THE OBJECTIVE
Jorge Freire

La ciudad sindiós

«En tiempos de aldeanos sin fronteras no hay mayor paradoja que Madrid: es la única ciudad que es pueblo y el único pueblo que es ciudad»

Opinión
Comentarios
La ciudad sindiós

Atasco en la ciudad de Madrid. | Europa Press

Abrumado por la caída de Roma en manos de los bárbaros, San Agustín se preguntaba si tenía sentido fiar la más sagrada misión a una ciudad terrenal. Si, tal y como se explicita en el Evangelio de Juan, el reino de Cristo no es de este mundo, ¿para qué edificar su sede en feudos de mortales? Este razonamiento es el que guiaba al obispo de Hipona para alumbrar un concepto que, peregrinando intersecularmente, llega a nuestros días: la Ciudad de Dios.

¿Cabría hoy hablar, más bien, de la ciudad sindiós? Un prestigioso novelista afirmó hace unos meses, en una sesuda tribuna publicada en el periódico independiente de la mañana, que las terrazas y las franquicias habían privatizado el Madrid de su juventud, cuando se podía comer en abundancia por cuatro perras: «Una época en la que se podía ser pobre y vivir en las ciudades, y disfrutar de ellas». El precio del progreso, ya se sabe, es la perdida del encanto; ¡incluso del encanto de ser pobre!: y entretanto las ciudades crecen, un poco a su pesar, como el niño al que los padres reprochan que se le queda pequeña la ropa.

¿Será cierto que la capital es una selva de asfalto, dominada por la especulación y los pisos turísticos, en que rige la desidia y el vacío existencial? Lo desconozco, pero intuyo que, como diría el castizo, la felicidad va por barrios.

«La ciudad sindiós es una fantasía de la clase business, que tiene más que ver con el business que con la clase»

La ciudad sindiós es una fantasía de la clase business, que tiene más que ver con el business que con la clase. ¿Quiere usted sofisticación? Pues cultive la vida de un agente de bolsa neoyorquino, combine dietas con ímprobas sesiones de gimnasio, mezcle destilados con medicamentos y coseche pubalgias y cardiopatías. Ahora bien, ¿es necesario meterse en un atasco en pleno centro los fines de semana?

Desengáñese quien acude al after-hours para hacer amigos: más fútil que un lugar insustancial es acudir a él buscando el sabor de lo trascendente. Si se siente estúpido deambulando por un centro comercial, compre pan al panadero y tornillos al ferretero. Frecuente, si así lo desea, la milla de oro de cada ciudad que visite, pero no se queje de precios prohibitivos. Si el menú degustación del restaurante de diseño le parece caro, embaúlese un menú del día en el figón del barrio. La vida buena es buena a fuer de sencilla. Quien quiera fresco, que busque la sombra. 

Pongamos que hablo de Madrid… Una cosa es la quinta Avenida y otra, la Quinta de los molinos. Por dura que sea la ciudad a primera hora, el candor y la llaneza del barrio siempre aguardan al regreso. En tiempos de aldeanos sin fronteras no hay mayor paradoja que Madrid: es la única ciudad que es pueblo y el único pueblo que es ciudad.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D