Paloma del Río tiene una voz que para los españoles es indisociable de la gimnasia. Es como la entrega de medallas, los polvos de magnesio o la sonrisa de las diminutas gimnastas chinas; los deportistas se van sucediendo y esa voz es uno de los rasgos que permanecen inalterables. Desde Río, Del Río está haciendo un trabajo que ya no podemos calificar como extraordinario porque ella lo ha convertido en habitual. Describe de una forma didáctica y apasionada los ejercicios de una disciplina sobre la que la mayoría de sus espectadores no tenemos ni pajolera idea. La suya es una labor paciente. Cada cuatro años, nos enseña a entender la gimnasia, a nosotros, que repartiríamos dieces como catedráticos enloquecidos a un paso de la jubilación. Su narración tiene este año una particularidad. De vez en cuando, Del Río abre un paréntesis y cambia el tono para contestar a algún tuitero que le reprocha un comentario o que le exige –porque exigen- alguna rectificación.