THE OBJECTIVE
Alfonso Javier Ussía

Ya estoy escrito

«La columna de opinión es literaria, porque regala prosa al suceso, no como analista de los hechos que es a lo que deben lealtad los periodistas»

Opinión
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Ya estoy escrito

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César González Ruano era un obrero de la prosa, un picaletras del estilo literario en la columna. Últimamente me topo con críticas respecto al columnismo literario, cuando en realidad, lo único que separa la noticia de la opinión es precisamente la literatura, más en estos tiempos en los que los redactores y conductores airean sus sesgos ideológicos. Es un género, que si no estuviera cargado de todo aquello que molesta a todos, se quedaría en un tuit largo, un simple objeto de opinión que gracias al escritor, se engrandece a fuerza de estilo, estructura, y sobre todo, palabra. Luego que sean adjetivos, sustantivos o pronombres, es cosa de Peláez.

La suerte de poder leer algo, que no sólo opina sino que lo hace elevando a la prosa, es una obligación del escritor, al menos, así entiendo la columna; un campo, en el que para poder participar antes has debido beber mucho, en todos los sentidos. González Ruano, cuando terminaba, soltaba un «ya estoy escrito» y con ello celebraba las horas muertas que le quedaban hasta el día siguiente, para volver a enfundarse casco y botas, cuartillas y pluma, y empezar de cero con su literatura de opinión. Y lamentarse de lo mal pagado que estaba, lo que hoy en día le habría provocado un tumor. 

Peláez llega desde un blog hasta las crónicas parlamentarias de Abc, pero lo hace después de haberse empapado de todo. No se puede renegar de todo aquello que ya estaba hecho cuando empiezas a soltar opiniones como quién tiene una para todo. Venimos de una tradición que asusta, de Camba a Ruano, Wenceslao, Chaves Nogales, de Umbral a Campmany, sin olvidarnos de Trapiello, Jabois, Gistau, Leila Guerrero, De Prada, Olmos o mi padre; cualquiera de los que llenan de estilo y forma una manera de enfrentarse a la verdad, ensanchándote un poco en cada línea, o poniéndote más fácil lo que antes resultaba complicado. Y este Peláez llena de forma y estilo las columnas que escribe, se las piensa, y lo hace desde el punto que tienen los aventajados: la humildad y la moderación. Puede que alguna de sus máximas sea precisamente esa, cambiarte de acera centrándose en los grises, siendo el protagonista de algo que no funciona del todo, o que para colmo, no pretende hacerlo nunca. Y el cabrón consigue con cada texto hacerme reflexionar en una lucidez desconocida, ampliando la línea que me permite mirar más lejos y mejor. 

«Una opinión se lee para cambiar la tuya, te busca la vuelta, te escupe a la cara; no es lugar para analistas como si fuese esto de escribir bien»

«La originalidad es un plagio no detectado» (William R. Ingie) y ahí nos saca dos cuerpos de ventaja, porque siempre parece tan original como distinto, y eso, al menos, significa que bebe de pozos que los demás no detectamos ni con tres zahoríes. Porque de prosa se ha escrito mucho, aunque también dijo Delibes, que «para escribir un buen libro, no hace falta conocer París ni haber leído El Quijote. Cervantes cuando escribió El Quijote, aún no lo había leído». Y en esas anda Peláez, que si abriendo escuela o desenterrando muertos. Yo me apunto a lo primero, porque también he leído mucho, y a uno como éste no lo encuentro. 

Reúne diez años de dardos en, Ya estoy escrito (Península) con prólogos a cargo de su jefes en Abc y El Norte de Castilla, dos escuelas que precisamente destacan por ser la baraja de la mejor carta de escritores que opinaban: Delibes, Umbral, Ruano, Wenceslao, etc; verán que no es moco de pavo eso de mezclar la España real y la España de Madrid, con su ruedo, su payaso y sus trapecistas. Por eso, la columna de opinión es literaria, porque regala prosa al suceso, no como analista de los hechos que es a lo que deben lealtad los periodistas. Una opinión se lee para cambiar la tuya, te busca la vuelta, te escupe a la cara; no es lugar para analistas como si fuese esto de escribir bien, la nueva puta de inteligencia artificial que ha venido a contarme las cosas como a ella le dé la gana. Por eso encuentro en la columna lo que me gustaría pensar, decir, o que me cabrea porque a mí me gustaría haberlo escrito así. 

No se apuren los que vomitan en la columna literaria; ésta no hablará de atardeceres luminosos bajo cipreses que anulan la distancia con vuestro trasero. El miércoles se presenta en el Varela, de Melquiades, ¿dónde, sino? Y sigan a Peláez, tiene el estilo y el talento de hacerte pasar el día mejor y más tranquilo. 

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