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La casa de los espíritus: Cuando el realismo mágico visita los escenarios

El Teatro Español presenta una versión de la novela de Isabel Allende, un relato sobre la fusión de los universos antagónicos

La casa de los espíritus: Cuando el realismo mágico visita los escenarios

Jesús Ugalde | Teatro Español

«La gracia no es morirse, sino sobrevivir. Escribe con el pensamiento para evadirte. Escribe el tremendo secreto que estás llevando», le susurra el fantasma de Clara a su nieta, quien ha sido secuestrada y es torturada en un centro de detención clandestino durante la dictadura de Augusto Pinochet. Alba recibe esta bocanada de oxígeno y da inicio a la narración de la historia de su propia familia, los TruebaDel Valle. Esta escena oficia como apertura de la versión teatral de La casa de los espíritus, basada en el bestseller de Isabel Allende, que se estrenó ayer en el Teatro Español, dirigida por la prestigiosa Carme Portaceli.

Isabel Allende escribió La casa de los espíritus en 1982, una novela que narra la saga de una familia en Chile durante el siglo XX. Esteban Trueba es el patrón y el patriarca, pero son otras las criaturas atractivas. La autora cincela cuatro generaciones de heroínas –Nívea, Clara, Blanca y Alba– que se imponen ante el machismo imperante y los corsets sociales que lastiman, literal y figurativamente. El realismo mágico impregna la lógica del relato, es decir, los elementos maravillosos están presentes en la vida de los personajes, sin perturbarlos, sino que, por el contrario, son naturales y orgánicos a su existencia. Teatralmente, este género brinda muchísimas probabilidades, no solo estéticas, y una gran capacidad lúdica que Portaceli explora de modo magistral. Además, no falta el humor –en los partos de Clara o en su indiferencia hacia las joyas, por ejemplo– ni tampoco el salvajismo. 

Allende, la última ganadora del Premio Liber que concede la Federación del Gremio de Editores de España, galardón destinado al autor hispanoamericano más destacado, admite en sus entrevistas que La casa de los espíritus es un homenaje a su abuela. «A Clara no tuve que inventarla. Clara es mágica, sabia, buena, como lo era mi abuela, una persona llena de compasión», decía en 2020 sobre esta criatura estrambótica que tiene el poder de la telequinesis y de la predicción, entre otros dones. Mujeres de cabellos verdes y damas que pueden, como si del flautista de Hamelin se tratase, encantar a las hormigas, también habitan este mundo que cobra nuevas dimensiones en la versión teatral.

La casa de los espíritus: Cuando el realismo mágico visita los escenarios
Foto: Jesús Ugalde | Teatro Español.

Portaceli convocó a un sólido elenco que, durante tres horas y media, dan vida a esta historia. Esteban Trueba es interpretado por Francesc Garrido; Carmen Conesa se luce como la encantadora Clara; Inma Cuevas interpreta a Nívea, una de las primeras feministas del país, y a Blanca, su nieta;  Miranda Gas encarna a Alba. Completan esta compañía Jordi Collet, Gabriela Flores, Pilar Matas, David Fernández Fabu, Borja Luna y Guillermo Serrano. Además de la inclusión de algunos temas que cantan los intérpretes, se debe destacar que la gran mayoría del elenco compone a varios personajes y, a su vez, en algunos casos hay transiciones súbitas entre dos criaturas diametralmente opuestas, como, por ejemplo, cuando Flores deja la piel de la sensual prostituta llamada Tránsito para convertirse en décimas de segundos en la virginal Férula. 

La labor realizada por Anna María Ricart es respetuosa con el texto original, fiel al universo que propone Allende, con sus pócimas de realismo mágico y sangre de convulsión política.

Tres pantallas gigantes que se desplazan verticalmente crean los diversos ambientes de la obra: la hacienda Las Tres Marías, las minas, el prostíbulo, el centro de detención, y también trasladan al espectador a la historia chilena con material de archivo. Con algunos pocos elementos escenográficos –diez sillas, una mesa y un pequeño piano– el peso de esta obra está depositado en la palabra y en la actuación. 

En este mosaico de clases sociales, subordinados y amos –las gallinas sometidas por el zorro es la fábula que invoca esta tensión–, la violencia política, la ambición y también el desapego colisionan otros dos mundos: el materialismo y  el universo intangible de los espíritus. La familia Trueba-Del Valle opera como espejo de un país. El reflejo en pequeña escala de esta sociedad construye un puente donde lo privado se convierte en público, y viceversa. 

Adaptar un texto a un género de otra naturaleza, en este caso, una novela a una obra de teatro, supone riesgos y dificultades. La labor realizada por Anna María Ricart es respetuosa con el texto original, fiel al universo que propone Allende, con sus pócimas de realismo mágico y sangre de convulsión política. Ricart y Portaceli, ambas a cargo de la dramaturgia, a su vez, crean un texto propio, construido con saltos temporales –la obra no está contada de modo cronológico como ocurre con la novela– donde también emergen diversas voces que en el monopolio de los dos narradores de la novela, Alba y Esteban, no se advierten con tanta nitidez. Férula, la Nana y Petra, por ejemplo, tienen un espacio donde expresan, a través de monólogos, sus deseos y frustraciones. En este sentido, esta versión teatral supera ampliamente a la versión de Hollywood. La adaptación para el cine que realizó en 1993 Bille August, con Jeremy Irons, Meryl Streep Glenn Close, Winona Ryder y Antonio Banderas, recibió innumerables críticas por parte de los lectores de Allende dado que en la película se cercenaba a una generación entera de la trama, algo que no ocurre con la propuesta de Portaceli. 

La casa de los espíritus es también un relato sobre el perdón y la reconciliación de dos mundos antagónicos, una fábula sobre la memoria, sobre la evolución de las personas y de la sociedad. Sobre las tablas, Portaceli, fiel al espíritu de Allende, invoca con una mirada de género un relato que atraviesa la historia de Chile, pero que es, mágicamente, universal. 

La casa de los espíritus

Del 24 de abril al 16 de mayo, en el Teatro Español (Sala Principal)

De martes a domingos, a las 19h

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