THE OBJECTIVE
Joaquín Jesús Sánchez

Lista de cosas que uno puede hacer en agosto

«Fantasear con las refrescantes lluvias de octubre, morder la sandía y el melón dejando que cruja en los dientes, dormir hasta tarde»

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Lista de cosas que uno puede hacer en agosto

Kimson Doan | Unsplash

Beber horchata. Meditar sobre por qué un Dios infinitamente bueno hizo seres capaces de sudar. Fingir que va a leerse, por fin, el Ulises, el Decamerón, El hombre sin atributos o cualquiera de esos libros gordísimos y sesudos que uno compra en un exceso de entusiasmo. Comer higos frescos, a ser posible, con un mendrugo de pan y un poco de jamón. Fantasear con las refrescantes lluvias de octubre, morder la sandía y el melón dejando que cruja en los dientes, dormir hasta tarde, beber vinos generosos (que también se llaman «fortificados», como si fuesen ciudadelas), sentarse en el jardín de los abuelos al caer la tarde, fumar tabacos ligeros y aromáticos, llevar sombrero panamá, calzarse alpargatas, respirar el aire salino de la costa, desmenuzar con las manos salmonetes fritos, rechupetear coquinas, dormir siestas larguísimas, amanecer temprano para sentir el aire fresco en la cara y oír el canto de los pájaros, darse baños pausados, releer a Manrique, jugar a la cartas, aprender castellano antiguo, huir de los poetas contemporáneos, guisar chipirones encebollados, comprar atún, echar en falta a los que no están.

Aprender relojería, borrar de la agenda a toda esa gente a la que ya no se llama, escuchar fandangos cabales, mirar por la ventana, tocar el piano, no tocar la trompeta, caminar descalzo, majar salmorejo en el mortero, repasar el Kempis, ponerse al día con la prensa cultural, plantearse si tras la vida terrena hay una vida ulterior, discutir sobre la resurrección de la carne (características, modos, ejemplos), charlar con viejos amigos sobre asuntos sin importancia, visitar a los muertos, murmurar canciones infantiles, ser vagamente feliz, limpiarse en servilletas de tela, comer en platos de cristal, vestir la mesa con manteles de vichí, morder tomates maduros, ver películas malas cabeceando de sueño, leer esta columna, recoger jazmines al caer la noche, frotarse un poco de yerbabuena en las manos, dar pan a los gorriones. Descansar de las angustias. Remedar los placeres de la infancia. Dejar, lentamente, que el día pase.

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