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Se retira 'El ángel de la muerte', uno de los aviadores más temidos de EEUU (y era mujer)

El sobrenombre se lo puso un general de la Alianza del Norte y aterraba a los talibanes con su poder

Se retira ‘El ángel de la muerte’, uno de los aviadores más temidos de EEUU (y era mujer)

U.S Air Force F-16. | Zuma Press

Tras el 11-S, una docena de soldados estadounidenses fueron los primeros en dar repuesta al atentado en Nueva York. Aquellos boinas verdes entraron en el país a caballo, pero lo hacían algo más tranquilos cuando semanas más tarde empezó a volar sobre sus cabezas ‘El ángel de la muerte’.

Aquellos 12 comandos formaban el equipo denominado ‘Tigre 02’. Y ‘Tigre 02’ se hizo acompañar por uno de los señores de la guerra locales retratado en la película 12 valientes. Se llamaba —y aún se llama— Abdul Rashid Dostum. El general Dostum era por aquel entonces un legendario líder local que había luchado del lado de las tropas soviéticas contra las fuerzas muyahidines durante la década de los 80.

Sorpresas en guerra

Abdul Rashid sabía muy bien el suelo que pisaba, y era un vasto conocedor del lenguaje que pronuncia la guerra, pero no estaba preparado para lo que le ocurrió aquel día. En plena avanzadilla contra los talibanes, escuchó una voz por la radio de aquellos americanos, y se quedó congelado. Era la primera vez que le ocurría. Aquella voz le sorprendió al tiempo que le sacó por un momento de sí mismo.

La voz procedía de uno de los temibles AC-130 artillados que daban vueltas por el espacio aéreo afgano. Era la voz que solicitaba las coordenadas para que acto seguido, ese galeón con alas, armado hasta los dientes, comenzara un baile coreografiado mientras que sus artilleros remitían desde el cielo una lluvia de fuego, plomo y devastación. El ‘Spectre’, que es como se llama al aparato en la jerga militar, no es un avión cualquiera: es un cañonero flotante, un verdadero destructor alado.

El shock del general de la Alianza del Norte no procedía del temor que provocaba la aeronave, sino de algo más mundano, y al mismo tiempo más exótico. Aquella voz no era la de un hombre. Era la primera vez en su vida, tras décadas de disparos, explosiones y de ver cuerpos sin vida, que oía la voz de una mujer en el campo de batalla. Durante un instante se quedó callado, miró a los estadounidenses, y les dijo: «¿Es… es una mujer?». Y ellos le respondieron que sí, que era una mujer. Aquel hombre no se podía creer que los americanos hubiesen llevado a mujeres hasta allí para enfrentarse a los talibanes.

Cientos de metros más arriba, en la cabina del AC-130, la coronel Allison Black solicitaba con voz mecánica y fuerte compostura unas coordenadas. Minutos más tarde, aquellas cifras determinarían la posición de decenas de cráteres en el suelo, toneladas de escombros, y con toda seguridad, cuerpos sin vida de sus enemigos. El uzbeco pensaba para sus adentros en la determinación de los yanquis. Y ciertamente, aquello era un poco más complicado.

Cuando Allison Black ingresó en el ejército en 1992, ni siquiera estaba permitido que las mujeres volasen en misiones militares. Hoy, 40 años más tarde, podría parecer machista, o cuando menos paternalista. El temor del ejército americano era la fragilidad del destino de una mujer si su aparato caía a tierra. El destino de un aviador en suelo enemigo como Rusia, Vietnam, Corea o algún país en conflicto sería muy complicado en caso de ser hombres, pero sería mucho peor si fuese mujer. Esa regla cambió en 1993.

Fue durante la batalla de Kunduz (Afganistán) a finales de 2001, cuando Black, entonces teniente primero, recibió el sobrenombre de ‘El ángel de la muerte’. Dostum y los boinas verdes intentaban dar caza a un líder talibán llamado Mohammed Fazal. Desde su posición, las dos contrapartes intercambiaba mensajes de radio en una frecuencia de radio separada de las órdenes con la aeronave.

«Dostum, acerca a Fazal a la radio para que pueda oír esta voz femenina», pedían los soldados americanos al uzbeco, para que los talibanes pudieran escuchasen la voz de aquella mujer. A través de un traductor les explicaban que era ‘El ángel de la muerte’, y que poseía el rayo que iba a acabar con todos ellos. Acto seguido, sobre todo si era de noche, los radioescuchas entraban en pánico.

El Rayo de la Muerte

Les aterraba la presencia de algo que jamás habían visto. Lo habían observado alguna noche y no sabían lo que era, lo que les llenaba de desasosiego e inquietud. En plena oscuridad, una fina luz roja iba palpando el suelo, y creían que aquel chorro de luz que llovía desde el cielo, era un arma que acabarían con ellos.

«Si no se rinden ahora, todas sus tropas arderán en el infierno», les decía Dostum al líder talibán por la radio. El resultado es que minutos más tarde aquel grupo de talibanes arrojó al suelo sus armas y se rindió.

El rayo de la muerte era el puntero de un potente láser que las tripulaciones de los AC-130 utilizaban para señalar objetivos sobre los que apuntar sus cañones. Los combatientes afganos creían que el propio láser era el arma que en verdad los remitiría al infierno con solo tocarlos. Nunca habían visto nada parecido, y menos que les llegara desde un cielo nocturno precedido de una voz de mujer. Ahí fue donde nació la leyenda de ‘El ángel de la muerte’.

Avance a caballo

En las semanas siguientes, la aeronave desde la que Allison Black hablaba a sus compañeros en tierra, y sin quererlo a las fuerzas hostiles, arrasaron decenas de objetivos talibanes. Desde el aire abrieron el camino a los soldados a caballo y otros equipos de las Fuerzas Especiales que poco a poco se fueron concentrando en suelo afgano. Todos juntos avanzaban, con aliados locales, hacia Kabul. Al acabar su cadena de misiones, el ODA 595 —el AC-130 de Black— se retiró de Afganistán y regresó a la base más cercana en Uzbekistán.

Fue allí donde aquellos primeros soldados que lucharon contra los talibanes y la tripulación del Spectre se vieron por primera vez. Aquellos soldados le dieron una pequeña sorpresa a Allison Black. De debajo de una manta sacaron un AK47, el arma habitual de los revolucionarios de todo el mundo, a lo que añadieron una frase: «Nos lo ha entregado para ti el general Dostum. Es un regalo para ‘El ángel de la muerte’».

Allison Black acumuló más de 2.000 horas de vuelo en misiones de combate, comandó un escuadrón de aviones de operaciones especiales, y ha servido en el Mando de Operaciones Especiales de la Fuerza Aérea. La coronel Black se retiró del servicio activo el pasado 23 de febrero tras haber dirigido la 1ª Ala de Operaciones Especiales con base en Hurlburt Field, Florida. En esta última misión encomendada, tuvo bajo su mando a 4.600 efectivos y 80 aeronaves en siete escuadrones de vuelo, entre aviones y helicópteros. El general Dostum a veces arenga a las mujeres afganas y les dice «algún día disfrutaréis de una libertad como la de las mujeres americanas». Sus oyentes siguen esperando.

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