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Teodoro León Gross

Lastra: el final del espejismo

«El discurso de Lastra es casi siempre mediocre en el análisis de la realidad, pero sí ha demostrado capacidad de hurgar en las heridas de los rivales y dar titulares contundentes»

Opinión
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Lastra: el final del espejismo

Adriana Lastra. | Europa Press

«No se puede beber agua en un espejismo», sostiene un proverbio del desierto. Del mismo modo que en política «no se pueden sacar votos de un espejismo». Y la recuperación milagrosa del PSOE en el Debate sobre el estado de la Nación era, más que nada, un espejismo; un clima de euforia artificial por un discurso cuyas medidas aplauden los suyos pero no se creen los ciudadanos, según los sondeos inmisericordes. La marcha de Adriana Lastra los lleva de regreso al estado de crisis en el partido.

Hay que reconocer el éxito de Moncloa filtrando la causa del embarazo delicado para desviar por completo la polémica hacia la maternidad de Lastra. Las redes bullían ayer con la incoherencia feminista de dejar el cargo en lugar de coger una baja. Chapeau! Con ese cebo bastante elemental habían logrado, por la vía rápida, apartar los focos de que se hubiera hecho rodar la cabeza de la número dos de la organización. Y en nada esto se disolverá entre el calor asfixiante y el fuego devastador del ferragosto.

El equipo de Moncloa ha vuelto a acertar en la especialidad de la casa: proporcionar el cebo de una polémica secundaria, en este caso la renuncia por un embarazo problemático, capaz de sembrar de minas el debate público. En los medios proliferaban los titulares más o menos indignados de organizaciones y activistas feministas que reprochaban a Lastra y/o al PSOE ese paso atrás. Y es lógico. Pero Moncloa siempre preferirá un debate sobre su coherencia antes que sobre su decadencia.

De hecho, mientras la derecha entraba al trapo, desde Cuca Gamarra a Macarena Olona, en Podemos guardaban silencio disciplinadamente. En las cuentas de Twitter de Irene Montero, Ione Belarra, Yolanda Díaz o Echenique, habitualmente más inflamables que los montes del país, ni mú a lo largo del día. ¿Alguien se imagina que una dimisión en la cúpula del PP se atribuyera a un embarazo? ¿Cuánto tardarían desde la izquierda en montar un cisco de aúpa, acusando a la derecha de actuar bajo la doctrina del catecismo Ripalda para acabar con todos los progresos logrados por las mujeres progresistas con sangre, sudor y lágrimas?

«Más allá del ruido, la defenestración de Lastra era un secreto a voces desde hace días. El PSOE, tutelado desde Moncloa, no funciona»

Más allá del ruido, la defenestración de Lastra era un secreto a voces desde hace días. El PSOE, tutelado desde Moncloa, no funciona. El verano anterior cayó el secretario de Organización y ahora la vicesecretaria general, número dos de Sánchez. Y le seguirán, sin duda, los portavoces, como mínimo Felipe Sicilia, pero seguramente también Héctor Gómez. Que, por cierto, no están embarazados. Curiosamente.

No hay antecedentes de un desmoronamiento semejante en la organización socialista. Pero tampoco de una campaña electoral donde Ferraz hubiera mostrado un nivel de incompetencia equiparable a los comicios andaluces de junio, donde Lastra tuvo un par de apariciones aparatosamente chuscas, cruzando Despeñaperros para hablar de corrupción del PP. Hubo risas, y no precisamente en los cenáculos de habanos conspiradores, sino en la barra de cualquiera taberna. Hacer un mitin para hablar de corrupción del PP en Andalucía bajo la marca PSOE es más delirante de lo que nadie hubiera esperado.

Lastra es una política vulgar, aunque una aparatchik solvente. Su discurso es casi siempre mediocre en el análisis de la realidad, pero sí ha demostrado capacidad de hurgar en las heridas de los rivales y dar titulares contundentes. Una mujer dotada, en fin, para la política del ciclo populista. Figura emergente a la sombra del sanchismo, la situación ahora requiere más consistencia. Ante una crisis en el horizonte de dimensiones inquietantes, Sánchez necesita ganar músculo. Algunos relevos ministeriales parecen inevitables, quizá de algunas ministras cuyo máximo mérito sea que casi nadie se haya enterado de que estaban ahí, como también algún ministro, pero en el partido necesitan mucha pólvora después de los sucesivos reveses electorales en los que ha habido desafección pero también demasiada mediocridad.

Las encuestas no engañan. El PP se distancia de 40 a 60 escaños. Feijóo apunta a los 150; y el PSOE se desploma de la cota 100. Los barones y alcaldes alertan desde hace semanas sobre la espiral catastrófica. Están a un año de municipales y autonómicas, y las perspectivas son malas, cada vez peores. Eso es lo que está sucediendo. Y, eso sí, además Adriana Lastra está embarazada y para ella ahora es su prioridad.

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