El atentado en el metro de San Petersburgo, venganza del Estado Islámico (hay que dejar de llamarlo “autoproclamado”, pues todos los Estados se autoproclaman, y es así como se constituyen) por sus continuas derrotas, en las que Rusia tiene parte esencial del mérito, es una ocasión tan buena como cualquier otra para leer el cuidadoso, documentado ensayo de Fernando Reinosa sobre los atentados en los trenes de las cercanías de Madrid, “¡Matadlos! Quién estuvo detrás del 11-M y porqué se atentó en España”. Leyéndolo, tras hacerse preguntas sobre el grado extremo de la alienación, la confusión, la frustración que destiladas en fanatismo pueden llevar a unos jóvenes a matar a bulto a gente a la que no conocen, se confirma la sospecha de que los terroristas suicidas son siempre el tonto de la clase, mientras el más listo pone pies en polvorosa y lo siguiente que se sabe de él es que ha pasado a formar parte del núcleo más íntimo de Al Qaeda.