THE OBJECTIVE
Fernando Savater

La moviola

«Porque de poco servirá un cambio de rumbo en el futuro si no se corrigen varias leyes que se aprobaron durante este periodo aciago de la democracia española»

Opinión
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La moviola

¿Será posible que funcione la moviola hacia atrás hasta la época en que aún no se legislaba en complicidad con la desunión y la estulticia?

Uno de los más singulares filósofos franceses del siglo pasado, Vladimir Jankélevitch, publicó en 1974 un libro con título muy hermoso (solía titular muy bien): «Lo irreversible y la nostalgia». Me viene a menudo a la memoria al pensar en lo que ocurrirá cuando, allá por diciembre a más tardar, el funesto Pedro Sánchez sea desalojado de la Moncloa. Fíjense que formo parte del animoso pero frágil batallón de los optimistas. Creo que el socialismo sui generis hoy en el gobierno perderá las elecciones y tendremos un cambio rotundo en la dirección de este país. ¡Menos mal, ya era hora! Sí, pero… ¿cómo de rotundo será el cambio rotundo? Porque no basta que ya no se gobierne para dar gusto a los comunistas que arruinan inexorablemente cada país que manejan ni a los separatistas catalanes y vascos capaces de saltarse voluntariamente un ojo con tal de dejar ciegos al resto de los españoles. De hecho, a regañadientes y empujones, incluso el propio Sánchez y sus obsequiosos corifeos empiezan a frenar la deriva fatal del país en ciertos aspectos y se encaran aunque blandamente con la lunatic fringe de Montero, Belarra, Garzón y compañía. Pero eso, claro, no basta. El cambio no puede sólo consistir en dejar de cometer disparates administrativos y frenar con toda la autoridad que haga falta las concesiones al separatismo, revirtiéndolas en franco y decidido apoyo a los aborrecidos «españolistas» (es decir, los ciudadanos españoles despojados de sus derechos) en cada uno de los territorios racializados por los separatistas. No, hace falta ir más allá y cavar más hondo…

«Lo que ahora se intenta con la ridículamente llamada ley del ‘sí es sí’ habría que hacerlo con bastantes otras»

Porque de poco servirá un cambio de rumbo en el futuro si no se corrigen varias leyes que se aprobaron durante este periodo aciago de la democracia española. Lo que ahora se intenta con la ridículamente llamada ley del ‘sí es sí’, cuyos nefastos efectos contrarios a sus propósitos ya han sido percibidos incluso por los obtusos socialistas que la apoyaron con devoto entusiasmo en su día, habría que hacerlo con bastantes otras. Y lo mismo que por mucho que se enmiende la ley ‘sísi’ continuará excarcelando a violadores y pederastas hasta que se acabe la nómina, los efectos de la abolición del patente delito de sedición, de la deformación normativa de la malversación, de la memoria ‘democrática’ (¡átame esa mosca por el rabo!), o la incalificable ley ‘trans’, por no referirnos a la inminente del ‘bienestar’ animal y malestar humano, van a seguir corroyendo la vida de los ciudadanos de este país mucho después de que quienes las urdieron y aprobaron estén en el basurero de la historia. Digamos que esas normas subversivas son de dos clases: por un lado, las destinadas a exonerar los manejos separatistas y tranquilizar a sus líderes convenciéndoles de que hagan lo que hagan no van a sufrir todo el peso de la ley, ni la mitad del peso de la ley o la cuarta parte, sino como mucho algún capón legal más cariñoso que punitivo; por otro, las disposiciones de ingeniería social encaminadas a cambiar (no mejorar: cambiar) los hábitos de este viejo país en lo tocante a ideas, diversiones y relaciones humanas, ahormándolo a la moda de supersticiones foráneas principalmente yanquis.

Para complacer al separatismo que brinda al gobierno socialista el apoyo que le regatean los votantes, es preciso abominar de España, de sus tradiciones y de su historia, sobre todo de su lengua y de paso de su religión mayoritaria…aunque haya que inventar mentiras desaforadas para justificar este repudio y patentar risibles identidades disgregadoras que la sustituyan; en cuanto a la transformación ideológica del secular humanismo cristiano en paganismo antihumanista y animalista, pasa por obviar la biología y la antropología convirtiendo aspiraciones desbocadas en derechos irrenunciables, como la autodeterminación sexual de quienes por su corta edad no saben del sexo más que las fábulas que les cuentan sus mayores. El sustento de esta ideología institucionalmente coagulada que sirve de peana a tales decretos es sencillamente la ignorancia: ignorancia de la historia, de la biología, de la zoología, de la antropología social y de la economía, que no es la ciencia de las buenas intenciones fingidas sino de los mejores resultados comprobables.

Vuelvo a Jankélevitch y me pregunto si todo este desastre político será reversible y si serán capaces de revertirlo los que alardean de moderados, como si sólo necesitásemos paños calientes. ¿Será posible que funcione la moviola hacia atrás hasta la época en que aún no se legislaba en complicidad con la desunión y la estulticia? En caso negativo, habría que refugiarse en la nostalgia y proclamar que quienes no conocieron la España anterior a los infrasocialistas de Sánchez y a las animaladas podemitas no saben lo que es la dulzura de vivir…

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