THE OBJECTIVE
Jorge Dioni López

La Tierra hueca

«Siempre necesitamos reencantar el mundo, sacarlo un poco del control de la ciencia y el pensamiento racional para encontrar un poco del sentido que la realidad nos niega»

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La Tierra hueca

Fer Capdepon Arroyo | Zuma Press

Hace años, al salir de la presentación un libro, me quedé atrapado en un corrillo en el que todo el mundo estaba de acuerdo en el poder de los medios para manipular a la gente. No suelo intervenir en los debates, pero acababa de sufrir la crisis de la prensa escrita en mis carnes y entré al trapo. Si tuvieran tanta influencia, dije, harían que la gente comprase periódicos. Evidentemente, mi argumento no convenció a nadie y la discusión siguió. Decidí ejecutar una maniobra evasiva, pero otra integrante del corrillo me siguió y continuó insistiendo en la capacidad de prensa para decidir de qué temas se habla. Eso es otra cosa, dije. Error. Tras hablarme de varios temas dispersos, llegó a la Tierra hueca.

Tardé un poco en darme cuenta de que no hablaba de ninguna película ni de ningún libro, sino de la existencia de amplios espacios acondicionados bajo la superficie donde, según ella, ya vivían grupos numerosos. Era capaz de explicar razonablemente cómo era la estructura porque era licenciada en ingeniería y trabajaba en una empresa constructora. Su campo no eran los túneles, pero sabía de lo que hablaba. Al menos, ante un completo ignorante sobre cómo se hacen las cosas como yo. Esos primeros habitantes tenían que acondicionar el lugar para los supervivientes del colapso que se iba a producir. Guerras de religión, crisis climática, carencia de materias primas. Es lo que dices, afirmó, a los gobiernos no les interesa que sepamos nada.

Recordé a esta persona cuando los defensores de la Tierra plana comenzaron a hacerse visibles y, sobre todo, en estos últimos quince meses, cuando casi todos los días te llegaba algo alarmista con un aviso: lo que no quieren que sepas. Ojalá lo lograsen, pensaba. A veces, en un homenaje a Magritte, te reenviaban una noticia recortada de un medio tras la advertencia: esto no lo leerás en los medios. Esto no es una pipa, esto no es una noticia. Supongo que mi breve encuentro habrá disfrutado de estos meses y espero que haya encontrado los foros adecuados para difundir su teoría. Ojalá se recuperase.

Es bastante injusto el olvido de la hipótesis de la Tierra hueca. No sólo porque tiene mucha más tradición, ya que aparece en la Biblia, sino porque ha sido suplantada por otra idea mucho más ramplona: la Tierra plana. La vulgaridad de lo finito. El mundo llega hasta donde puedo ver. En realidad, no es extraño, sino un signo de los tiempos. La esfericidad, bah, el consenso progre. La teoría de la Tierra hueca expresa esperanza, que hay algo sin explorar, mientras que la otra es autorreferencial. Pura autoficción de grupo, como la meritocracia. Nosotros lo vemos y tú, no.     

La idea de la tierra hueca fue sostenida por Newton, Halley o Kepler y tuvo cierta difusión en la segunda mitad del siglo XIX. La moda nos ha llegado a través de la literatura, Julio Verne, Allan Poe, Lovecraft, Rice Burroughs o Conan Doyle, que no se perdía nada que tuviera que ver con el esoterismo, ya fueran sesiones de espiritismo o la búsqueda de las hadas en la campiña inglesa. Siempre necesitamos reencantar el mundo, sacarlo un poco del control de la ciencia y el pensamiento racional para encontrar un poco del sentido que la realidad nos niega. Las versiones más populares coinciden en que ese espacio bajo la superficie fue fundado por extraterrestres, pero también hay otras que sostienen que allí se refugiaron los supervivientes de los continentes desaparecidos, la Atlántida o Lemuria.

Madame Blavatsky, persona inclasificable que merecería una serie, sostenía que se llegaba al reino de Agartha por una cueva situada en el desierto de Gobi. Su red de cien ciudades está situada dentro de la Tierra y todas tienen medio millón de habitantes, salvo Telos, la capital, situada bajo el monte Shasta, que llega al millón y medio. Allí se encontraba el Rey del Mundo, que decide los acontecimientos más importantes y que, cuando la situación se ponga complicada, se dará a conocer. Si hay misterio, hay nazis. Ernst Schäfer capitaneó la expedición en busca de Agartha y de Shambhala, la ciudad escondida del Himalaya.

La idea perdió pujanza ante el espiritismo, el gran dominador de los primeros años del siglo XX. Sobre todo, tras la Primera Guerra Mundial. A medida que avanzaba el siglo, la comunicación con los muertos fue perdiendo terreno ante los sucesos inexplicables en el cielo. Del pasado, al futuro hasta que este se acabó. La ufología no resistió la caída del Muro. Un mundo cada vez más pequeño, un mundo sin otros desconocidos, sin espacios por explorar y sin trascendencia. Nos quedó la conspiración, la Tierra plana. Ese fue el fin de la historia.

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