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Maite Rico

Nos quieren enloquecer y no nos vamos a dejar

«La lectura de ‘Indomables’ lleva a preguntarse cómo es posible que el sentido común haya quedado barrido por un ‘neofeminismo’ disparatado y sectario»

Opinión
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Nos quieren enloquecer y no nos vamos a dejar

Ilustración de Alejandra Svriz.

Un grupo de militares y policías, con nombre, aspecto y, presumiblemente, genitales masculinos, han declarado sentirse mujeres y como tales han modificado su sexo en el registro. También lo han hecho dos presos de El Dueso. Les ampara la llamada ley trans, que garantiza la libre autodeterminación de género sólo con la manifestación de la propia voluntad. Los colectivos que la han impulsado los acusan de fraude. ¿Por qué? ¿Tiene un soldado menos derechos que una influencer? Que se anden con cuidado, porque la ley prevé multas de 150.000 euros por acoso discriminatorio. 

También en estos días un tipo que abusó de su sobrina ha visto rebajada su condena en dos años, gracias a ley del sólo sí es sí. Como otros 1.200 delincuentes sexuales. Mientras, España se desploma en los rankings de seguridad y bienestar de la mujer, y aumentan las violaciones. Esta es la ejecutoria de un Gobierno que ha entronizado, de la mano de la izquierda radical, un feminismo sectario, tenebroso e inane, que borra a las mujeres y el sentido común.

En medio de este aquelarre distópico, la lectura de Indomables. Diez mujeres frente al feminismo hegemónico (Ladera Norte) deja un poso de melancolía, porque lleva a preguntarse, justamente, cómo es posible que la inteligencia y la sensatez resulten excéntricas en un panorama dominado una ideología que victimiza e infantiliza a la mujer, criminaliza al hombre, destroza el idioma y promulga leyes disparatadas con consecuencias perversas. Un feminismo, que, como dice Paula Fraga, una de las autoras, no sabe definir qué es una mujer. 

Desde posiciones distintas, en incluso dispares, las diez articulistas repasan las falacias y las aberraciones conceptuales que han acabado por imponerse. Desde el campo del Derecho, Guadalupe Sánchez denuncia el uso del feminismo como parapeto ideológico del populismo para destruir el orden liberal, y cómo su traslación a las leyes ha consagrado la asimetría penal en función del sexo y acabado con la igualdad de los ciudadanos ante la ley. 

Miriam Tey aboga por abandonar el talante frentista que desvirtúa las relaciones afectivas, sexuales y familiares y por asumir la dictadura genética y las contradicciones para poder avanzar de forma constructiva. Intuiciones que Teresa Giménez Barbat aterriza con estudios científicos desmitificadores sobre la revolución sexual y la emancipación. Desde una perspectiva conservadora, María Calvo defiende la necesidad de volver a reconocer la importancia social de la maternidad y recobrar conceptos como el cuidado y el compromiso; y desde la izquierda feminista Paula Fraga vapulea las tesis posmodernas y queer, analiza las amenazas que suponen el transgenerismo y el identitarismo que legitima el hiyab y aboga por el retorno de un feminismo ilustrado que recupere la racionalidad y la igualdad.

«Por encima de las ideologías o de las creencias están el sentido común, los datos, la ciencia, la inteligencia»

María Blanco analiza la posición de la mujer en el mundo de la economía y los prejuicios que aún rodean a estas actividades. Marta Martín Llaguno recorre las relaciones de la mujer y la política y la hipocresía de los partidos con sus «políticas de género» y Rebeca Argudo pone el dedo en la llaga más vergonzante: la pasta, amigos. El maná de subvenciones del que trincan observatorios, fundaciones, colectivos, activistas, expertos y académicos oportunistas, con un ejemplo vergonzante de la Universidad de Granada. 

Y por último, las coordinadoras del libro se centran en las consecuencias prácticas. Berta González de Vega desgrana los efectos del discurso «antihombre» sobre las nuevas generaciones: los niños crecen en un entorno educativo hostil, bombardeados con talleres en los que la masculinidad se trata como si fuera una patología y en un sistema que los penaliza (como muestran las estadísticas del fracaso escolar). Y Yaiza Santos evoca la fiebre desatada por el #MeToo en México, la caza de brujas con denuncias anónimas que estalló en redes sociales y sus consecuencias catastróficas.

Los diez textos encajan perfectamente, porque por encima de las ideologías o de las creencias están el sentido común, los datos, la ciencia, la inteligencia. Componen, en suma, un rompecabezas ilustrado de la complejidad de los problemas reales.

Dice Lupe Sánchez que «la duración de los ciclos populistas dependerá de la predisposición de los ciudadanos a consumir un relato inexacto, infantil y moralizante de la sociedad». El problema no es tanto la gente como las élites: los partidos políticos (también la derecha, siempre dispuesta a comprarle motos averiadas a la izquierda), los medios de comunicación, la academia, las propias empresas, que con grandes dosis de hipocresía se apuntan al mainstream, aunque la corriente nos lleve al precipicio. La silenciosa opinión a pie de calle, sospecho, va por otro lado. Por eso libros como este son un sano contrapunto a la locura ambiental y un llamamiento a la resistencia.

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