Qué es el paleolibertarismo: la corriente que llega a Argentina de la mano de Javier Milei

La etiqueta «ultraderecha» ha parasitado el ecosistema mediático hasta casi imposibilitar la elaboración de un análisis político decente. Liberales, conservadores, soberanistas… Prácticamente todos los que no se adhieren al progresismo terminan colocados dentro de ese cajón de sastre. Javier Milei, a juzgar por la reacción de los principales medios, es uno de ellos. Sin embargo, el flamante vencedor de las elecciones argentinas encarna en puridad lo que se denomina como paleolibertarismo: una combinación ideológica de valores culturales conservadores con una oposición radical a la intervención del gobierno.

Así lo explicó en THE OBJECTIVE Agustín Laje, gurú ideológico de El peluca: «Javier Milei es un libertario de derechas que tiene una agenda cultural conservadora. Por ejemplo, él plantea un referéndum para que el pueblo argentino vote si quiere la ley del aborto o no, porque se legisló de manera exprés durante la pandemia sin debate público. También va a cerrar los chiringuitos de género, y se ha expresado contra la ley de identidad de género, que es similar a la ley trans de España».

Lo que propone Milei, grosso modo, es la reducción drástica de impuestos, mano dura en materia de seguridad, la eliminación de la reserva federal (esto es, de los bancos centrales), y la defensa de la cultura desde el punto de vista conservador. Es decir, economía de mercado y cristianismo cultural. Una mezcla que le ha permitido llegar a sectores tanto libertarios como conservadores, e incluso soberanistas, y articular lo que Laje preconiza como la nueva derecha.

Esta nueva derecha se caracteriza por el rechazo a la corrección política, al multiculturalismo, a la inmigración ilegal, al intervencionismo, al globalismo, al feminismo y a la ideología de género. Es un movimiento que nace en Estados Unidos y que ha llegado a otros países occidentales para combatir una hegemonía cultural que llevaba décadas siendo detentada por la izquierda.

Paleolibertarismo

El palolibertarismo es una doctrina impulsada por Lew Rockwell y Murray Rothbard que se desarrolló en oposición al liberalismo progresista predominante en 1980. Rockwell acusó a estos libertarios de izquierdas de odiar a la cultura occidental, y argumentó que esta es algo digno de conservar y defender, así que abrazó los estándares objetivos de moralidad de la tradición judeocristiana.

En este sentido, instó a desarrollar lo que llamaba «paleolibertarismo», tomando al prefijo «paleo» en referencia a las raíces culturales americanas, lo primitivo, que debía ser recuperado luego de décadas de progresismo cultural. Para ello se propuso definir un programa que aglutinara la condena del Estado, la entronización de la propiedad privada y el mercado libre como piedras fundacionales, pero también la reparación de la autoridad social (encarnada en la familia, la Iglesia o la comunidad), a fin de proteger al individuo frente al Estado y como llave necesaria para el desarrollo de una sociedad de tradición judeocristiana libre y virtuosa.

Dos años más tarde Rothbard publica un ensayo titulado Populismo de derecha. Una obra polémica en la que defiende el populismo como estrategia política para la nueva derecha: «La estrategia adecuada de los libertarios y de los paleolibertarios es una estrategia del ‘populismo de derecha’, es decir: exponer y denunciar esta alianza profana, y exigir que nos liberen a nosotros: la clase media y trabajadora de esta alianza mediática» progresista. Rothbard produce un giro en el movimiento libertario, aunque en continuidad con Rockwell, que consolida una estrategia populista de derecha que asignará a la «casta» el origen de todos los males.

De Trump a Milei

Esta nueva ala del libertarismo se desarrolló de manera subterránea y silenciosa durante tres décadas, en las cuales se cristalizó un establishment progresista, que propició una erupción violentamente con el volcán trumpista en la campaña de 2016, también tildada de «ultraderecha» por los medios del sistema, y más recientemente por El peluca en Argentina, al grito de «¡Viva la libertad, carajo!».

El paleolibertarismo del siglo XXI se caracteriza por un discurso satírico, burlón y agresivo, así como por una estética disruptiva (que Milei encarna con su chupa de cuero y melena indomable), y ha encontrado plena convergencia con su electorado, construido mayoritariamente por jóvenes de sectores medios-bajos, nacidos después de graves crisis económicas, que han vivido toda su vida bajo el peso del malestar estatal y que, por tanto, reclaman mayor autonomía individual luego de dos décadas estatismo, intervencionismo, inflación y depauperación.

Por todo esto, el filósofo argentino Luis Diego Fernández sostiene que «Milei es la personificación del paleolibertarismo criollo tras veinte años de hegemonía cultural kirchnerista, tras décadas de políticas identitarias, endogamia, debates irrisorios (como el lenguaje inclusivo), discursos moralizantes y estrategias punitivistas». Ahora el paradigma ha cambiado, y si la izquierda argentina quiere recuperarse «deberá disputar el concepto de libertad, conectarse con formas no estatalistas de la economía popular y volver a valorar la noción de autonomía».

Características

• Institucionalmente, el paleolibertarismo se opone a la intervención del Gobierno y defiende la anarquía frente a los fracasos de la democracia, que, en su intento de forzar la igualdad, llevaría inevitablemente al socialismo.
• Es enemigo del liberalismo clásico, por cuanto esta doctrina habría permitido que existan bancos centrales y que servicios como la salud y la educación hayan quedado en las manos del Gobierno.
• Económicamente es defensor del capitalismo de libre mercado y de la importancia de la propiedad privada desde las ideas de la Escuela Austriaca, a la que pertenecen intelectuales como Von Mises, Hayek, Rothbard, Hoppe, ect.
• Culturalmente promueve el conservadurismo social sin intervención estatal y defiende a la Iglesia como institución para formar la moral de la sociedad; a la familia como eje central de la población; y la comunidad como método de organización espontánea.
• Filosóficamente aboga por los derechos negativos: vida, libertad y propiedad. Nadie puede quitárselos a un individuo. Refuta el concepto de «derechos positivos», ya que estos son otorgados por el Estado de forma impositiva.