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José García Domínguez

El retorno de los zombis financieros

«Los primeros temblores de tierra del sistema de crédito se han dejado sentir al otro lado del Atlántico, pero pronto las convulsiones se han desplazado a Europa»

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El retorno de los zombis financieros

Deutsche Bank | Europa Press

Un sospechoso habitual, el Deutsche Bank, las zonas oscuras de cuyo balance ya en 2016 estuvieron muy a punto de provocar un terremoto devastador en las plazas bursátiles de toda Europa, vuelve a andar otra vez en el punto de mira. Y es que cuanto vivimos ahora se parece bastante a lo que en un guión cinematográfico de George A. Romero se habría titulado El retorno de los zombis financieros. Así, y exactamente igual que entonces, los primeros temblores de tierra bajo la superficie del sistema de crédito se han dejado sentir al otro lado del Atlántico, pero pronto las convulsiones capaces de agrietar los cimientos de los grandes templos del dinero, en apariencia los más sólidos y profundos, se han desplazado a Europa

En el capítulo introductorio de los manuales de contabilidad puede leerse que el propósito de esa técnica para llevar las cuentas de un negocio consiste en ofrecer una imagen precisa, fiel y veraz del patrimonio de la empresa. Pero si las cotizaciones bancarias se están derrumbando en todas partes es porque los inversores profesionales y los gestores de fondos de inversión, las personas que mayor conocimiento poseen sobre la trastienda de esas dos columnas, las del debe y el haber de los gigantes bancarios de la Unión Europea y del Reino Unido, no se creen que los números ahí registrados respondan a la realidad; simplemente, no se lo creen. ¿Cómo entender, si no, que las acciones del Deutsche Bank, compañía oficialmente rentable, desciendan de ese modo en el parquet? 

Por lo demás, su razonamiento resulta tan simple como barruntar que nadie podrá vender por el mismo precio un bono del Estado cuyo interés es del 2% y otro bono del Estado cuyo rendimiento haya subido al 4%. Desde el mismo instante de emitirse el segundo, lógicamente, el primero pasará a valer menos. Y los bancos, tanto los de Europa como los de Estados Unidos, resulta que tienen sus cajas fuertes repletas de bonos de la primera clase, los antiguos. Si bien sus libros de contabilidad no dicen en ningún lado que esos trozos de papel han pasado ahora a valer menos. No obstante, esa tendencia de los documentos contables de la banca a parecerse peligrosamente a la literatura de ficción, es común a europeos y norteamericanos, pero donde arrecia de verdad la tormenta es aquí, no en Norteamérica; lo que invita a sospechar que algún rasgo específico debe de distinguir a nuestras entidades de las suyas. Y ese rasgo distintivo, que sí existe, se llama tamaño. 

«No hay país en Europa que pudiese rescatar, llegado el caso, a monstruos de semejante dimensión. Creer que tal cosa resultaría factible remite a una quimera»

Ocurre que Estados Unidos cuenta con empresas más grandes, en general, que las europeas. Pero en el sector financiero pasa justo al revés: los grandes bancos europeos son mucho más grandes, en términos tamaño/país, que sus equivalentes norteamericanos. En Estados Unidos  hay unos cuantos mastodontes financieros notables, sí, pero los auténticos dinosaurios en comparación con su hábitat natural residen en Europa. Hace siete años, cuando por primera vez el Deutsche Bank empezó a quitar el sueño a los ministros de Economía de la UE, su balance consolidado equivalía al 80% del PIB de Alemania. Los bienes y derechos propiedad de una única empresa privada local, de una sola, no andaban demasiado lejos de valer casi lo mismo que todo lo que produce durante un año el país más grande, poblado y rico de Europa Occidental. 

Pero es que a estas precisas horas, y mientras el precio de sus acciones sigue en caída libre, lo descomunal de su tamaño no deja de resultar menos impactante. En concreto, la columna del pasivo en el balance del Deutsche Bank equivale, euro arriba, euro abajo, al PIB de España en 2022. Nada remotamente parecido a eso existe en América. Pero lo peor de todo es que no se trata de un caso aislado. Porque en Europa hay unas cuantas criaturas bancarias más que gastan su misma talla. Solo en Gran Bretaña, las cuatro principales entidades nacionales de crédito suman pasivos que sobrepasan con creces el 400% de su PIB. No hay país en Europa que pudiese rescatar, llegado el caso, a monstruos de semejante dimensión. Creer que tal cosa resultaría factible remite a una quimera.  Así que crucemos los dedos. Es lo único que podemos hacer.

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