Josep Pla

Tres cosas que aprendí en Italia

Tres cosas que aprendí en Italia

Tener veinte años y hacer el primer viaje a Italia. Tal era, según Josep Pla, el deseo que rogaría al diablo si este le ofreciera uno último antes de morir. Yo tenía veintiuno y no el diablo, pero sí el programa Erasmus, me concedió un curso para estudiar Filosofía en Roma (también me ofreció pasarlo en Alemania, Francia o Inglaterra, lugares todos ellos donde se parlan lenguas bien apreciables…

¿A quién pertenece la autoría de una obra traducida?

¿A quién pertenece la autoría de una obra traducida?

La actual edición de El cuaderno gris es fruto de un concienzudo trabajo de “restauración”. Durante dos años, el catedrático Narcís Garolera corrigió errores tipográficos, mitigó algunas licencias artísticas de los correctores y reparó descuidos en la transcripción mecanográfica de la obra cumbre de Josep Pla. Garolera introdujo unas cinco mil correcciones en la edición catalana y tres mil en la traducción al castellano de Dionisio Ridruejo y su mujer, Gloria Ros. Tres mil correcciones sobre una traducción que más bien fue una reescritura.

La ruta Pla

La ruta Pla

Tengo por costumbre matar a todos mis ídolos cada 31 de diciembre, y luego voy renovando la fascinación por ellos, si se lo merecen, poco a poco. Para volver a admirar a Josep Pla me marché a Palafrugell recién comenzado el año, a hacer la ruta del escritor, con la idea de conocer la Costa Brava con el autor catalán como anfitrión. En el primer día de la escapada M. y yo caímos en la plaza Nova para comer en el Centro Fraternal, mientras los abuelos echaban la partida. Allí Pla se estrenó en el arte de la tertulia. “Al atardecer voy al café del Centro Fraternal. Encuentro a casi todos mis amigos —escribió—. Larga conversación sobre mujeres. La conversación de siempre”.

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