THE OBJECTIVE
Andrés Medina

Profecías de 'súper domingo'

Tú, en cambio, cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

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Profecías de ‘súper domingo’

Tú, en cambio, cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Hay casos en los que la psefología pasa de ciencia a obsesión. Y yo, como entusiasta psefólogo, tiendo a ver una idea electoral detrás de casi todo. Incluso en estos versículos del Evangelio que, a pesar de ser escritos hace ya varios milenios, creo que hoy nos transmiten un mensaje más vigente que nunca si atendemos a lo que sucederá el próximo mes de mayo: las elecciones municipales, autonómicas y europeas.

Ya dijo Aristóteles que el hombre era el único animal político. Un zoon politikón. Y cuando esta especie electoral se encuentra en contextos de voto simultáneo, muestra comportamientos muy interesantes.

En España, como en otros países, la gente participa o vota diferente en función de la urna que tenga delante. Hay partidos a los que les va mejor en autonómicas que en generales. Y viceversa.

En la mayor parte de las ocasiones, los factores que mejor explican estas variaciones son dos: el voto dual y la abstención diferencial.

Los andaluces son los que mejor explican el voto dual simultáneo. En cinco ocasiones han compartido en la misma jornada electoral urna autonómica y nacional. El PSOE, por ejemplo, en todos estos casos siempre ha tenido mejor rendimiento en la urna nacional que en la andaluza, votando el mismo día y a la misma hora.

Posiblemente Griñán estaba al tanto de esa dualidad y, por eso, en 2011, decidió no ligar sus elecciones a las generales. Y los resultados le dieron la razón. El PSOE en Andalucía cayó más de 15 puntos en la urna Rubalcaba y pocos meses después, en las autonómicas, solo bajó 9 puntos, suficiente para mantener el poder en la Junta.

Otro caso reciente lo tenemos en las elecciones de 2015 en la ciudad de Madrid. Mientras el candidato autonómico del PSOE, Gabilondo, obtuvo el 25,7% de los votos, su candidato a la alcaldía, Carmona, consiguió el 15,3%. Mismo lugar, mismo día, mismas siglas, pero el voto dual se rebautizó como “efecto Manuela”. De Carmona a Carmena: tan parecidos, tan diferentes.

Gallegos, catalanes y vascos nunca han compartido urna autonómica con otra urna de ámbito nacional. Aunque también existe cierto voto dual, la diferencia de resultados se explica más por la abstención diferencial. Es decir, para ciertos votantes las autonómicas son elecciones de segundo orden y no acuden a la cita. Y esa forma de actuar tiende a beneficiar, sobre todo, a los partidos nacionalistas.

Además del clásico combo de municipales y 13 autonómicas, este mayo añadimos las europeas. No es una cosa nueva, pero tampoco es habitual. Esta montonera democrática solo sucedió en el 87 y en el 99.

Pero es que desde hace algunas semanas hay quien duda razonablemente de que el presidente Sánchez se una a la fiesta de la democracia con sus elecciones de ámbito nacional.

Es conocido que los españoles quieren de forma mayoritaria que el Presidente del Gobierno ejerza su exclusiva prerrogativa y convoque cuanto antes. Es un reclamo que permanece invariable en los últimos meses desde la moción de censura, rondando el 60%.

Sin embargo, tras el vuelco andaluz y la puesta en marcha del trámite de aprobación de los presupuestos, parece –solo parece– que nos alejamos de este –ahora sí– hito electoral inédito.

Aunque no se convoquen generales, la mayor parte de los españoles quiere votar. El ‘súper domingo’ habrá más de 8.000 urnas municipales, 13 urnas autonómicas y una urna europea. El que vaya votará como mínimo dos veces. Esas ganas de votar manifiestas seguramente contaminarán el voto, especialmente el de europeas.

Las últimas elecciones europeas, las celebradas en 2014, fueron las que tuvieron una participación más baja de la historia, por debajo del 44%. Y no me refiero a la más baja de las elecciones europeas, sino a la más baja de las casi 200 elecciones en las más de 60 jornadas de votación de todo pelaje celebradas en España desde la restauración de la democracia.

Solo una convocatoria tuvo un registro menor, el intrascendente referéndum de 2005 sobre el tratado para establecer una Constitución para Europa. No llegó al 42%, a pesar de los esfuerzos promocionales del referéndum plus.

Aquellos comicios europeos de 2014 supusieron el inicio del fin del bipartidismo, que por primera vez en democracia no llegaba a sumar el 50% entre los dos.

Si damos por bueno que a la urna de municipales acudirá aproximadamente el 65% del censo, que es el promedio de las últimas 10 convocatorias, la urna de europeas tendrá una afluencia similar.

Es lógico esperar unos 20 puntos de participación más en la urna europea que si se celebrasen por separado. En términos absolutos, hablamos de unos 7 millones de personas extra en ese escrutinio. Personas que en condiciones normales no se sentirían interpeladas por la simple convocatoria al Parlamento Europeo, pero que al sintonizarla con las municipales y autonómicas podrían ejercer su derecho al voto con la misma alegría que sientes cuando encuentras un billete de 5 euros al sacar un pantalón de la lavadora.

Ese tipo de convocatorias, donde las campañas se nacionalizan, le solía sentar bien al bipartidismo, pero eso era cuando había bipartidismo. Ahora que tenemos pentapartidismo, entramos en terreno desconocido.

Ya sabemos que en una jornada electoral todos ganan, pero quizá no sería una locura pensar que, en términos de lista más votada, en esta ocasión haya tres ganadores diferentes: que el partido más votado en municipales sea diferente al partido más votado en el conjunto de las autonómicas y, a su vez, distinto al partido más votado en europeas.

¿Os imagináis que el PSOE gane las municipales, el PP las autonómicas y Ciudadanos las europeas? Esto sin contar con las alianzas que permitan ver quienes ganan y pierden finalmente el poder municipal o autonómico, porque vivimos tiempos de fragmentación aguda, pero también de una reagrupación que es inédita.

Soy consciente de que esto suena más a profecía magufa que a pronóstico cartesiano, y que no goza de mucha probabilidad. Pero, es una idea que lleva un tiempo rondándome y que mi cabeza no me deja descartar de plano. Me alivia saber que ahora también estará en la tuya.

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