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Vila-Matas o la literatura como impostura

H&O Editores publica un libro con las entrevistas inventadas del escritor aparecidas en prensa en los inicios de su carrera

Vila-Matas o la literatura como impostura

El escritor Enrique Vila-Matas. | Europa Press

Ocho entrevistas inventadas (H&O editores, 2024) incluye, entre sus nueve textos, ocho entrevistas inventadas más el relato Recuerdos inventados, texto que abre el recopilatorio Primera antología personal (Anagrama, 1994), la ya mítica no-entrevista de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) a Marlon Brando publicada en julio de 1968 en la revista Fotogramas. La historia es sabida: Vila-Matas, con apenas 20 años, comienza a colaborar como redactor y crítico de cine en Fotogramas (estaría colaborando con la revista entre 1968-1970 desde Barcelona y, más tarde, desde París informaba sobre el cine de vanguardia), bajo la dirección de Elisenda Nadal y recibe un encargo, el de traducir del inglés una entrevista (real) al actor de Un tranvía llamado deseo, una entrevista por cuyos derechos supuestamente la publicación había pagado mucho dinero y habría de ser el artículo estrella del siguiente número.

El problema es que el escritor barcelonés no sabe inglés (aunque les asegura a sus jefes que sí), pero no se atreve a decírselo, porque teme que le despidan. En la entrevista inventada, Vila-Matas afirma que Brando deja el cine para dedicarse «en alma y cuerpo a la gran batalla contra la guerra, contra las injusticias sociales y las discriminaciones raciales que conmueven su país y el mundo entero» y le hace decir ridículas cursiladas como cuando se le pregunta cuántos hijos tiene y el Brando fake contesta que «algunos». Y añade: «Los hijos son como las flores en el gran prado del amor».

Todavía faltan unos pocos años para que Vila-Matas concluya su primera novela, Mujer en el espejo contemplando el paisaje (que publicaría Tusquets editores en 1973), en la que se suceden y se sobreponen personajes de dobles rostros invertidos. Así, se podría decir que Vila-Matas, en lugar de buscar soluciones prácticas busca remedios imaginarios (que para el autor son tan reales como los hechos) y lo que hace es, de alguna forma, impostar figuras shakespearianas en las personas reales que habría de entrevistar y, así, se tiene la extraña sensación al leer estas entrevistas de unos personajes que parecen escuchar(se) hablar a sí mismos. Con ello, estas entrevistas no son ni verdad ni mentira, sino una mera posibilidad entre la infinitud del lenguaje. Una impostura, pues.

Cuenta Mario Aznar, autor del prólogo del libro y del ejercicio de ficción crítica sobre la obra vilamatiana, Too late (La navaja suiza, 2022), que lo que sucede entre estas prácticas periodísticas del joven Vila-Matas es que en ellas se abre «una falla inapreciable» que es el desarrollo de la escritura, que se eleva más allá de las acciones, declaraciones y respuestas. Dicho en otros términos, Vila-Matas se sirve de los personajes reales, de lo que se conoce de ellos y su contexto y, con ello como telón de fondo, ensaya y entrena sus primeros pruebas de ventrílocuo literario. Con un matiz, y es que hay dos tipos diferentes de entrevistas: las completamente inventadas y aquellas que surgen de la ampliación y de la reescritura de otras entrevistas ya existentes y publicadas en otros medios que Vila-Matas expolia y hace suyas.

Como se ha dicho, son ocho las entrevistas aquí incluidas y que van desde el mes de julio del año 1968 hasta septiembre de 1983. Son los años en los que Enrique Vila-Matas todavía soñaba con ser director de cine (y, de hecho, lo único que le interesaba era el cine), cuando dirigió dos cortos financiados por su padre (Todos los jóvenes tristes, de 1969 y del que solo quedan algunas fotografías y Fin de verano, de 1970) y participó como actor en varios otros filmes. Son también los años de la buhardilla parisina alquilada a Marguerite Duras y los años de sus primeros libros: el ya mencionado Mujer en el espejo contemplando el paisaje, pero también La asesina ilustrada (1977) y Al sur de los párpados (Fundamentos, 1980), tentativas primeras todas de un escritor que quiere huir a marchas forzadas del realismo imperante en la época.

Laboratorio literario

De ahí que, junto a sus obras de ficción, y como sostiene también Mario Aznar, las entrevistas recogidas en Ocho entrevistas inventadas sirvan para atender a esos primeros esbozos del estilo vilamatiano, que se habría de crear, como el autor ha sostenido en múltiples ocasiones, gracias a copiar el estilo (aquí las voces) de los otros y que refulge ya en plenitud en el último de los textos: Recuerdos inventados, donde Vila-Matas paladea y degusta las máscaras de Tabucchi, Sergio Pitol o Borges, Paul Valery o la Muerte, un marinero y un barman.

Las entrevistas juguetean con lo abrupto del sinsentido de un Beckett, con la cosmovisión metafísica kafkiana o con el sardónico e hilarante fatalismo filosófico de un Josep Plà con afán maquiavélico. Se trata de un laboratorio de literatura potencial, donde Vila-Matas más que clarificar la verdad enreda a sus «entrevistados», juguetea con ellos (y a la vez consigo mismo), se envalentona (gracias a dejar que los entrevistados bravuconeen) e incluso inventa la verdad. Vistas desde hoy, las declaraciones de las celebridades incluidas en este volumen (Marlon Brando, Juan Antonio Bardem, Rudolf Nuréyev, Rovira Beleta, Anthony Burgess, Cornelius Castoriadis y Patricia Highsmith) resultan chocantes, llamativa y descaradamente risueñas o directamente absurdas e impropias para una interviú promocional.

Sin embargo, en su momento nadie pareció detectarlas (según ha confesado el propio autor apenas fueron unos pocos lectores y algún periódico barcelonés que insinuó que Brando se había vuelto loco). Y fue eso precisamente lo que confirió seguridad y aplomo en el joven Vila-Matas, todavía en su etapa de formación creativa, para continuar con sus fechorías fantasiosas. Se ha de hacer notar, no obstante, que en aquella época no es como ahora, y es que no había Internet. Las estrellas extranjeras pasaban por Barcelona y difícilmente estaban en el país cuando las entrevistas salían de la oscuridad de las rotativas a la luz del kiosco, por lo que la cosa pasaba bastante desapercibida.

No sucedía igual con los españoles, Bardem y Beleta, por ejemplo. «Como no estaba de acuerdo con su manera de ver el cine, cambiaba sus declaraciones para hacerles decir lo que yo pensaba» ha declarado Enrique Vila-Matas.  Así, por ejemplo a Bardem le hace decir que «el cine de la Escuela de Barcelona está políticamente invalidado» y que «Barcelona es una ciudad que jamás aceptaría un cine auténticamente revolucionario» o que «pienso que todos los caminos están cerrados en el cine español». Por supuesto, en este caso, Bardem sí se quejó a la revista.

Originalidad

Al tiempo que colaboraba en Fotogramas, el joven Vila-Matas también colaborada con la revista Destino, dirigida por Pere Gimferrer, y para la que el escritor catalán firmó, como confesó hace unos años en una larga entrevista para la revista Cahiers du Cinéma, unas cuantas críticas de películas que no había visto; las dejaba mal, por supuesto.

La entrevista a la escritora Patricia Highsmith, la última incluida en Ocho entrevistas inventadas, mezcla una realidad semi-inventada que se desvelaría luego real en sus Diarios y cuadernos 1941-1995 (Anagrama, 2022), pues que la autora vio desde su hotel a un hombre que era idéntico a Ripley, su célebre personaje. Y este ejercicio de periodismo ficción servirá para introducir su siguiente libro, el que publicaría el año siguiente, en 1984 y que significaría su entrada en la escudería Anagrama, en la que Enrique Vila-Matas permanecería hasta 2010, Impostura. De él habría de decir Mercedes Monmany en Diario 16 que era un «Alejamiento radical de los cánones usuales del realismo. Uno de nuestros jóvenes narradores más originales e inquietantes».

Un libro basado en un hecho real, el caso Canella-Bruneri, sucedido en la Italia de los años veinte y que tiene a un desmemoriado recluido en el manicomio de Collegno como protagonista, y a dos mujeres de diferente extracción social que lo reclamaban como su legítimo marido. En lo que escribió Jordi Llovet sobre el libro (compañero por aquel entonces en La Vanguardia) resuenan los ecos de las imposturas literarias incluidas en el libro que nos ocupa. Dijo entonces Llovet que «Enrique Vila-Matas es uno de los autores más malignos y peores enemigos de la moral pública del que jamás haya tenido noticia escrita».

Eso y no otra cosa es lo que encontrará el lector de este Ocho entrevistas inventadas: a un joven desvergonzado poniendo en boca de varias celebridades unas cuantas majaderías, disparates y bobadas que, sin embargo, leídas hoy resultan de lo más congruente (o mejor, digamos verosímil). Una suerte de dardo envenenado contra las veleidades de la fama y el brillo pomposo de la notoriedad cultural que sí, se ha de decir, hace mucha gracia.

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Ocho entrevistas inventadas
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