante el mismo es sinónimo de respeto hacia el artista. La mímica es una de las asignaturas más complejas cuando alguien decide estudiar actuación. Eso dicen los que saben. Presenciar una escena y dejarse llevar por su simpleza me resulta una conexión auténtica y espontánea en tiempo real. Permite que dejemos entrar nuevamente sensaciones que solíamos tener en nuestra infancia y que poco a poco hemos ido reemplazando con otras posturas, menos divertidas por cierto.

Reírnos cuando leemos los chistes que nos llegan a través de las redes sociales es casi una imposición. Pero ese resulta ser un goce solitario y efímero. Cuando los apuntes divertidos los disfrutamos en presencia de los demás se crea la complicidad única de burlarse de la vida misma y de quienes de forma naif nos recuerdan que el ridículo tiene sentido como en el caso de los payasos de circo.

Mientras nos sentamos a disfrutar de la genialidad de alguien con nuestros móviles en silencio , la emoción es distinta es como si de verdad nos regaláramos un momento en el que nada ni nadie tiene cabida. El solo hecho de saber que por razones ajenas no podemos contestar al impertinente acoso digital, nos entregamos en cuerpo y alma al momento íntimo de enlazarnos con nosotros mismos. Todo gracias a la risa. Todo gracias al personaje de zapatos triple XL.

 

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