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Las voces de los españoles en Venezuela

¿Qué queda de Venezuela tras años de corrupción, miseria y muerte? Varios españoles residentes en el país latinoamericano nos lo cuentan.

Las voces de los españoles en Venezuela

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que los españoles éramos los extranjeros. Con no mucho más que un petate lleno de atuendos y recuerdos muchos de nuestros abuelos se vieron obligados a abandonar España huyendo de la Guerra Civil y posterior dictadura. Los archivos demográficos recogen que fueron más de medio millón de personas las exiliadas. Los principales países de destino fueron Francia, México y Argentina, pero importantes grupos también fueron amparados en otros países europeos y americanos como Venezuela, país que a día de hoy alberga a 180.497 españoles, 7.528 inscritos menos respecto a 2016, según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, actualizados el pasado mes de enero.

Venezuela, «el país de las oportunidades», «el paraíso terrenal», «el de la gente amable, sonriente, feliz…». Una nación que durante 40 años (1959 a 1999), fue una democracia ejemplar y un país muy próspero al que inmigrantes de todo el mundo acudían en busca de trabajo. Hoy, casi dos décadas después, ¿qué queda de ella tras años de corrupción, miseria y muerte? Para muchos nada, y es que el aparente resultado de las elecciones regionales en Venezuela este pasado domingo muestra que cualquier esperanza de un desenlace bienaventurado de la crisis a corto plazo es ya lejana. Sin embargo, son muchos los que se agarran con fuerza a los recuerdos sin perder la esperanza de recuperar al país que un día les tendió la mano, porque hoy son ellos los que prometen no soltarlo.

María del Pilar Puig, 66 años.

Nacida en Chelva, Valencia | 59 años en Caracas, Venezuela

Española de sangre y venezolana de corazón, abandonó España con tan sólo seis años, en el año 1958, «por razones política y económicas evidentes», nos cuenta emocionada con voz entrecortada a través del teléfono. «Mi padre era republicano, no teníamos otra opción que salir de nuestra España».

Su primer recuerdo de su llegada a Venezuela: «Gente sonriendo, muy feliz. Los venezolanos se reían muchísimo, era un contraste muy grande con los recuerdos que yo tenía de España». Y es que por aquel entonces María del Pilar dejaba atrás la España franquista.  «Allí dejaba gente desolada, eran malos tiempos para el país». Sin embargo, no los eran en Venezuela, la cual María del Pilar define por entonces como «la tierra de la abundancia». Algo que contrastaba con la España de los 50, la del hambre, el atraso y la pobreza. Un país donde «no existía el futuro, solo la miseria», recuerda. Ahora esa estampa parece repetirse en el día a día de esta española, pero en un país diferente y por situaciones distintas.

Entre tanta destrucción -económica y social- María del Pilar destaca la violencia delincuencial del país venezolano. «La violencia se usa como un mecanismo de estado, no hay ninguna seguridad, han tomado el país», cuenta, y agrega: «El deterioro de la vida en estos últimos años de Maduro ha sido brutal». Y es que con un acumulado de 21.752 homicidios durante 2016, Venezuela ratificó su condición como uno de los países más violentos del continente. Son datos proporcionados en el mes de marzo por la fiscal general Luisa Ortega Díaz.

Profesora de literatura española en la Universidad Central de Venezuela, asegura que el número de estudiantes matriculados en los últimos años ha bajado de forma considerable, destacando, por otro lado, como los chavales se ausentan de las clases para ir a defender su país. «De una clase de 25, vienen unos 7 alumnos. A ellos no les importa perder clases, lo que no quieren es perder su derecho a protestar«.

 

Guillermo López Gómez, 70 años

Nacido en Bilbao | 67 años en Caracas, Venezuela

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Guillermo López junto a su mujer María de los Ángeles en su vivienda de Caracas, Venezuela. | Foto: The Objective

 

Con tres años Guillermo llegó a Venezuela, como María del Pilar, por razones políticas. «Mi padre luchó contra Franco, a terminar la guerra tuvimos que huir porque mi padre no encontraba trabajo».  Poco recuerda de la España franquista que dejaba atrás, pero sí de su años de juventud en el país sudamericano. «Venezuela era el paraíso», rememora Guillermo añorando aquellos años en los que en su tiempo libre le gusta realizar deportes acuáticos.

Trabajó duro, asegura, para construir un hogar. Hoy, a sus 70 años, se ve obligado a seguir trabajando junto a su mujer, María de los Ángeles, de 65, para simple y llanamente «poder comer». Ambos trabajan como cobradores de deudas. Y es que de aproximadamente tres millones de adultos mayores que hay en el país, 900 mil no gozan de una pensión que les permita sobrellevar la crisis de la cual terminan siendo más vulnerables, sobre todo porque no encuentran medicinas, alimentos y no tienen dinero para comprar esos productos.  «A mí edad me veo en una situación muy complicada, debería estar tranquilo, sin embargo,  mi tranquilidad queda aún muy lejos».

Guillermo asegura que reza cada día para no enfermar. Porque en Venezuela no tienes derechos ni a enfermar,  pues no existe un sistema de salud pública óptimo, las farmacias se encuentran sin medicamentos y cada vez son más las calles invadidas por largas colas de personas mayores que esperan cobrar la pensión al amanecer.

Con un hijo que emigró a España hace unos años, él también lo tiene claro: «Me iría a España con los ojos cerrados,  pero ni vendiendo todo lo que tengo aquí me alcanza para comprar un piso en España. Entonces, ¿qué hago, mendigo? Me tendré que aguantar», apunta resignado antes de aclarar: «Que conste que amo a Venezuela, ella nos lo dio todo cuando lo necesitábamos. No se merece lo que le están haciendo«.

 

Montserrat Ranera, 55 años

Nacida en Barcelona | 33 años en Caracas, Venezuela

Montserrat lo tiene claro: «El país está peor que cuando llegué. Hemos retrocedido 60 años«.  Profesora de catalán en Caracas, asegura que cada vez son más los jóvenes, y también familias completas, que quieren aprender el idioma para en un futuro emigrar a Barcelona. «El país no ofrece futuro», asegura Montserrat que también cuenta con una hija en España. En 2016 los venezolanos lideraron por primera vez las peticiones de asilo en España con 3.960 solicitudes del total de 15.755. Por detrás solo se sitúan sirios (2.975 peticiones) y ucranianos (2.570) cuyos países se encuentra en escenarios de guerra abierta. En 2012, un año antes de la llegada de Maduro al poder, sólo 28 venezolanos solicitaron asilo. Estas peticiones se han multiplicado por 141 durante con el ‘madurismo’.

Esta catalana residente en Caracas, llegó con 22 años a Venezuela de vacaciones tras estudiar un grado de Secretariado Ejecutivo y desde entonces allí sigue. De aquella acogida recuerda «un país muy alegre, con mucha vida. Había muchas posibilidades de hacer multitud de cosas, era un país muy virgen», rememora. Ahora tres décadas después, queda un país para construir. «La destrucción económica y social ha sido terrible», cuenta Montserrat, que además de dar clases de catalán en la capita venezolana, también imparte lecciones de cómo ahorrar en servicios en España, cómo buscar vivienda, etc.

A pesar de todo, Montserrat asegura: «No me arrepiento ni un solo día de haber venido a este país».

María Teresa Fernández Merino, 82 años

Nacida en San Felices de Buelna, Cantabria | 59 años en Caracas, Venezuela

Libre es como se sintió esta cántabra de carácter alegre y jovial. Con 23 años llegó a Caracas junto a su hermano que ya llevaba varios años en la capital venezolana. Inmediatamente comenzó a trabajar de recepcionista en una clínica dental. Esto era casi impensable en la España de la postguerra que días antes había dejado a miles de kilómetros. «Me sentí libre por primera vez».

Por libertad y por amor se resistió a volver, porque meses después de estar en Caracas, María Teresa conoció al amor de su vida, su «único amor». Un músico mexicano que trabajaba en Radio Caracas Televisión. «Me enamoró mi marido, pero también el clima y la gente, porque una amistad aquí vale más que una fortuna«.

Durante 36 años estuvo trabajando en el Instituto de Previsión de las Fuerzas Armadas venezolanas donde tenía tres tiendas boutique. Allí se codeaba con los altos mandos del Gobierno. «Chávez me decía ‘la gallega’. Era muy amable.  Eso es lo peor». Lobos con piel de cordero.  Y es que  María Teresa, que vive en una zona residencial de Caracas, asegura: «A esta zona no nos llega nada.  A ellos les encanta la gente pobre».

Sin achaques importantes más allá que «los de la edad», son su familiares en Costa Rica, Panamá, España y México los que les envían los medicamentos necesarios. «El paraíso terrenal, ahora es la caldera del diablo». Y es que no hay una mejor descripción para un país con grandes reservas de petróleo, gas natural, hierro y oro, y que sin embargo, cuenta con un déficit del 90% de los productos básicos y la pobreza ha sufrido un aumento del 81%.

Con viajes frecuentes a España, su tierra madre, señala que nunca pensó en volver. «Después de haber vivido en un país tan acogedor, sin diferencias sociales, sólo de pensar en la nieve de mi pueblo me da algo», cuenta risueña María Teresa, que a pesar de lo crudo de la conversación, no ha perdido la sonrisa ni el buen humor en ningún momento. Y es que ella lo tiene claro: «De mi casa en Caracas al cementerio, porque de aquí no me mueve nadie».

 

 

 

 

 

 

 

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