THE OBJECTIVE
Alfonso Javier Ussía

La tortilla de patata

«Mi primera recomendación cuando estén delante de dos bandos tan peleados, es que no hagan tortilla: mejor unos huevos con patatas»

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La tortilla de patata

Una tortilla de patatas con pan. | Unsplash

Ahora que el CIS se dedica también a preguntar por la tortilla de patatas, deberíamos saber qué piensan sobre el tema Sigma Dos y Gad3, para que podamos comparar encuestas sobre tamaño tema que nos trae de cabeza a todos. Es muy probable que los resultados sean completamente contrarios, pero ya se sabe, no hay bocado a pie de urna en el que el español medio no aproveche para engañar al personal. 

Dentro de dos minutos, quizá tres, encontraremos en la carta de los mejores restaurantes el dichoso manjar, dado que ahora cuesta el doble hacerse el delicado bocado, tras la precipitada subida del aceite, las patatas y el huevo. Ya si encima le ponen cebolla, estaremos ante un manjar que muy pocos bolsillos podrán permitirse. 

En las dos Españas se crean dos bandos distintos respecto al uso de la cebolla. Según ha publicado el CIS, el 70% de los encuestados la prefieren con, mientras que el otro 30% la prefiere a secas. Hay restaurantes y bares que, ante el problema, ofrecen de las dos versiones para que todo el que la pide pueda disfrutar de un buen pincho a media mañana. Otros, sin embargo, no dan su sartén a torcer. 

Yo no vengo a denunciar inclinación alguna sobre una discusión tan severa, pero sí que puedo ofrecer versiones distintas, en las que el bolsillo será el menor de los problemas. 

Mi primera recomendación cuando estén delante de dos bandos tan peleados, es que no la hagan. Unos huevos fritos con patatas sustituirá la dichosa tortilla y, con toda seguridad, encontrará la satisfacción de sus comensales. Puede que sea necesario utilizar más aceite, pero también es bueno recordar que las patatas se pueden freír usando una mijina si disponen en casa de una freidora de aire. Sí, ese abultado electrodoméstico que regalan en promociones y que no sirve para nada más que desesperarse. También se puede utilizar el horno, aunque el dichoso plato tardará más tiempo que atravesar Madrid de punta a punta, cosa buena para que el colesterol no sea uno de sus problemas. Otra opción es pedirle a los invitados que traigan ellos una tortilla, pero, queridos lectores, eso puede acabar como Sodoma y Gomorra, así que no escatimen en aceite y frían un par de huevos con patatas. 

Si el precio del aceite sigue subiendo el Angliru, otra opción es cocer tanto los huevos como las patatas. Quedaría algo anglosajón, así, como penoso, pero puede ser una opción muy a tener en cuenta si se trabaja un discurso relacionado con la nutrición y la salud. Algo pobretón, sí, pero échenle imaginación que seguro que llegan a alguna conclusión que se pueda replicar. «Me ha comentado mi prima, que es una auténtica yogger, que el huevo duro mezclado con una patata cocida, es fundamental para que los triglicéridos vuelen por tus venas como una cometa en Tarifa». Una pizca de sal, una gota (una) de aceite, y adelante. Ya tienen otra versión más económica para estos tiempos que arrecian. 

«No hay bocado a pie de urna en la que el español medio no aproveche para engañar al personal»

Otra opción, todavía más barata, pero mucho más difícil de vender, les devolverá a la infancia. ¿Quién no cenaba un huevo pasado por agua un par de veces por semana? En esta receta, debemos sustituir el pan para mojar por un pequeño recipiente donde poner algunas patatas fritas de bolsa. Sería importante advertir, en el paquete que las contiene, si éstas se han frito en aceite de oliva o no. Dato importante para que podamos cumplir con los ingredientes del dichoso manjar, versión paupérrima. 

Un vasito pequeño, un recipiente con chips y, listo, ya tendrán su tortilla de patatas, que bien podría anunciarse en alguno de los restaurantes estafa que denominan a ese plato como «tortilla deconstruida al vaso».

Si todavía la cosa sigue sin funcionar, alguna marca, de cuyo nombre prefiero olvidarme, comercializa patatas fritas al huevo. Ellos sí que han encontrado un nicho de mercado adelantándose a los tiempos que corren. Sólo necesitan un euro para poder ofrecer a sus comensales, una tortilla de patatas digna de estos días. Pero ojo, el comensal al que conviden puede tomarse la invitación como un insulto y propinarle un sopapo que corte para siempre con su amistad. Es recomendable utilizar en caso de querer romper una amistad, sí. 

Otra opción, que además es la que les recomiendo sin duda alguna, es que no hagan caso ni al CIS, ni a GAD3 ni a Sigma Dos, y que se coman la tortilla de patatas que les guste, siempre y cuando se la puedan permitir. Dicen los entendidos, los que saben de verdad, que la tortilla de patatas, la buena, la de siempre, es sin cebolla y poco hecha. Así la cocinan en Betanzos, en Coruña, en Guipúzcoa, en José Luis, en la Taberna Pedraza, y en la mayoría de los sitios donde siempre fue referente y tradición. Otra cosa es que les guste, como en mi caso, las dos. Pero claro, entonces ni el CIS ni Sigma Dos ni Gad3, encontraría motivo para enfrentarnos, porque a mí, como a la mayoría, no nos importa en un día de frío y lluvia, tomarnos un pincho de cualquiera de las dos tortillas. Qué dos Españas tenemos. En el fondo, es la misma.

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