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Cultura

Agosto en España, una fiesta eterna

Agosto es un mes fiestero. Al menos, en España. Fiestas patronales en cada pueblo, tradiciones para revivir los orígenes de muchos… Cualquier excusa es buena para divertirse. Sin embargo, entre tantas festividades que réune el octavo mes del año en España, hay algunas que son referencia mundial. Son esas experiencias que, al menos, has de vivir una vez en la vida.

Agosto en España, una fiesta eterna

El mes de agosto, España está llena de fiestas. En la imagen, dos jóvenes disfrutan del Descenso del Sella, en Asturias (Eloy Alonso/Reuters)

Ha llegado el momento de despedirse de julio. El octavo mes del año irrumpe en el calendario. Y lo hace con fuerza. Las fiestas se niegan a dar tregua al aburrimiento. Al menos, no sería así en la geografía española. De norte a sur, de este a oeste. Pueblos o ciudades, mares y montañas… retrocederán en el tiempo para mantener vivas las tradiciones y frescas sus raíces. Todos rendirán tributo a la tradición, sea ésta más pagana, más mora o más cristiana. A continuación, se citan las fiestas que todo ser humano ha de vivir cualquier agosto de su existencia. Tomen nota.

Tierra de conquistas

España es la suma de todos y cada uno de los pueblos que han arribado en ella. Su historia está salpicada de conquistas, de victorias y derrotas, de anécdotas en los más diversos campos de batallas… Así, algunas de las citas festivas de muchos rincones del país hunden sus raíces en ellas para reencontrarse con sus orígenes.

El primer fin de semana de agosto, la localidad pontevedresa de Catoira viaja en el tiempo. Sus habitantes salen al encuentro de los vikingos que llegan dispuestos a hacerse con los tesoros más valiosos de la Tierra de Santiago. Celebran la popular romería vikinga, una fiesta con la que retroceden al siglo XI. Revivir este episodio permite entender porque este rincón es conocido como “el escudo de Galicia”. Las Torres do Oeste fueron escenario de encarnizadas batallas contra los piratas normandos y sarracenos que llegaban dispuestos a saquear la ciudad del apóstol.

Será en este paraje donde los visitantes podrán revivir el desembarco vikingo. Divisarán la entrada del drakar de los invasores que encarnan los jóvenes de la localidad. Pieles, escudos, hachas y los míticos cascos con cuernos forman parte de la indumentaria que les convierte, por un momento, en enemigos de su pueblo. Ya en tierra, dan rienda suelta a la interpretación y libran todo tipo de batallas donde la sangre es sustituida por el vino. Todo ello, aderezado con música tradicional, comidas campestres y ganas de pasarlo bien. Si no te lo crees, puedes consultar el programa de actividades que el Ayuntamiento de la localidad ya ha cerrado.

Como peces en el agua

No serán vikingos, pero sí expertos en el arte del piragüismo quienes surquen las aguas del río Sella. Una cita con el deporte que se ha convertido en una excusa festiva a lo largo de los 15 kilómetros. Eso sí, lo lúdico, desde la orilla.

El Descenso Internacional del Sella se celebra el primer sábado de agosto posterior al día 2 del mismo mes entre Arriondas y Ribadesella, en Asturias. Las canoas inundan el arenal del río y se van difuminando a lo largo del recorrido bajo la atenta mirada de un público con ganas de divertirse.

Comenzó como una excursión entre amigos allá por 1929. Dionisio de la Huerta, el Dr. Benigno Morán y Manés Fernández descendían entonces por el río Piloña, desde Coya hasta Infiesto. La travesía les llevó dos horas y media. Repitieron y, en la tercera edición, llegaron a Ribadesella. En 1932, compitieron por primera vez trece palistas asturianos. Tres años más tarde, el Descenso adquiría categoría nacional: las inscripciones se abrían al resto del país.

La Guerra Civil truncaría su buena marcha. Pero regresó. Veinte años después de aquella primera edición, conquistaba el mundo: los palistas arriban en la región procedentes de cualquier rincón del planeta. Hoy es la cita más importante del piragüismo mundial.

¡Tomates van!

La huerta mediterránea bien se merece una fiesta. ¡Qué se lo digan a los vecinos de Buñol!, artífices de una de las batallas “campestres” con más proyección internacional. En sus calles se fraguó la popular Tomatina. Una fiesta que ya ha traspasado sus fronteras y que se celebrará el próximo 27 de agosto.

Corría el último miércoles de agosto del año 1945. La Plaza del Pueblo había sido tomada por comparsas, gigantes y cabezudos… Un grupo de jóvenes se “coló” entre la comitiva para disfrutar desde dentro de la fiesta. El frenesí de la juventud propició la caída de uno de los participantes que no resultó, precisamente, tolerante con la lozanía de los mozos. Quiso el destino que ese buen ciudadano cayese frente a un puesto de verduras y que fuesen los tomates la munición elegida para aplacar su furia contra quienes le habían arrojado al suelo. Su cabreo contagió a los allí presentes y se desató en una verdadera guerra de tomates que, al año siguiente, se repitió. Eso sí, de forma voluntaria.

Sobrevivió a varios altercados con las autoridades en la dictadura franquista. Sin embargo, el empeño de los vecinos de Buñol hizo que su espíritu se conservase intacto. Su popularidad fue abrumadora a partir de un reportaje realizado por Javier Basilio para “Informe Semanal” (TVE) en el 1983. Los participantes comenzaron a llegar de toda España. Pronto, de cualquier región del globo. Así, La Tomatina de Buñol consiguió ser declarada en 2002 Fiesta de Interés Turístico Internacional.

La munición para este año ya está lista. Según han confirmado a Investigations fuentes de la organización, se lanzarán un total de 120 toneladas de tomate. «Se compran en Chilches (Castellón) y cuestan unos 36.000€». El «batallón» estará formado por 22.000 «efectivos» que accederán a la Zona Tomatina, aseguran. Sin embargo, Buñol espera recibir 40.000 personas.

Sin parar

No cabe duda de que hay más entradas que añadir en este calendario. Muchos serán los municipios, ciudades o aldeas de España que cuenten con una fiesta, una romería o una cita única que se repita año tras año. Las tradiciones son, precisamente, eso: volver a celebrar una y otra vez lo que hace de cada lugar y de su gente algo inimitable. Sumar, en definitiva. Pero, no menos cierto es que, algunas de estas tradiciones se han multiplicado, se han elevado a la enésima potencia… y, a día de hoy, son el sello de identidad de un país que, quizás por tradición, adora la fiesta.

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