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Armas sónicas, el otro temor de los diplomáticos que no quieren ir a Moscú

Todo comienza con ruidos extraños que solo oyen dentro de sus cabezas sus víctimas

Armas sónicas, el otro temor de los diplomáticos que no quieren ir a Moscú

Vladimir Putin, presidente ruso. | Zuma Press

El Ministerio de Asuntos Exteriores tiene problemas en Rusia. No es que allí España sea considerada un país inamistoso desde que se inició el conflicto en Ucrania; es que no encuentran miembros del cuerpo diplomático que quieran ser vecinos del Kremlin. Se debe a varias razones, pero hay una de la que no hablan de manera pública: los ataques sónicos.

Todo comenzó en 2016 en Cuba, de ahí que sus secuelas reciban el nombre de El Síndrome de La Habana. La peculiaridad es que solo les ocurre a empleados de embajadas, y con especial incidencia a diplomáticos, espías y funcionarios de defensa.

Arma invisible

Todo comienza con ruidos extraños que solo oyen dentro de sus cabezas sus víctimas. Después llegan las cefaleas, náuseas, mareos, y en los casos más graves, lesiones cerebrales. Hasta 2021 se han registrado más de 130 incidentes con daños poco reversibles y que podrían estar relacionados. No se sabe de manera pública cuántos han podido tener lugar con posterioridad.

Los servicios secretos y el FBI iniciaron una investigación, y le pasaron la tarea técnica a la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina de EEUU. El estudio concluyó en 2020 que todo era causado por energía de microondas, de manera específica energía de radiofrecuencia pulsada y dirigida. Una entidad desconocida estaba cociendo la cabeza de sus funcionarios.

Si el extraño fenómeno empezó en Cuba, sus efectos se han replicado en más destinos, y siempre con efectos parecidos en personal muy concreto. En 2020 una pareja formada por un diplomático, su esposa y un hijo se trasladaron a Tbilisi, capital de Georgia. Ella estaba realizando tareas domésticas cuando notó como un pitido agudo le taladraba la cabeza. Aquel ruido lo envolvía todo, y acto seguido su organismo respondió con un fuerte dolor de cabeza. La mujer, desorientada, salió de la habitación y entró en el baño contiguo. Allí el sonido parecía haber desaparecido, pero vomitó.

A los familiares de diplomáticos les dan ciertas nociones de seguridad y autoprotección, así que la mujer del diplomático sacó como pudo su teléfono, e hizo fotos del coche. Al instante, las dos personas que había a su lado se metieron dentro y salieron de la escena. Acto seguido llamó a su esposo, que pronto llegó acompañado por oficiales de seguridad de la embajada.

Desde ese día experimenta ataques de migraña a diario cuando jamás los había sufrido antes. Con frecuencia su conciencia está nublada, le resulta difícil encontrar los escalones cuando baja las escaleras, y tiene problemas con el sistema vestibular. A menudo le pitan los oídos, y tiene problemas de audición. Sus oídos se han vuelto hipersensibles, y el sonido de un sencillo aire acondicionado resuena dentro de su cerebro como si fuera a despegar un avión.

En la universidad Johns Hopkins le fue diagnosticada una divergencia bidireccional de canales semicirculares. Es una enfermedad muy rara, que puede ser congénita, pero de ser así la enfermedad se habría manifestado antes. También podría ser el resultado de una lesión traumática, pero en su historial no hay nada parecido. Para paliar los síntomas le han sido implantadas dos placas de metal a ambos lados del cráneo, que han paliado los síntomas, pero no han eliminado los efectos por completo.

Meses más tarde, agentes del servicio secreto le mostraron la fotografía de un tipo rubio, alto y espigado. A la mujer del diplomático le entró un escalofrío. Era el mismo que vio a través de su ventana, no había duda alguna. La inteligencia estadounidense le identificó como Albert Averyanov, hijo del general Andrei Averyanov, jefe de la unidad militar 29155. El medio ruso The Insider descubrió que en esas fechas, miembros del grupo 29155 estaban en Georgia.

Operaciones muy especiales

Esta es una de las unidades militares más secretas del entramado ya de por sí secreto de la inteligencia rusa. Se la relaciona con la muerte por envenenamiento del exespía Serguéi Skripal. Su finalidad última parece destinada a desequilibrar Europa, y su metódico procedimiento es siempre el mismo: hacer lo más grave, pero que no se note que fueron ellos. Puede ser envenenamiento con plutonio en un té en Londres, un extraño suicidio de un multimillonario que era feliz hasta el día anterior en la Costa del Sol, o la voladura de un arsenal en la República Checa. El grupo 29155 es tan discreto y hermético que resulta imposible anticiparse a sus acciones.

El modus operandi tiene otra peculiaridad: nunca entran en sus destinos de forma directa. Si operan en París, no vuelan desde Moscú, sino que lo hacen desde un país vecino con el que no haya fronteras y sea más difícil detectar su presencia. A veces lo hacen de formas bastante curiosas como cuando entraron en China como parte de un rally, el Silk Road, durante los años 2016 y 2017.

Carreristas peligrosos

Camuflados como pilotos o mecánicos, transfirieron agentes, mercancías y legalizaron su presencia en el extranjero. Justo tras cruzar la meta en verano de 2016, diplomáticos estadounidenses comenzaron a informar de problemas de salud extraños.

La primera víctima fue un informático del Departamento de Estado, responsable de almacenar información clasificada en Shanghái. Sus síntomas aparecieron de repente; le resultaba difícil mantener el equilibrio, y hasta le costaba trabajo levantarse de la cama. A veces se caía en la calle sin explicación aparente, y comenzaron los problemas con la memoria a corto plazo. Después de varios meses de pruebas, el veredicto de los médicos fue que una causa desconocida le había provocado una lesión cerebral traumática.

Después llegaron otros casos en Guangzhou, y todos describían algo parecido. Un ruido muy fuerte que no se parecía a nada que hubieran escuchado antes, y acto seguido llegaban mareos, conciencia borrosa, dolores de cabeza, pérdida de memoria a corto plazo, insomnio y náuseas. El Gobierno de los Estados Unidos tuvo que evacuar a una decena de empleados. También hubo incidentes similares en Beijing.

Tecnología médica

Se sabe que en el rally participaba el médico militar Alexander Mishkin, y que mantuvo contactos continuos con Sergey Chepur, jefe del Instituto de Pruebas de Investigación de Medicina Militar. Es responsable de probar los efectos en el cuerpo de varios tipos de sustancias venenosas y otras armas. Seguir la pista a Mishkin no es fácil, pero resulta escalofriante observar cómo cada vez que ha desaparecido del radar, ha habido incidentes de este tipo.

De manera análoga, se cree que en 2021 el bombardeo sonoro actuó el Hanoi. Dos empleados de la embajada, cinco representantes del Ministerio de Defensa y varios miembros de las fuerzas especiales que ejercen de escolta y protección se vieron afectados. Dos días después, un oficial de la CIA que había trabajado anteriormente en Ucrania se despertó de extrañas sensaciones. Al principio escuchó un sonido de baja frecuencia, y luego como si hubiera una explosión en su cabeza. Antes del ataque corría ultramaratones; después apenas podía caminar más de 15 minutos. El diagnóstico oficial fue disfunción de la red neuronal persistente como resultado de una lesión cerebral.

El tema da una vuelta de tuerca más cuando este tipo de ataque sónico se produce en territorio estadounidense. El programa 60 Minutos de la CBS entrevistó a una agente del FBI que se cree sufrió uno en su casa de Florida. La descripción de los hechos y sus efectos es la misma, pero quedó una prueba física: la batería de su teléfono móvil empezó a hincharse hasta el punto de hacer estallar su carcasa. La agente habló con permiso del FBI, pero no podía hacer comentarios sobre investigaciones en marcha. Su historia es la ya conocida, pero la CBS tiró del hilo y dieron con algo.

Huida extraña

En 2020 un ciudadano ruso llamado Vitalii Kovalev fue detenido cuando conducía un Ford Mustang a gran velocidad cerca de Key West, Florida, en 2020. Tras una persecución, el coche fue registrado y se encontraron notas relacionadas con cuentas bancarias junto con un dispositivo capaz de borrar los datos informáticos del vehículo, incluidos sus registros GPS. CBS consultó a los compañeros de The Insider, una revista montada por exiliados rusos, y les sugirieron que era un espía.

Kovalev estudió en un instituto militar, donde aprendió sobre radioelectrónica. Tras dos años trabajando en un instituto militar, Kovalev se convirtió de repente y de la noche a la mañana, en chef que trabajaba Nueva York y Washington. «Una vez que se está en el ejército, y has recibido formación, y el Ministerio de Defensa ha invertido en ti, permaneces a su entera disposición el resto de tu vida», explicaron.

Se cree que la agente del FBI golpeada por el arma sónica estuvo involucrada en la investigación sobre Kovalev. Esto parecía una suerte de venganza. Kovalev fue condenado a 30 meses de cárcel y tras cumplir su pena regresó a Rusia en 2022. En el FBI le advirtieron de que corría peligro por haber pasado tanto tiempo con ellos. The Insider descubrió un certificado de defunción extendido en 2023 que dice que Kovalev murió en el frente en Ucrania. Su teoría es que lo mandaron allí para deshacerse de él. Un cabo suelto menos.

Es una historia fascinante, propia de una película de espías, pero que trae de cabeza a las autoridades. No saben cómo luchar contra este tipo de arma, cómo proteger a su personal, ni dónde golpeará la próxima vez. De lo que ya quedan pocas dudas es de quién dispara el Síndrome de La Habana. Esa arma silenciosa, invisible y siniestra sigue paralizando a diplomáticos, agentes y personal de cualquier país, y de momento, no hay un blindaje que la detenga.

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