Bochorno en Exteriores por el espectáculo pagano de Celaá ante el enviado del Papa
El acto con música callejera y sábanas blancas en la plaza de España deja atónitos a miembros de la embajada española y la Curia romana
En la antigua Roma las burlas y los chistes formaban parte de la vida cotidiana. Un hábito que no se ha perdido hoy en día. Desde el martes, circulan por las estancias vaticanas y los despachos del cuerpo diplomático en la capital italiana todo tipo de comentarios maledicentes ante el espectáculo de música callejera y sábanas blancas con el que la embajadora de España ante la Santa Sede, Isabel Celaá, dio inicio a los festejos por los 400 años del imponente palacio Monaldeschi, la legación diplomática permanente más antigua del mundo.
Ante la atenta mirada del enviado del papa Francisco, el cardenal Lorenzo Baldisseri, y del subsecretario del Ministerio de Asuntos Exteriores, Luis Cuesta, el grupo musical romano Brama realizó una especie de danza pagana al ritmo de los acordes del ‘Bolero de Ravel’ con la que se quería representar, en palabras de Celaá, la sensación de «fiesta y celebración a pesar del momento dramático que estamos viviendo». Una alusión, por tanto, a la guerra en Ucrania.
En realidad, la ceremonia musical dejó atónitos a los presentes, muchos de ellos turistas que se encontraban en la Plaza de España, uno de los sitios más bellos de Roma, y que se toparon en el exterior de la embajada de España ante la Santa Sede con un espectáculo sonoro y visual más propio de los rituales del solsticio de verano que cada año se celebran por estas fechas en el monumento megalítico de Stonehenge.
Una recreación que ha provocado bochorno entre algunos miembros de la legación española ante la solemnidad que se esperaba para este acto en una efeméride de estas características. El malestar ha llegado a oídos del departamento de José Manuel Albares, donde esperan que no se repita en el futuro. Sobre todo, ante la posible visita del Papa al emblemático lugar el próximo 8 de diciembre, día de la Inmaculada en la que los pontífices acuden a la Plaza de España.
Los romanos preguntan por la colada de Celaá
La puesta en escena corrió a cargo de un artista italiano de curioso apellido, Roberto Lucífero, autor de los tres tapices «efímeros» -solo estarán hasta finales de año- de resonancias barrocas que se han colgado de la fachada de la residencia de los embajadores españoles, a semejanza de los antiguos estandartes que se colocaban en los edificios más importantes de Roma. En esta ocasión, se ha utilizado para su elaboración un pvc microforado capaz de dejar pasar la luz y el aire para evitar que se mueva con el viento y se estropee con la lluvia.
La exministra de Educación explicó que había pedido a Lucífero que representase sobre todo la historia del siglo XVI de la Embajada, cuando «España estaba en pleno auge y era el adalid del mundo católico, la salvaguarda del mundo católico». Pero los presentes no vieron ninguna alusión a ello en el espectáculo de Brama, más allá de que el ‘Bolero de Ravel’ está inspirado en una danza española.
El propio Lucífero se puso al frente del grupo musical que descolgó las enormes sábanas blancas que cubrían los tapices que han quedado expuestos en la fachada. Una escenografía que la víspera fue motivo de mofa entre algunos romanos ante la impresión de que la residencia de la embajadora Celaá había sacado la colada a los balcones como se hacía antaño para que se secase antes la ropa.
El palacio Monaldeschi se convirtió en un lejano 1622 en la sede estable de los embajadores españoles ante los poderosos papas, un hito que España ha querido celebrar este año por todo lo alto, aunque el comienzo ha sido más que mejorable. La embajada que dirige Celaá ha planificado conferencias, libros, conciertos, misas y congresos internacionales entre los eventos previstos para celebrar este privilegio único.
Los tapices colgados quieren recrear la relación entre el España y la Corte papal en el siglo XVII, cuando el edificio fue alquilado para ser la sede estable de los embajadores españoles, antes de pasar definitivamente a manos de la Corona española en 1654. Por sus estancias pasó Diego Velázquez durante sus años en Roma y, en general, han gustado a los presentes.
Residencia ocasional de los reyes y rehabilitada en 2007 gracias a la aportación de mecenas privados, entre ellos Amancio Ortega, la embajada recoge la herencia de la pionera diplomacia española, nacida en 1480 con Fernando el Católico y que suma entre sus logros el reparto del continente americano.
«Siempre ha sido una embajada que ha unido la cultura española con la italiana y en la que se vivió un auténtico Siglo de Oro, el momento más intenso de las interrelaciones entre España, Italia y la Santa Sede», explicó Lucífero en una entrevista a Efe poco antes de la polémica representación junto a la puerta que da acceso a uno de los edificios más bellos en Roma.