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De ‘Vaya semanita’ a ‘La línea invisible’: las historias de ETA invaden la pantalla

Hablamos con Mariano Barroso, Jon Sistiaga, Justin Webster y Borja Cobeaga sobre la proliferación de proyectos audiovisuales sobre ETA, su propia experiencia y el futuro de todos estos relatos.

De ‘Vaya semanita’ a ‘La línea invisible’: las historias de ETA invaden la pantalla

El 8 de abril debuta en Movistar+ el drama sobre el primer asesinato de ETA La línea invisible. La misma plataforma estrenó el 31 de octubre la docuserie ETA El final del silencio. Y antes, en 2017, debutó El fin de ETA, película de no ficción sobre las negociaciones que hicieron posible el cese definitivo de la actividad armada de la banda terrorista. Mucho antes, el programa Vaya Semanita, las películas Negociador y Ocho apellidos vascos y, finalmente Fe de etarras se rieron del conflicto vasco, la banda terrorista y todos los tópicos sobre la vida en el País Vasco. Hablamos con Mariano Barroso, Jon Sistiaga, Justin Webster y Borja Cobeaga sobre la proliferación de proyectos audiovisuales sobre ETA, su propia experiencia y el futuro de todos estos relatos.

 

El 7 de junio de 1968 ETA se cobró su primera víctima asesinando al guardia civil José Antonio Pardines. Cinco décadas después, el 3 de mayo de 2018, la banda terrorista anunció su disolución, habiendo causado 826 muertes y más de 3.000 heridos. Esta realidad, tan dolorosa como cercana, durante mucho tiempo fue un tabú en España. Pero la proliferación de series, documentales, y antes que todos ellos, comedias sobre el conflicto vasco, no solo demuestra el interés de los espectadores, sino la necesidad de comprender el origen del horror. Empezando por esa primera ejecución.

“Me parece que es una parte de nuestra historia más reciente muy desconocida porque sabemos bien todo lo que pasó después, pero no cómo surgió ETA”, cuenta Mariano Barroso hablando de La línea invisible, serie de seis capítulos disponible en Movistar+ desde el 8 de abril que indaga en los acontecimientos previos a esa fatídica decisión. O como dice, más lírico, el director: “cuando el sueño empieza a convertirse en una pesadilla”.

Porque en esta ficción los etarras son personajes con sueños, ideales, familias y, por supuesto, contradicciones, que sirven, precisamente, para explicar cómo nace la barbarie. “El torturador franquista puede ser un buen padre”, dice Barroso sobre el jefe de la Brigada Político-Social de Guipúzcoa, Melitón Manzanas, a quien interpreta Antonio de la Torre. “El poeta sensible puede llegar un día en que apriete el gatillo y mate a una persona”, sigue contando sobre Txabi Etxebarrieta, el líder de ETA que cometió ese primer asesinato y a quien encarna Àlex Monner. “Los seres humanos somos así y mostrarlos de una sola pieza no haría honor a la realidad”, añade el presidente de la Academia de Cine sobre esta serie, “una versión ficcionada basada en hechos reales”.

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Jon Sistiaga. Foto cedida por él mismo.

Hace pocos meses, el 31 de octubre de 2019, la misma plataforma estrenó la docuserie de Jon Sistiaga ETA El final del silencio, título que, en palabras del periodista, subraya el hecho de que “en Euskadi ya se puede hablar de todo sin la amenaza de la violencia”. Y desmarcándose de las ficciones, destaca que el tiempo de cocción de su propuesta es mucho más lento. “Al trabajar con personas tienes que contactar con ellos, mimarles, convencerles de que hablen, hacerles entender el potencial simbólico de que rompan ese silencio de 50 años impuesto por las armas y el miedo”, explica el periodista, que centrando el relato en las víctimas, también incluye testimonios de los terroristas.

“La palabra equidistancia mató el periodismo en este país durante mucho tiempo. Si tratabas de explorar las zonas grises de cualquier conflicto o historia humana parecía que estabas apoyando o blanqueando [a los etarras], humillando a las víctimas, cuando es algo que hay que hacer y que yo he hecho en Irak, en Siria, en Colombia o en Afganistán”, defiende Sistiaga. “Aquella fórmula de hablar con un lado y el otro estaba vetada por nuestra cercanía con el conflicto. Así que a la hora de enfocar esta serie tenía claro que no tenía que pedir disculpas. Con todo el respeto y el cariño se podía explorar a algunos victimarios para tratar de entender cómo, como dice uno de los terroristas, alguien va asumiendo la idea de que puede y debe matar por una ideología”, explica. E igual que Barroso, insiste: “El que crea que un terrorista no es una persona humana se equivoca. Son personas que han cometido actos monstruosos por los que tienen que pagar y que están pagando”.

Del documental al drama, pasando por la no ficción

Atendiendo a la cronología, da la impresión de que en el audiovisual el documental ha allanado el camino de la ficción. Pues en enero de 2017, esto es, antes de la disolución de ETA, Justin Webster estrenó El fin de ETA, una película sobre los 10 años de negociaciones que hicieron posible el cese definitivo de la actividad armada de la banda terrorista el 20 de octubre de 2011. “Los documentales muchas veces preparan el terreno para la ficción: hacen la investigación, exploran las posibilidades narrativas, descubren o encuentran personajes, es normal”, señala el director, que en su caso prefiere hablar de documentales narrativos o de películas de no ficción.

“En esa época proponer un documental sobre ETA era tremendamente aburrido porque todas las televisiones esperaban más de lo mismo: expertos hablando sin mucha tensión narrativa, que es lo que a mí me gusta”, apunta Webster sobre su particular estilo, que desgranó en una entrevista con The Objective sobre su documental más reciente, El fiscal, la presidenta y el espía. “A partir del libro de Luis Rodríguez Aizpeolea”, ETA: Las claves de la paz, “yo me centré en tres personas como los protagonistas: Jesús Eguiguren, Alfredo Pérez Rubalcaba y Arnaldo Otegui; las negociaciones, que empezaron entre 2000 y 2001; los momentos más duros y el caserío donde tuvieron lugar”, explica el director.

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Jesús Eguiguren, ex presidente del Partido Socialista de Euskadi e interlocutor en las negociaciones con ETA. Maixabel Lasa, viuda del político vasco Juan María Jáuregui, e Ibon Etxezarreta, el etarra que lo asesinó. El exvicepresidente del Gobierno y ex secretario general del PSOE Alfredo Pérez Rubalcaba quien era Ministro de interior en esa época. | Imágenes de ‘El largo fin de ETA’ vía Justin Webster.

La sátira que desarmó a ETA

¿Y qué pasa con la comedia? Pues como recuerda Borja Cobeaga, que en el mismo 2017 estrenó Fe de etarras en Netflix, no solo es que llevaran década y media riéndose del conflicto vasco, sino que quizá este título marcó el fin de un ciclo que él comenzó en 2003, cuando dirigió el programa de humor de la ETB Vaya semanita. “Da la sensación de que el relato más humanista y trágico de las víctimas, como puede tener Patria, ha venido después de la sátira. Y creo que Fe de etarras, que es un proyecto que teníamos desde 2007, llegó tarde. Habíamos hecho ya tantos chistes que quizás el espectador estaba ya un poco viciado”, cuenta el guionista y director. Que en 2014 hizo doblete con Negociador, una tragicomedia sobre las negociaciones entre el gobierno y ETA ya mencionadas; y el taquillazo Ocho apellidos vascos, una comedia romántica donde se carcajean del terrorismo, el nacionalismo y todos los tópicos vascos (y andaluces) imaginables.

Empezando, entonces, por Vaya semanita, Cobeaga afirma: “Vivir algo durante tantos años de manera tan dramática te lleva a intentar desahogarte y el humor es fundamental para eso. Nosotros pusimos en pantalla algo que estaba en la calle y es que esta gravedad necesitaba una sátira. Pero no hicimos sátira política, sino del costumbrismo: de cómo afectaba [el terrorismo] a la vida cotidiana. Por eso no hubo censura en ningún momento, porque nuestro humor era bastante blanco, nos reíamos de nosotros mismos y, además, funcionaba estupendamente”. Y ojo porque las parodias incluían cómo deshacerse de un cadáver, las escisiones, treguas y comunicados de ETA o los vídeos de las entregas de armas.

Cobeaga considera que el actual interés de cadenas, plataformas o productoras en desarrollar proyectos sobre ETA está directamente relacionado con el resultado de propuestas anteriores, empezando por el superventas de Fernando Aramburu, cuya adaptación televisiva estrenará, próximamente HBO. “No estaríamos teniendo esta conversación si Patria no hubiera sido un éxito. Es el éxito lo que hace incontestables las cosas y lo que marca la agenda”, afirma el guionista. A quien, de hecho, le ocurrió algo parecido con Vaya semanita, que no solo triunfó en la pública vasca, sino en todos los programas de zapping del país. “Hubo varios intentos de adaptación a la televisión nacional, pero cometimos el error de intentar adaptar su espíritu cuando no teníamos un punto de vista original sobre lo que pasaba en España. Con Ocho apellidos vascos entendimos que teníamos que hacer lo mismo e hicimos una versión, quizá un pelín menos macarra, pero que tenía bastante que ver con lo que hacíamos en Vaya semanita. Y acertamos”, como demuestran sus 9,5 millones de espectadores, solo en cines.

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Borja Cobeaga a la derecha de Javier Cámara dirigiendo una de las escenas de ‘Fe de Etarras’. 

La hora de los relatos

Todos están de acuerdo en que el final de la violencia y la disolución de ETA han permitido que muchos proyectos florecieran. Incluso Amazon se ha subido al carro con el documental El desafío: ETA, una serie sobre la lucha del Gobierno español y la Guardia Civil contra la banda terrorista donde altos mandos de la benemérita relatarán las operaciones más difíciles y arriesgadas para neutralizar los sucesivos comandos. Además de contar con el testimonio de los cuatro expresidentes del Gobierno, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy; los ex lehendakaris Carlos Garaikoextea y José Antonio Ardanza; el antiguo jefe de la Casa Real, Fernando Almansa; y varios ex miembros de la banda.

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Imagen de ‘Patria’. | Foto: David Herranz vía HBO España.

Desde la perspectiva de 2020, Webster aduce, asimismo, tres razones para el surgimiento de estas producciones. “En primer lugar, y como dice Maixabel Lasa”, viuda del exgobernador civil de Gipuzkoa Juan Mari Jáuregui, asesinado por ETA en 2000, “es la hora del relato, debatir narrativamente lo que pasó, contar las historias y que haya muchos relatos. La segunda razón es que no se ha hecho antes, y en parte es natural porque con violencia es muy difícil contar estas historias con la libertad necesaria. Y la tercera razón son las plataformas: son internacionales, no tienen la perspectiva tan marcada y son más atrevidos a la hora de buscar temas, y el asunto de ETA es un vacío o una oportunidad porque hay gente interesada en saber más”, asegura el director.

Sistiaga, por su parte, considera que en Euskadi se tienen que producir aún dos procesos. “Primero, que cada uno asuma lo que hizo y lo que no hizo, salir de esa dulce amnesia en la que vive la sociedad vasca, en la que no miramos para atrás y pasamos página. Preguntarnos dónde estábamos, cómo reaccionamos y qué hicimos”, afirma. “Segundo, si no apelamos a esa memoria colectiva, los que de verdad tienen que pedir perdón van a seguir de lado. No solo los miembros de ETA, sino quienes les apoyaban”, añade.

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Imagen de ‘La línea invisible’. | Foto: Lisbeth Salas | Movistar +

Volviendo a La línea invisible, Barroso asegura que su objetivo es hablar “de la banalización del dolor ajeno, de la falta de empatía por el otro, de esos conceptos que ahora que estamos confinados suenan tan huecos como la construcción de la identidad nacional”. Y reflexionar junto al espectador. “No me siento obligado a dar respuestas, sino que tengo el privilegio de poder trabajar desde las preguntas”, sentencia.

Recién estrenada la segunda temporada de Vota Juan, retitulada Vamos Juan, Cobeaga no descarta volver a hacer comedia sobre el conflicto vasco. “Tenía un proyecto con Juan Cavestany sobre la historia de Bartolín Rubia”, un joven concejal del PP que en 1998 simuló un secuestro de ETA para obtener notoriedad. “Nunca llegamos a hacerlo. Pero ahora apetecen más cambios de tercio”, confiesa el guionista. Sea como fuere, todavía quedan muchas historias que contar.

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