THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

Sánchez escupe sobre las víctimas de ETA

«ETA ya no necesita matar porque consiguen todo lo que quieren vía Consejo de Ministros»

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Sánchez escupe sobre las víctimas de ETA

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante el homenaje a Miguel Ángel Blanco. | Europa Press

Todavía se me hiela la sangre cuando recuerdo la tarde del 12 de julio de 1997. Vivía en casa de mis padres y, de repente, se interrumpió la transmisión de Cine de Barrio para anunciar que la infamia se había cumplido, que los asesinos habían disparado a Miguel Ángel Blanco, de rodillas y maniatado, tras tenerlo 48 horas encerrado en un maletero. Así materializaron la vileza, la maldad, la falta de humanidad y el total desprecio a la vida de un joven al que habían decidido asesinar por el simple hecho de ser concejal del PP.

La rabia, el dolor y la indignación recorrieron toda España, una España que mostrando sus manos blancas le dijo a ETA que quería vivir en paz, que en nuestra joven democracia los que sobraban eran ellos y el veneno representado en la serpiente de su emblema. Es lo que se llamó el espíritu de Ermua y me imagino lo reconfortante que debió de ser para todas esas víctimas que habían tenido que soportar no solo las extorsiones, las amenazas y que les arrebataran a sus seres queridos, sino también el desprecio de muchos de sus convecinos resumidos en tres palabras hirientes como cuchillos: «algo habrá hecho».

Por primera vez, el rechazo y la repulsa a ETA se manifestaron de forma masiva; por primera vez, las víctimas pasaron por delante; por primera vez, los españoles de bien dijeron unidos a ETA que no los querían. Aquello fue el principio del fin para estos miserables terroristas y por eso siempre ha sido tan importante el espíritu de Ermua, tanto que nadie, más allá de los batasunos y sus secuaces, se había atrevido nunca a mancillarlo. Hasta ahora. 

Sánchez ha escupido sobre ese espíritu y lo ha hecho cuando todos los focos estaban allí porque se conmemoraban los 25 años del vil asesinato y el único protagonista debería haber sido el joven concejal al que le sesgaron la vida tal día como hoy. Pero ya sabemos que Sánchez tiene que ser el niño en el bautizo, la novia en la boda, y lo que es más repugnante, el muerto en el entierro. Y allí mismo consumó la infamia, delante de los seres queridos de Miguel Ángel Blanco y del Rey: «Y si hoy Euskadi y España son países libres y en paz es gracias a todos y todas los que apostaron por la unidad de los partidos políticos frente al terror».

A Miguel Ángel lo mataron para poder decir que el País Vasco y España son dos países. Su muerte, como las de más de 850 personas, fue la excusa para que los etnicistas asesinos pudieran decir que son dos países. Y no son solo los asesinatos: las 2.600 personas heridas, el casi centenar de secuestrados y los 300.000 vascos que tuvieron que huir de su tierra para lograr vivir en paz fueron víctimas del delirio supremacista de ETA solo para que pudieran decir que el País Vasco y España son dos países. No quiero ni imaginar el dolor que debieron de sentir los allí presentes cuando el Presidente de España los traicionó. Otra vez.

«Escupir sobre el espíritu de Ermua es, no lo olvidemos, escupir sobre cada una de las víctimas de ETA»

Se ha hablado y escrito mucho la primera parte de la oración, pero muy poco o nada sobre la segunda, que es igual de grave. Sánchez no da puntada sin hilo y cuando dice «todos y todas los que apostaron por la unidad de los partidos políticos frente al terror» no se refiere a los demócratas, sino a ellos y a sus socios de Gobierno, es decir, el brazo político de ETA y los golpistas catalanes. Cabe recordar que Sánchez siempre los presenta como epítomes de la democracia y el sentido de Estado mientras que acusa constantemente a la oposición de crispar y de estar en contra de la democracia y la Constitución. Sí, él, el de los estados de alarma inconstitucionales. 

Y esto enlaza con la reescritura del relato que habían consensuado con los filoetarras pocos días antes del homenaje a Miguel Ángel Blanco. Los asesinos y sus amigos acaban de imponer, junto con los socialistas, que el franquismo duró hasta 1983. No deja de ser casualidad esa fecha, justo antes de 1984, año en el que Mertxe Aizpurua, hagiógrafa de etarras y merecedora de las caricias y carantoñas de Yolanda Díaz, fue condenada a un año de prisión e inhabilitación por apología del terrorismo.

Una apologeta de ETA reescribiendo lo que pasó y convirtiendo en víctimas a los verdugos. Un escupitajo de Sánchez a las víctimas del terrorismo. Otro más. Porque los escupitajos se han ido produciendo a lo largo de toda esta legislatura que se nos está haciendo eterna cada vez que acerca a un asesino etarra al País Vasco, cada vez que son recibidos en sus pueblos con homenajes, cada vez que obtienen privilegios penitenciarios. Por eso Sánchez traiciona el espíritu de Ermua, que no fue para reconciliarse con los asesinos sino para ganarles, para que fueran expulsados definitivamente de nuestra democracia. Y parecía que lo habíamos conseguido, hasta que Sánchez decidió meterlos en la dirección del Estado.

Ya no necesitan matar porque consiguen todo lo que quieren vía Consejo de Ministros. Son muchos los desastres que han propiciado los miembros de este Gobierno de coalición: la negligente gestión de la pandemia, los precios desorbitados de los carburantes y de los productos básicos, la inflación, la crisis brutal que se cierne sobre España… Todo esto es horrible porque afecta directamente al bolsillo de los ciudadanos, cada vez más empobrecidos y con peor calidad de vida. Pero el daño a España como nación y a la democracia liberal que están perpetrando es, además de muy pernicioso, inmoral. Porque a ver con qué moral nos vamos a enfrentar a todos los problemas si Sánchez nos la ha arrebatado y ha acabado escupiendo hasta lo que parecía intocable: el espíritu de Ermua. Y escupir sobre el espíritu de Ermua es, no lo olvidemos, escupir sobre cada una de las víctimas de ETA.

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