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Biden y los militares: una relación que empieza a incomodar

Biden quiere vender el nombramiento del general Austin como máximo responsable del Pentágono como un triunfo de la diversidad, pero una parte de la sociedad no está por la labor de aplaudir.

Biden y los militares: una relación que empieza a incomodar

Chip Somodevilla | AFP

Si la semana pasada fue el fiscal general de los Estados Unidos, Bill Barr, quien declaró que su equipo no ha encontrado indicios de que se haya producido un fraude electoral masivo, esta semana le ha tocado a la Corte Suprema rechazar una solicitud del Partido Republicano que buscaba impugnar la victoria de Joe Biden.

(Conviene recordar a quienes suelen hablar de conspiraciones globalistas y esas cosas que Barr ha sido uno de los principales aliados de Donald Trump –algunos se refieren a él como «el protector»– durante estos últimos años y que en la Corte Suprema seis de los nueve jueces son conservadores. Es más: los tres últimos en incorporarse –Neil Gorsuch, Brett Kavanaugh y Amy C. Barrett– han sido nombrados directamente por Trump.)

Sin embargo, pese a estos reveses y pese al porrón de demandas remitidas desde la Casa Blanca que ya han sido desestimadas por jueces estatales, el Partido Republicano sigue poniéndose de perfil. Según el Washington Post, que ha ido tocando puerta por puerta, solo 25 de sus 249 congresistas han reconocido abiertamente la victoria de Biden. Hay 222 que ante las preguntas de los reporteros han contestado algo así como «bueno, ejem, es complicado» y dos que directamente han dicho que lo que ha sucedido es un atraco a mano armada.

Circulan varias teorías sobre por qué el Partido Republicano se emperra en alejarse calle abajo con las manos en los bolsillos y silbando. Sin embargo, a estas alturas de la película, y sospechando que la historia del fraude electoral se acerca a los créditos del final, muchos medios han decidido cambiar la orientación del foco y empezar a centrarse en la persona que ocupará, a partir de enero, la presidencia del país.

Frente demócrata

La mayoría de las noticias que se generan en el entorno del Partido Demócrata tienen que ver con los nombramientos. Es decir: con las personas que Biden está invitando a formar parte de su aventura presidencial. Lo que en España llamaríamos ministros, jefes de gabinete, secretarios de Estado y máximos responsables de instituciones clave. Como es natural, algunos de esos nombramientos han venido acompañados de críticas. Críticas, por cierto, lanzadas desde la izquierda.

El nombramiento más polémico hasta la fecha ha sido, también, el más reciente. (Todavía no es oficial: la exclusiva corresponde a la revista Politico.) Lloyd Austin, general retirado de cuatro estrellas, será el nuevo secretario de Defensa. El problema, en realidad, no es tanto Austin como el hecho de que, si se confirma, será el sexto militar que Biden mete en su círculo de poder a pesar de que durante la campaña electoral prometió revertir la tendencia trumpista de situar a uniformados en puestos del gobierno.

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Imagen: Brendan Smialowski / AFP

Aquella promesa bebía de una creencia muy arraigada en la sociedad estadounidense: meter en una misma coctelera a las autoridades civiles y a las fuerzas armadas es muy mala idea.

Los asesores de Biden, por su parte, confían en silenciar las críticas tirando de simbolismo. Si Austin, veterano de Afganistán, Iraq y la ofensiva contra el ISIS, es confirmado como la persona a los mandos del Pentágono será el primer afroamericano en asumir un grado de responsabilidad semejante. El contraargumento, por tanto, se construye solo: «Vale, puede que nuestro hombre esté pecando de militarista pero hay que fijarse en lo positivo: ¡las cuotas de diversidad se están cumpliendo!». Es un contraargumento que tiene recorrido porque ya hay medios lanzando al aire artículos en esa dirección («¿Es el gabinete de Biden lo suficientemente diverso?», titulaba la PBS hace unos días).

Frente republicano

Trump sigue negando la mayor y el Partido Republicano sigue, salvo excepciones, sin mojarse. Sí. Pero la intelligentsia conservadora, que como su propio nombre indica no es tonta, ya está a otras cosas. Y en concreto está a… Georgia.

¿Qué pasa en Georgia? Pues pasa lo siguiente: el mes que viene los dos senadores del lugar volverán a enfrentarse a las urnas tras no conseguir amarrar la reelección en los comicios de noviembre. Y esos dos senadores son del Partido Republicano. Con lo cual, si pierden, sus dos escaños irán a parar a sus rivales. Es decir: al Partido Demócrata.

¿Y eso es grave? Sí, porque el Partido Republicano controla el Senado por la mínima. Así que si los conservadores pierden los dos escaños de Georgia el Senado pasará a estar en manos (también por la mínima) del Partido Demócrata. Y el Partido Demócrata ya controla la Cámara Baja y controlará, a partir de enero, la Casa Blanca.

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 SAUL LOEB / AFP

Puesto de otro modo: en las elecciones locales que tendrán lugar en Georgia dentro de unas semanas los conservadores se juegan mantener el control del Senado. Y el Senado de los Estados Unidos no es como el Senado de otros lugares; allí pinta muchísimo porque es la institución capaz de atar en corto al presidente. Con lo cual, si Biden cuenta con un Senado en contra su margen de maniobra será limitado y si consigue un Senado a favor… ancha es Castilla.

¿Cuáles son las previsiones? Las previsiones son razonablemente optimistas para el Partido Republicano. Es cierto que Biden consiguió ganar Georgia en noviembre, pero lo hizo por muy poco (12.000 votos) y, además, los expertos consideran que muchos conservadores no particularmente afines a Trump podrían movilizarse para evitar que el Senado caiga en manos de un Partido Demócrata que ya ha conseguido el control de lo demás. Así que Biden lo tiene difícil pero, como se suele decir, todavía hay partido.

En otro orden de cosas, Rudy Giuliani, el abogado personal del Donald, ha caído víctima del coronavirus. O tal y como lo ha anunciado Trump: «El mejor alcalde que ha tenido Nueva York ha contraído el virus chino».

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