THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

Pedro el magnánimo

Hoy el déficit y la deuda pública españolas siguen siendo de los más altos de la eurozona, a pesar de que Sánchez presuma del compromiso de su Gobierno

Opinión
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Pedro el magnánimo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

El primer cara a cara entre el gobernante que cae en las encuestas y quien las lidera como alternativa de Gobierno no estuvo a la altura de las expectativas. No sólo por el desequilibrado reparto del tiempo de las intervenciones de cada uno: 130 minutos para el presidente del Gobierno. 30 divididos en dos intervenciones para el líder de la oposición. Sino porque apenas hubo verdadero debate. Para Pedro Sánchez, que aprovechó la tribuna para erigirse como magnánimo líder hasta que su inevitable tono chulesco le traicionara, los ciudadanos españoles no tienen nada que temer de cara al que se teme será un durísimo invierno como consecuencia de la crisis energética derivada de la invasión rusa de Ucrania. Las medidas sociales y de ahorro energético y su lucha justiciera contra los poderosos bancos y eléctricas les protegerá. Está incluso preparado para salvar a Europa con su solidaridad energética. Pero nadie le recordó que el Gobierno ha podido hacer frente a los efectos de las dos sucesivas crisis, la derivada de la pandemia y la de la agresión rusa en Ucrania, gracias a dos colosales colchones con los que España no contó en la crisis financiera de 2008-13, más bien al contrario: 140.000 millones de euros provenientes de los fondos europeos Next Generation, a los que cabe añadir los 20.000 millones de euros de recaudación extra por la subida de la inflación, y la hasta ahora ultra laxa política monetaria aplicada por el Banco Central Europeo (BCE).

¿Iba el discurso de Sánchez dirigido a familias que en un año han tenido que encajar una subida de los precios cercana al 10% en su cesta de compra y de más del 50% de media de cualquiera de las fuentes de energía, ya sea la electricidad, el gas o la gasolina? Porque según Sánchez, España está incluso capacitada para exportar a nuestros socios europeos un gas que aparentemente nos sobra. Un inciso: la excepción energética española, que es cierto ha rebajado la factura, también ha supuesto que España subvencione el precio del gas en Francia y en Portugal. Lean a los expertos. Sánchez considera que nuestro país se ha convertido en el gran referente europeo para luchar contra la crisis energética provocada por la invasión rusa de Ucrania. No importa la grandísima metedura de pata con Argelia en la cuestión saharaui, nuestro hasta ahora principal proveedor, que nos ha obligado a importar gas licuado más caro de EE-UU. Ni el aumento del consumo de gas ruso en contra de todas las directrices europeas. 

La insistencia de Sánchez de señalar Putin como el culpable de todos nuestros males me recordó a la forma en que una mayoría de gobiernos europeos en la crisis financiera de 2008-13 eludía sus responsabilidades echando la culpa a la austeridad impuesta por Alemania

La insistencia del presidente español al señalar al malvado de Putin como el culpable de todos nuestros males me recordó a la forma en que una mayoría de gobiernos europeos en la crisis financiera de 2008-13 eludía sus responsabilidades echando la culpa de todos los males a la austeridad impuesta por Alemania. Es verdad que esa equivocada política prolongó una agonía social, pero eso no hacía desaparecer los desequilibrios acumulados. En el caso de España, fue la quiebra de la mayoría de las cajas de ahorro que, gestionadas por políticos de todos los partidos y representantes sindicales, participaron de la burbuja inmobiliaria, unido al excesivo endeudamiento de empresas y particulares desacostumbrados a los bajos tipos de interés que trajo nuestra incorporación al euro. Llegó el rescate para cubrir el agujero de las cajas y ayudar a la banca y se impusieron los recortes. ¿Qué cabía esperar si acumulábamos un déficit del 11% del PIB? 

Hoy el déficit y la deuda pública españolas siguen siendo de los más altos de la eurozona, a pesar de que Sánchez presuma del compromiso de su Gobierno con la consolidación fiscal. La deuda pública se ha disparado de menos del 98% del PIB al término del Gobierno de Rajoy al 119% del PIB al cierre de 2021. Y el déficit público estructural (ese que se resiste a bajar al margen de los gastos e ingresos coyunturales) se ha duplicado desde su llegada al poder: del 2,2% del PIB al 4,5%, entre los tres más altos de la eurozona. Y no es Putin el culpable. 

Nadie duda de que el líder ruso es el gran enemigo de Europa y del orden liberal en el mundo. Bueno, salvo algunos miembros del Gobierno que preside Sánchez. Veremos qué proponen si este invierno se extienden las protestas sociales por las calles. ¿Presionarán entonces para hacer entrar en razón a Ucrania? No tengo duda. En defensa de la admirable resistencia del pueblo ucraniano al que Europa debe seguir apoyando, sirve recordar la reciente advertencia de la periodista Pilar Bonet, corresponsal de El País en Moscú durante más de 25 años, con profundo conocimiento de la Unión Soviética y de la Rusia actual: «A Putin no le basta con Ucrania; quiere someter a Occidente».

Y para resistir, echemos mano de todos los recursos a nuestro alcance. Empezando por los fondos Next Generation, que son hoy, ante el giro restrictivo de la política monetaria, el principal apoyo para salir de la crisis. Pero de los 24.000 millones de euros recibidos, sólo se han ejecutado el 20%. Alguna responsabilidad se le podrá pedir al Gobierno en la deficitaria gestión de unos recursos vitales. Y la gran diferencia: en la anterior crisis financiera el euro estuvo a punto de romperse por la fragmentación monetaria, los tipos de interés del bono español a 10 años rozaron el 7% frente a menos del 1% en Alemania. España se endeudó de más al tener que emitir deuda a esas tasas. Tuvo que llegar Mario Draghi a la presidencia del BCE e intervenir en el verano de 2012 con su whaetver it takes para disuadir la especulación contra la moneda común. Sorteando el mandato del banco central empezó a comprar deuda soberana y los intereses empezaron a bajar. Con una inflación inexistente se llegaron a situar en tasas negativas en los últimos años, incluidos los tres y pico de Gobierno de Sánchez. Lo que ha permitido al Reino de España financiarse a tipos de interés cercanos a cero o incluso negativos. De ese otro excepcional colchón tampoco hablar Sánchez. 

Pero en su lucha contra la inflación, como dicta el mandato del BCE, la muleta monetaria está a punto de caer. Y la fiscal sería deseable que avanzara a mejor ritmo y que sirviera para que los dos grandes partidos, que se reparten la mayoría de los Gobiernos autonómicos, alcanzaran los grandes consensos que requiere el momento. Más necesario aún si como parece se espera retomar las reglas fiscales de la UE. Suspendidas para hacer frente a la pandemia, los países del Norte y Centro europeos están decididos a recuperarlas para que los países más frugales del Sur recuperen la senda de rigor fiscal, sobre todo porque será una de las condiciones que exigirá el BCE para mantener las compras de bonos soberanos de los países más vulnerables y expuestos a la fragmentación monetaria como es el caso de España. El puntual aumento de la prima de riesgo es un aviso.

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