THE OBJECTIVE
Melchor Miralles

Negros jodidos

Porque es el racismo, pero es además una Justicia escandalosamente de dos velocidades. La de quienes tienen dinero y la de quienes no lo tienen.

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Negros jodidos

Porque es el racismo, pero es además una Justicia escandalosamente de dos velocidades. La de quienes tienen dinero y la de quienes no lo tienen.

Es paradójico que haya sucedido con Obama como presidente. Pero ha ocurrido porque el problema sigue latente. En los Estados Unidos de Norteamérica y en algunos otros lugares del planeta. Hay discriminación. En este caso, de los negros. Sí, de los negros. Me gusta escribirlo así. No quiero recurrir al eufemismo de “afroamericano”. No me gusta lo políticamente correcto. Son negros. Y me gustan los seres humanos negros. Como los blancos. O los mulatos. O de cualquier otro color de piel. De cualquier raza, sexo o religión. Y me gusta llamar a las cosas por su nombre.

El caso del joven negro Michael Brown es uno más. Como es un blanco más que se va de rositas el agente Darren Wilson, que tuvo la jeta de declarar, tras liquidar de doce tiros al joven Brown, que se sintió cuando ocurrieron los hechos como si tuviera delante a un gigante con gesto de demonio, “como un niño de cinco años enfrentado a Hulk”. Pero sabemos que ambos medían prácticamente lo mismo, como sabemos que mientras en la enganchada el maldito poli solo sufrió un leve rasguño, Brown perdió la vida. La única diferencia es que el “demonio” Brown era negro e iba desarmado, y el angelito Wilson era un madero blanco que iba armado, muy bien armado.

Tras saberse que el jurado (compuesto por ocho blancos y tres negros) no encontró causas para proceder penalmente contra el oficial Wilson (no puede encontrar algo quien antes de comenzar la búsqueda tiene decidido volver de vacío), Obama compareció en público, pidió al personal tranquilidad, recordó a la peña que hace pocos años la víctima podría haber sido él e insistió en recalcar los avances que ha hecho EEUU en la lucha contra el racismo. Y no seré yo quien le discuta nada a Obama. Si lo dice él, habrán avanzado. Pero ha sido tan imperceptible el avance que cualquiera que conozca el país un poco, y que lea ahora la prensa, constata que Obama ha andado demasiado ocupado en otros menesteres. Porque las cosas siguen en lo esencial como estaban.

Porque es el racismo, pero es además una Justicia escandalosamente de dos velocidades. La de quienes tienen dinero y la de quienes no lo tienen. Los primeros se salvan casi siempre. Los segundos van jodidos. Y si además de no ser ricos, no son blancos, peor. Porque no son solo los negros. También los hispanos. Los árabes. Cualquiera que no sean ellos, los blancos que mandan. Es la Justicia que no es ciega. Ni equilibrada en la balanza.

Lo sucedido en Ferguson se volverá a repetir. No es la primera y no será la última vez. Los Estados Unidos de Norteamérica son un país maravilloso, atractivo y apasionante en muchas cosas, pero repugnante en otras. Y esta es una de ellas. Pero claro, muchos de quienes controlan ese imperio, piensan, como Tony Soprano, mi Gandolfini favorito, que “nosotros solo jodemos a quien merece ser jodido”. Y así va la cosa. Unos saben que es difícil que den con sus huesos en la cárcel y otros nacen predestinados a toparse, antes o después con los tribunales, con la prisión o con la muerte, si de por medio aparece un Wilson cualquiera. Porque hay muchos Wilson por allí. Con Obama o sin Obama. Muchos Wilson que joden a quien ellos creen que merecen ser jodidos. Que casi nunca son los blancos. Que casi siempre son los negros.

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