THE OBJECTIVE
Anna Grau

Desde Girona, con amor

«Para defender la unión entre todos los españoles en mi tierra no sobra nadie. Aquí, la resistencia es una carrera de fondo. No se inventó ayer ni acabará mañana»

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Desde Girona, con amor

Lucas Gallone | Unsplash

Vamos a hacer un esfuerzo por llevarnos bien desde el principio: Girona es la ciudad donde yo nací. Llevo toda la vida peleándome cordialmente con todo el mundo que me pide cuentas por decir y escribir Girona cuando me expreso en castellano, por lo mismo que, siempre que puedo, cuelo Catalunya y no Cataluña. Es lo que hay: tengo dos lenguas y cero complejos.

Viví en Girona de los 0 a los 2 años de edad. Desde entonces sólo he vuelto de visita con la familia o con Societat Civil Catalana. En verano de 2019, cuando tuve el honor de incorporarme a la Junta Directiva de SCC, en la candidatura presidida por Fernando Sánchez Costa, pasó una cosa tremenda. Estaba la asamblea de SCC reunida al completo (en Barcelona) cuando se levantó una señora de ojos muy firmes, muy dulces, con una manera de hablar que para mí era como hundir las orejas en la madalena de Proust… Y va esa señora y dice: «En Girona queremos constituir una agrupación de SCC pero nos falta quórum, tenemos muchos seguidores y simpatizantes que lo son en secreto, que les da miedo hacerlo público… A lo mejor si nos autorizáis a constituirnos con menos miembros de los exigidos por el reglamento…».

Yo no sabía que aquella especie de cristiana antigua en el gironí circo romano era mi futura amiga y futura vicepresidenta de SCC Elda Mata. Sólo sé que salté como un resorte para gritar ante toda la asamblea: «I una merda, ¡constituirnos allí con menos quórum! ¡Lo que hay que hacer es todo lo contrario! Yo desde ya me apunto vía Girona. ¿Quién me sigue?».

Aquel fue el principio, ya digo, de una hermosa amistad. Nuestro código secreto, el de Elda Mata y mío, no es ninguna botella de Vichy. Es un emoticono formado por cuatro huevos u ovarios, la suma de los suyos y los míos. Todos los que pusimos en juego para celebrar en Girona el Día de la Constitución el 6 de diciembre de 2019. Repartiendo ejemplares bilingües de la Constitución y haciendo sonar a todo trapo el himno catalán, el español y el europeo.

Fue un día tan apasionante como complicado. Nuestra intención inicial era montar el atril del acto en la Plaça de la Constitució de Girona, que por desgracia ya no se llamaba así porque la sucesora de Carles Puigdemont en la alcaldía de mi sufrida ciudad natal, Marta Madrenas, decidió cambiar el nombre a Plaça del 1 d’Octubre. Hasta tuvieron el miserable prurito de arrancar las letras del nombre real de la plaza y echar cemento encima…

Los días previos fueron intensos. Elda Mata los pasó enzarzada en un apasionante fuego cruzado de cartas, solicitudes e informes, nosotros reclamando nuestro derecho a manifestarnos pacíficamente donde nos diera nuestra real y constitucional gana, el Departament d’Interior de la Generalitat clamando al cielo que aquella plaza, autoproclamada Zona Cero indepe, era un perímetro maldito donde nadie podía garantizar nuestra seguridad.

Al fin nos forzaron a mover el atril unos pocos pero significativos metros a la calle contigua, a la vera de la Delegación del Gobierno, con lo cual la Policía Nacional aunó fuerzas con los cariacontecidos Mossos para protegernos. Que lo hicieron muy profesionales y muy bien. Recuerdo las calles cortadas, una especie de silencio pre-Covid sólo roto por las aspas del helicóptero que sobrevolaba nuestras cabezas y por los lejanos aullidos, gruñidos y berridos de unos que aseguraban ser antifascistas… Pero no se les notaba nada, la verdad…

De aquel chute de hermandad, confianza y adrenalina salió uno de los proyectos más hermosos, hasta ahora, de mi vida literaria. Me refiero a la traducción al catalán, realizada por servidora y con patrocinio de SCC, de Gerona, el Episodio Nacional de Benito Pérez Galdós dedicado a la heroica resistencia de mi ciudad ante la Grande Armée de Napoléon de mayo a diciembre de 1809. Quiso la vida que el grueso de la traducción me tocara realizarlo confinada en Madrid. Las analogías entre lo que el libro contaba y lo que estábamos viviendo resultaron ser lo bastante sobrecogedoras para animarme a trufar el libro de «entreactos» o comentarios de mi cosecha.

En la medida en que la pandemia lo permitió, presentamos el libro en varios sitios, y siempre me sorprendía la calidez, el cariño, la complicidad que encontrábamos. Era como si de repente todo el mundo comprendiera que por Girona pasaba una energía humana excepcional. La responsable de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, la catalana Andrea Levy, nos escribió un prólogo en castellano. Albert Soler, látigo sarcástico del procés desde sus impagables columnas del Diari de Girona, revisó todos los topónimos del libro y lo remató con un genial epílogo… afrancesado. Es más: al día siguiente de la presentación nos llevó a mí y al editor, Sergio Fidalgo, a conocer el bar Cuéllar, una especie de desafiante bar de Rick en medio de la Casablanca gerundense. Luego nos acogió Joan Roca en su maravilloso Celler…

Por ir acabando: mi ciudad natal es una de las más hermosas de Catalunya y de España, de las que dan gente más lista, más guapa, más valiente y con más ovarios, para perpetua mortificación e inmortal ridículo de todos aquellos que intentan rendirla, sea por hambre (Napoléon) sea de aburrimiento (el procés).

Por cierto, y dicho sea de paso: hay en Girona un famoso call jueu que es otro gran motivo local de orgullo para todos los grandes amigos catalanes del pueblo judío (entre los que apasionadamente me cuento), que por cierto no es verdad que sean, ni de lejos ni de cerca, mayoritariamente separatistas. No se crean todo lo que dice Pilar Rahola…

Ahora que soy candidata de Ciudadanos al Parlament, que ya saben que lo soy por Barcelona, sigo teniendo muy presente el grito de complicidad y coraje lanzado desde el fondo del territorio por la gran gironina Elda Mata. Mi compañera de fatigas, de ovarios y de Constitución. Porque Catalunya es tan entera e indivisible como España, porque no vale dejar caer ni un palmo, porque la libertad es ubicua o no es, porque todas las gentes de bien hemos condenado, condenamos y condenaremos los insultos a Santiago Abascal de los «antifascistas» que se creen que Girona es suya. Cuando no lo es ni el cemento que indignamente echaron encima de las letras con el nombre de la plaza de la Constitución.

Pero a ver si nos entendemos, querido Santiago: para defender la unión entre todos los españoles en mi tierra no sobra nadie. Aquí, la resistencia es una carrera de fondo. No se inventó ayer ni acabará mañana. Hay que aguantar cada día, y eso es mérito de toda una sociedad. Como decía Galdós: Digas-me tu Girona si te n’arrendiràs, com vols que me’n rendesca, si Espanya no ho vol pas…

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