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El futuro de los refugiados de Moria, un infierno al que solo le faltaban las llamas

El futuro de los refugiados de Moria, un infierno al que solo le faltaban las llamas

Alkis Konstantinidis | Reuters

Moria ya era un infierno antes de que lo destruyeran las llamas. Hacinadas en tiendas de campaña, contenedores y chozas improvisadas, 12.000 personas vivían en este campo de refugiados de la isla de Lesbos cuando se desató el incendio que los dejó, todavía más, en la calle. Más de 12.000 personas que vivían en condiciones infrahumanas en un campo preparado para 3.000 y que ha llegado a acoger a 20.000.

Las condiciones del campo de Moria son consecuencia, entre otros aspectos, de la inacción de la Unión Europea y del incumplimiento por parte de los países europeos del compromiso adquirido en 2015 de reubicar a más de 100.000 personas desde Grecia e Italia en el plazo de dos años.

Ahora, las ONG insisten en que los gobiernos europeos deberían impulsar la solidaridad que prometieron y acoger de manera urgente a estos solicitantes de asilo que llevan meses, algunos incluso años, atrapados en el infierno de Moria.

Sin embargo, las peticiones de las ONG no sirven de nada, puesto que sin una legislación o un acuerdo europeo, las acogidas quedan a merced de la solidaridad de gobiernos locales que se ofrezcan de manera voluntaria a acoger a una parte de estas personas.

Porque, ¿de quién es la responsabilidad de reubicar a estas personas? ¿Es la Unión Europea quien debe tomar medidas? ¿O debe recaer todo el peso sobre Grecia? ¿Qué va a pasar ahora con todas estas personas? Hablamos con Raquel González, responsable de Relaciones Externas de Médicos Sin Fronteras, y con Francesco Pasetti, investigador del Barcelona Center for International Affairs (Cidob) para aclarar algunas cuestiones sobre la situación de los solicitantes de asilo que vivían en el campo de Moria y qué es lo que les espera en su futuro más cercano.

Replicando el infierno

Tras el incendio de Moria, algo que no era la primera vez que ocurría, aunque sí con esta magnitud, las autoridades griegas han impulsado con urgencia la construcción de un nuevo campo de refugiados en la isla de Lesbos, al que ya han sido trasladadas alrededor de 6.000 personas.

«El Gobierno griego está haciendo de la reubicación de la población de Moria a la nueva localización una prioridad, y tenemos razones para creer que la ayuda y el acceso al procedimiento de asilo solo será proporcionado a quien acepte vivir en el campo», denuncia Médicos Sin Fronteras, que considera que esta condición es «inaceptable».

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Los refugiados esperan para entrar en el nuevo campo en Lesbos. | Foto: Elias Marcou | Reuters

En este campo nuevo que se está construyendo, los solicitantes de asilo no tendrán libertad de movimiento para salir y entrar, explica Francesco Pasetti, lo que infringe lo acordado en la Convención de Ginebra, en concreto el artículo 26, que dice que «todo Estado contratante concederá a los refugiados que se encuentren legalmente en el territorio el derecho de escoger el lugar de su residencia en tal territorio y de viajar libremente por él, siempre que observen los reglamentos aplicables en las mismas circunstancias a los extranjeros en general».

Pero se les chantajea con sus procesos de solicitud de asilo, que no serán atendidos si no se trasladan a esta nueva localización.

«Mucha de la gente que ahora está viviendo en la calle, con soluciones y expedientes improvisados, que en principio no quiere volver al campo, porque las estructuras y los recursos son peores que lo que había en Moria, están frente a la decisión de volver y poder pedir asilo, porque algunos de ellos han perdido los documentos en el incendio, o quedarse fuera, porque son condiciones inhumanas, pero corren el riesgo de no poder ser protegidos por el derecho de asilo», explica Pasetti.

«Para los refugiados, el incendio abría una esperanza de salir de ahí», lo que prueba «las condiciones dramáticas en las que estaban viviendo», sentencia.

Fuera de Lesbos, con un poco de suerte

El objetivo, según aseguran las autoridades, es que el nuevo campo sea temporal y que los refugiados sean progresivamente trasladados a Atenas u otros lugares de Grecia. Así lo ha explicado el Alto Comisionado de la ONU para los refugiados en Grecia, Philippe Leclerc, pero lo ocurrido en estos últimos años hace difícil de creer esta afirmación.

Por el momento, lo único concreto es que la Comisión Europea ha aprobado pagar los vuelos de 400 menores no acompañados al continente. Y eso es todo lo que se sabe por ahora. Nada más sobre cuántos serán trasladados, a dónde, cuándo o con qué fondos.

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Niños que vivían en el campo de Moria se bañan en Lesbos. | Foto: Alkis Konstantinidis | Reuters

Mientras Grecia decide si reubica en el resto de su territorio a estas personas, algo que las ONG consideran una medida que debería aplicarse de manera inmediata, los gobiernos de Francia, Alemania, Bélgica, Finlandia, Eslovenia, Croacia, Portugal, Luxemburgo, Países Bajos y Suiza se han ofrecido a acoger a menores no acompañados que vivían en el campo.

Además, Alemania está dispuesta a recibir a 1.500 de los solicitantes de asilo que vivían en el campo de refugiados.

Así, unos pocos tendrán suerte, si es que se puede considerar así, y saldrán del infierno de Moria para empezar su proceso de solicitud de asilo en otro lugar.

Grecia, con todo el peso sobre sus hombros

La responsabilidad de arreglar esta situación no es solo de Grecia, sino que también recae sobre la Unión Europea, dado que el país es una frontera exterior de todo el continente, según explica Raquel González.

El pacto de 2015 con las cuotas de reubicación no se cumplió, y el intento de llegar a un acuerdo en 2019 para desbloquear el rescate de migrantes en el Mediterráneo y su posterior distribución fracasó, dado que Grecia y España lo rechazaron.

Así, el problema es que actualmente no existe ningún acuerdo que obligue a los países miembro a participar en la reubicación de estas personas, por lo que todo queda en manos de la solidaridad de los diferentes gobiernos.

Además, incluso aunque hubiera un acuerdo, las sanciones que impone la Unión Europea no suelen generar ningún cambio, explica Pasetti. «Hay sanciones pero a menudo acaban en una formalidad, no en algo que de verdad impacte en la economía o el poder de decisión del país, no son realmente efectivas a la hora de cambiar el comportamiento de un estado miembro».

Sobre si esto se debe a la falta de poder o a la falta de voluntad por parte de la Unión Europea, Pasetti considera que es un poco de ambas cosas. «Lo que manda en la Unión Europea son los intereses nacionales y esto limita su capacidad de acción», afirma. Pero, por otra parte, «no quiere, porque no hay una Europa política lo suficientemente fuerte».

Esto, en la práctica, supone que Grecia está sola a la hora de decidir qué hacer con los solicitantes de asilo que estaban en el campo de Moria, con algo de apoyo financiero y con muy poca presión para cumplir el derecho internacional y no vulnerar los derechos de estas personas, a las que les deberían garantizar la libertad de movimientos mientras que esperan a la decisión sobre su solicitud de asilo.

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