«Merkel no ha sido más que una anécdota, una muy civilizada, discreta e ilustrada anécdota, dentro de un drama histórico, el de Europa»
«Esta vez ha sido por el virus, pero, con virus o sin virus, jamás en la historia humana toda una moneda ha logrado sobrevivir demasiado tiempo sin contar con un Estado guardando sus espaldas»
Han sido cuatro años de crecimiento estable. Pero se han pasado volando. Tras salir de la Gran Recesión, que en el caso de España abarcó de 2008 a 2014, cuesta aceptar que de nuevo se hable de crisis
2018 cierra con la adopción de dos medidas que pondrán a prueba la fortaleza de la unión monetaria a partir del próximo 1 de enero cuando cumpla 20 años de existencia. Tal y como estaba previsto, el Banco Central Europeo (BCE) pone fin a su programa de compra de deuda de las diecinueve economías que forman la zona euro. A modo de relevo, sus gobiernos han pactado hace pocos días un descafeinado acuerdo sobre los mecanismos de defensa de la moneda común, que supone algunos avances en la unión bancaria pero deja en el aire la deseada integración fiscal.
No será fácil que Europa se aproxime a los ciudadanos. Se trata de un proyecto racional que no se deja sentimentalizar fácilmente. A su favor están los datos; en contra, la facilidad con la que simboliza el status quo cuyo derribo promete acceso a la nación soberana y protectora. Es una ilusión, pero de ilusiones se vive.
El gobierno griego ha renunciado a bastantes temas que llevaba en su programa electoral, pero esto no es suficiente para la Europa neoliberal que quiere más y más. Da la sensación de que el objetivo final, puede ser echar del gobierno al partido que más votos ha tenido.
Ya nos gustaría creer que el problema de la deuda griega obedece a que el personal es una panda de maleantes que consumen los días haraganeando mientras otros pagan la ronda. Pero ‘oxi’ podemos.
Lamentablemente, los euro-escépticos estamos demostrando que teníamos razón cuando no nos fiábamos de quienes nos prometían fortuna y gloria si entrábamos en esa especie de secta económica que es la UE.
Si estuviera vivo a Dimitris lo hubiéramos visto ahí, desgañitándose de rabia, indignación y resentimiento. Si estuviera vivo Dimitris se habría quedado afónico de tanto gritar, pero también sin lágrimas de tanto llorar.