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El déjà vu literario de 'Los detectives salvajes'

Fue en 1998 pero también pudo haber sido en el 2018; Bolaño le escribe a Mario Santiago y sueña con sus viajes en motocicleta por el desierto de Sonora.

El déjà vu literario de ‘Los detectives salvajes’

No hay dos días iguales, ni los años ni los meses a pesar de llevar el mismo nombre incurren en repeticiones. Lo de ‘un día como hoy’ recae en lugares similares, no es un día igual pero un día parecido, un déjà vu literario que nos transporta al recuerdo de John Steinbeck escribiendo Las uvas de la ira o al año en que Bolaño publicó Los detectives Salvajes.

En este texto nos quedamos con el último apellido, con Bolaño y sus quimeras latinoamericanas, con el poeta mexicano Mario Santiago y su reencarnación en Ulises Lima, con una estela de dos décadas dentro de las cuales en un año parecido pero no igual el escritor chileno Roberto Bolaño divulga una de sus odiseas más personales -no es casualidad que Ulises sea también el nombre del héroe de la Ilíada y aparezca en las reinterpretaciones “modernas” de James Joyce o de Derek Walcott-.

Fue en 1998 pero también pudo haber sido en el 2018; Bolaño le escribe a Mario Santiago y sueña con sus viajes en motocicleta por el desierto de Sonora. Mario Santiago no le escribe a nadie pero reencarna en Ulises Lima, un poeta que si tiene quien le escriba – a diferencia del Coronel de la novela de Gabriel García Márquez- así como a quien escribirle: Arturo Belano, quien a su vez le escribe a Mario Santiago en un ficción que en la vida real multiplica las nostalgias de un continente sobre las ruedas de su moto negra.

«Ulises Lima era mi amigo Mario Santiago. Fue mi mejor amigo, mi mejor amigo de lejos. Poeta mexicano, un ser extrañísimo. En realidad Mario Santiago parecía haber bajado de un ovni hace un par de días. Era un lector empedernido que tenía cosas tan extrañas como meterse en la ducha y seguir leyendo. Se metía en la ducha y con la mano mantenía el libro así, con la mano tendida. Lo peor es que eran mis libros. Yo siempre veía mis libros mojados y no sabía que había ocurrido. Yo me decía ‘es que ha llovido en México'», recordaba Bolaño sobre Mario Santiago en 1999, un año después de su muerte, en una entrevista transmitida por televisión y realizada por Cristian Warnken.

Pero antes de que Bolaño escribiera a los Detectives Salvajes ya sus personajes existían en otras historias y dimensiones. En la novela corta Estrella Distante y los cuentos El Gusano y Los detectives del libro Llamadas telefónicas el personaje de Belano -y alter ego de Bolaño- comenzaba a formar una leyenda que continuaría con apariciones en relatos como Amuleto y Putas asesinas. En el caso de Ulises Lima sus apariciones son menos frecuentes pero no por ello inocentes, ya sea bajo su nombre ficticio o en los poemas dedicados exclusivamente a Mario Santiago, su presencia es constante en la narrativa de Bolaño desde antes de entender que resucitaría el retrato del poeta Latinoamericano con sus ficciones. 

Esa presencia se refleja en El burro, uno de los tantos poemas inspirados en la amistad de ambos.

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Poema completo

 

Los detectives de siempre

Bolaño sabía que iba a escribir su historia por lo menos desde 1996, cuando se postula para una beca literaria con una idea muy parecida a Los detectives salvajes. El proyecto de una extensión de entre 400-500 páginas establecía la conocida narrativa de su odisea, y a veinte años de su publicación la quinta novela del escritor sigue siendo una manzana de Adam para entenderse con las migraciones y exilios hispanoamericanos.

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Roberto Bolaño junto a Mario Santiago, Bruno Montané y otros compañeros en el bosque de Chapultepec | Foto vía La Ventana, Casa de las Américas

En Los detectives salvajes hay dos realidades, la de los personajes y la de Latinoamérica. A través de su diario Juan García Madero, estudiante de derecho de 17 años, describe su encuentro con los real visceralistas en México y el mundo. En paralelo Bolaño hace uso de hasta 52 testimonios de distintos personajes para rastrear las vivencias de Arturo Belano y Ulises Lima. En líneas simples el argumento es el de un grupo de adolescentes que  se concibe a través de la poesía y de un movimiento poético mientras respiran la ciudad de México. Son decenas de voces y testimonios que persiguen el rastro de una tal Cesarea Tinajero, inspirada en la vida real en la poeta mexicana Concha Urquiza, y que en el camino relatan las soledades en tránsito de Ulises y Belano.

En la vida real este realismo visceral existió bajo el nombre de infrarrealismo y fue de hecho fundado por Bolaño y otros jóvenes poetas.

En contraste aparece Latinoamérica y su literatura, el rostro de las historias que migran y las narrativas que se agitan dentro de las letras. Como una matrioshka Bolaño es ese escritor que escribe sobre escritores, que a su vez escriben sobre otros escritores en un círculo interminable que intenta descifrar el efecto constante de la literatura en una generación perdida, y el encuentro de esta en el exilio de sus poetas.   

En la novela aparecen también otros personajes reales como el poeta  Juan Bañuelos  retratado en la novela como Julio César Álamo o Iñaki Echevarne, en alusión al crítico español Ignacio Echevarría.

 

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Portada de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño vía Editorial Anagrama

 

Para Bolaño Los detectives salvajes fue una especie de retrato generacional, reflejos de derrotas, decadencias, ilusiones y sobre todo de la querella literaria dentro de una comunidad en donde los colmillos suelen estar al aire. La búsqueda de Cesarea Tinajero es eventualmente una excusa para indagar los orígenes de la rebeldía poética de un paisaje. Por otro lado, México como escenario fue siempre un punto recurrente en sus historias, ya que Bolaño no solo vivió en Ciudad de México durante muchos años, sino que aquí decidió ser escritor y aquí  mantuvo tal vez las relaciones más significativas para la carrera que lo sorprendería más tarde.

‘Yo decidí ponerme a escribir a los 16 en México, y además en un instante de ruptura total, con la familia, con todo, como se hacen estas cosas’, recuerda Bolaño al ser entrevistado.   

 

Déjà vu

En el mismo año de su publicación -1998- Los detectives salvajes ganó el premio Herralde de Novela concedido anualmente en España y consecutivamente en 1999 el premio Rómulo Gallegos. ​Su popularidad solo se acentuó con los años y con la diáspora de poetas que recordaban a Rimbaud y sus viajes rebeldes, sus aventuras fragmentadas en continentes, sus relaciones con escritores que sueñan con ser escritores.

Hoy un Déjà vu literario nos transporta a un aniversario más, sin embargo no son los años sino las páginas que inmortalizan generaciones y relaciones las que revelan porqué Los detectives salvajes sigue siendo parte imprescindible de la literatura universal.

‘A un aspirante a escritor le daría el consejo que nos dábamos los jóvenes infrarrealistas en México. Cuando teníamos 20, 21 años, teníamos un grupo poético, y éramos jóvenes, maleducados y valientes. Nos decíamos: vivir mucho, leer mucho y follar mucho’. Roberto Bolaño


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