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El ciclo del reciclaje de los alimentos frescos

El 28% de la superficie agrícola mundial se usa cada año para producir alimentos que luego se pierden o desperdician

El ciclo del reciclaje de los alimentos frescos

Para conocer cuál es el ciclo de producción de alimentos para consumo humano y los problemas asociados a su desperdicio, este artículo debe arrancar con tres cifras:

1. 793 millones de personas sufren desnutrición en todo el mundo, según la FAO.

2. El 9,6% de los europeos no puede permitirse comprar comida de calidad cada dos días, según Eurostat.

3. El 20% de los alimentos producidos en Europa se desperdicia, según la Comisión Europea.

A pesar de la contundencia de esas cifras, una ponencia del Senado para el estudio del desperdicio de alimentos en España llegó a la conclusión de que el hambre se debe a motivos políticos y sociales de las regiones que la padecen, y descartó cualquier vínculo con el desperdicio alimentario.

Un problema que soluciona otro problema

Producir un alimento que se va a malgastar supone, más allá de valoraciones éticas y económicas, un derroche de recursos limitados como son la tierra, el agua y la energía, con el consiguiente impacto medioambiental. Según un estudio de la FAO de 2013, el 28% de la superficie agrícola mundial se usa cada año para producir alimentos que luego se pierden o desperdician.

La FAO, el organismo de la ONU que trabaja para la erradicación del hambre, apuesta por un incremento en la producción de alimentos que permita cubrir la demanda humana. Pero a la vista de las mencionadas cifras de desperdicio alimentario, otros organismos defienden la idea de que lo conveniente sería más bien un cambio de paradigma en el reparto de los recursos de tal manera que estos dos problemas (el del excedente de productos y el de la demanda por parte de los sectores más desfavorecidos de la población) se convirtiesen en la solución mutua del otro.

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El 28% de la superficie agrícola mundial se usa cada año para producir alimentos que luego se pierden o desperdician. | Foto: Thomas Gamstaetter | Unsplash.

En este artículo publicado en The Objective se habla de qué uso se les da a los alimentos no frescos descartados por la industria alimentaria. Pero… ¿qué se hace cuando el alimento que se desperdicia es fresco?

Por las propias características de este tipo de productos (frutas, verduras, carnes, pescados o leche), estos alimentos tienen un lapso de vida más corto. En el caso de los alimentos frescos de origen animal, además, se suma el hecho de que se trata de productos de difícil conservación. La obligación de mantener su frescura y la necesidad de dar la garantía absoluta de un consumo seguro hacen que este tipo de alimentos se descarten y se destruyan con mucha más facilidad.

Sin embargo, no siempre el desperdicio de alimentos frescos ocurre cuando las características de calidad o seguridad los hacen inapropiados para su consumo.

El descarte de los alimentos frescos en el sector primario

El desperdicio de alimentos frescos en el campo tiene que ver principalmente con causas económicas y comerciales. Muchas cosechas dejan de recogerse porque el precio del mercado no cubre los gastos de recolección y distribución. Dicho de otra manera: el agricultor prefiere perder la cosecha antes que malvenderla a un precio inferior a su coste.

En otras ocasiones, existe un excedente de producción. Si se prevé que ese excedente en la oferta rebajará el precio del producto, una parte de la cosecha se desechará para generar una “escasez controlada”. Esta medida también sirve para rebajar las exigencias del mercado. En época de abundancia, los estándares establecidos por los supermercados o los propios consumidores suelen derivar en peticiones absurdas. Cuando la cantidad escasea, nuestros estándares de calidad bajan.

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Muchas veces el agricultor prefiere perder la cosecha antes que malvenderla a un precio inferior a su coste. | Foto: Scott Goodwill | Unsplash.

La climatología o las plagas también pueden echar a perder cosechas. En previsión de ello, el agricultor tiende a producir por encima de lo que prevé vender para garantizar la entrega a sus clientes. Si la cosecha no se ve afectada finalmente por los factores climáticos, el excedente acabará casi con toda seguridad en el estómago de los animales de alguna granja.

Finalmente, las crisis alimentarias por enfermedades del ganado o contaminación son otro factor causante del desperdicio alimentario. Cuando se anuncia una crisis de este tipo respecto a un producto en concreto, el consumo de ese producto baja de forma radical. Y eso aunque la infección esté focalizada y controlada. En los países industrializados, este es un factor que no suele darse con frecuencia, pero sí es habitual en países subdesarrollados.

Medidas del sector primario antidespilfarro

Desde la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) se impulsan mejoras basadas en la innovación. Esas innovaciones inciden en las prácticas de cultivo y en la eficiencia en la recolección, y comprenden también otro tipo de medidas que facilitan la adaptación y calidad de los productos, así como el reaprovechamiento y la valorización del subproducto.

Los alimentos feos: una manía del consumidor sobrealimentado

Como es obvio cuando se trata de carne o pescado, es mejor no arriesgarse si el aspecto no entra por los ojos. Pero no ocurre lo mismo con las frutas y las verduras, cuyo aspecto no implica un déficit de calidad ni de sabor. Ese desprecio por la fruta “fea” va más allá de que su aspecto sea brillante, uniforme o “bonito”. También solemos ver como defectuosos vegetales o frutas cuyo calibre no es el estandarizado. Con mucha probabilidad, esos vegetales acabarán desechados.

A veces, los vendedores, que conocen los caprichos de los consumidores, rebajan el precio de esos productos. Cosa que, por otro lado, hace que percibamos estos como de menor calidad: “Si es feo y barato, seguro que es malo”. Como es muy difícil darle salida a ese tipo de productos, los distribuidores prefieren no comprarlos. En consecuencia, los agricultores prefieren no recolectarlos

Los expertos creen que la solución está en hacer campañas de concienciación para que el consumidor sepa que estos productos “feos” cumplen todos los requisitos de calidad. De ahí la campaña Inglorious Fruits and Vegetables de la cadena de supermercados Intermarché, con la que se informó al consumidor de la calidad de los productos menos estéticos.

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‘La zanahoria fea’. | Imagen vía Intermarché.

Los bancos de alimentos

Todos hemos visto campañas de recogida de alimentos en nuestro supermercado habitual durante determinadas épocas del año. Los consumidores suelen donar durante esas campañas productos que han comprado exclusivamente para las organizaciones sin ánimo de lucro que las organizan. Pero la idea aquí es otra. Porque una de las principales funciones de los bancos de alimentos es recoger comida en buen estado que iba ser desechada.

Con estas campañas se envían desde los supermercados o centros de logística lotes de productos que pueden ser aprovechados por personas con menos recursos económicos. Desde 1996, por ejemplo, las empresas mayoristas de Mercamadrid donan más de 1.600 toneladas de excedentes comestibles anuales (frutas, vegetales, pescado, carne) al Banco de Alimentos. Lo mismo se hace desde 2002 en Mercabarna, que en la actualidad dona un millón de kilos anuales de alimentos frescos a esta organización.

El producto fresco insalvable: los gestores de residuos

Cuando los alimentos frescos han caducado y no cumplen los estándares para el consumo humano ni animal, se destruyen o se utilizan para compostaje. Esta tarea la ejecutan las empresas de gestión de residuos, que se encargan de la recogida del material en los propios centros de logística. Esos alimentos desechados cumplen entonces una última función completando así el ciclo productivo de la cadena alimentaria humana.

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