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Los diplomáticos no quieren ir a Moscú: Albares tiene problemas para cubrir las vacantes

Exteriores se topa con las dificultades que están teniendo muchos de ellos para su incorporación en Rusia

Los diplomáticos no quieren ir a Moscú: Albares tiene problemas para cubrir las vacantes

José Manuel Albares, durante el acto del recibimiento de las cartas credenciales. | Foto: A.Pérez Meca (EP)

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, se está encontrando con un problema: los diplomáticos españoles no quieren ir destinados a Rusia. Para la segunda jefatura en la embajada en Moscú ha tenido que decantarse por un secretario de primera, Javier Echeandía, después de que ninguno de los ministros o consejeros para quienes estaba abierto el puesto optaran a él.

Ello se debe a las dificultades que están teniendo muchos de ellos para su incorporación en Rusia. Sobre todo después de que en los últimos meses se haya recrudecido la ‘guerra de embajadas’ entre Madrid y Moscú a la hora de acreditar a diplomáticos del otro país. Echeandía ya estuvo destinado en la capital rusa, entre 2014 y 2018, y habla ruso, pero se arriesga a pasar una larga temporada en Exteriores hasta recibir la autorización del Gobierno de Vladimir Putin para desempeñar su función.

Entre los diplomáticos españoles ha pesado la situación que vive el cónsul general en Moscú, Antonio Ramos Membrive, quien a finales de septiembre dimitió como jefe de gabinete del presidente del Tribunal Constitucional, Cándido Conde-Pumpido, para reingresar en la carrera diplomática y ocupar uno de los puestos mejor remunerados en el exterior. Sin embargo, Moscú se niega a tramitar el visado de acreditación de Ramos Membrive, por lo que este último no puede pisar Rusia por el momento, mientras el consulado español está descabezado tras la vacante por jubilación de su anterior titular, María Isabel Vicandi.

El nombre de Ramos Membrive fue propuesto en noviembre a la Junta de la Carrera Diplomática, encargada de realizar la valoración de los candidatos al puesto, por el subsecretario de Asuntos Exteriores, Luis Cuesta, un hecho que normalmente quiere decir que se trata de la persona que el ministro desea para el cargo.

La propuesta causó sorpresa entre los miembros de la Junta, porque Ramos Membrive ocupaba el sexto lugar en antigüedad entre los ocho diplomáticos que habían solicitado el puesto en la capital rusa, por lo que el exjefe de gabinete de Conde Pumpido no tenía muchas posibilidades de hacerse con él si se hubiera tenido únicamente en cuenta el posible informe de la Junta. No obstante, además de la antigüedad, son tenidos en cuenta para la elección otros méritos, como por ejemplo el conocimiento del idioma del país al que se va destinado o la experiencia en consulados. Ramos Membrive habla ruso como Echeandía y también fue cónsul general en Quito (Ecuador), condiciones que, por otra parte, también reunían otros candidatos. 

El puesto de cónsul general de Moscú es uno de los mejores remunerados dentro de Exteriores. Y la carga de trabajo desde el inicio de la invasión de Ucrania es mínima porque el flujo de expedición de visados se ha reducido drásticamente por las sanciones europeas. Aun así, se tramitan unos 100.000 visados al año, por lo que el veto ruso al nuevo cónsul provoca en la práctica un grave contratiempo a la diplomacia española.

La decisión rusa es la respuesta a las negativas de España a conceder varias acreditaciones solicitadas en los últimos meses por el Gobierno de Putin para realizar sustituciones en la embajada de Rusia en Madrid. El departamento de Albares ha negado una decena de solicitudes de incorporación desde la crisis diplomática de hace año y medio, cuando España expulsó a 27 rusos con pasaporte diplomático. Una decisión que fue correspondida por Moscú en los mismos términos.

Las autoridades rusas están muy molestas por la actitud del Gobierno español con respecto a su país y por la escasa relación que Exteriores mantiene con su embajada. El jefe de la legación rusa, Viktor Klimenko, no fue invitado a la última recepción al cuerpo diplomático en el Palacio Real y a Felipe VI tuvo que entregarle sus cartas credenciales ‘a escondidas’. Concretamente, en una sala del Palacio de la Zarzuela sin cámaras ni medios de comunicación, por lo que no estuvo acompañado del boato protocolario con el que desde hace siglos se lleva a cabo esta ceremonia.

El problema para España es que quiere cambiar a su embajador en Moscú y el Kremlin no se lo pondrá fácil. Albares tiene decidido que Ricardo Martínez, quien ha estado de embajador en Alemania en los últimos años, sustituya a Marcos Gómez, quien apenas lleva dos años y medio en la capital rusa, si bien en difíciles condiciones pues las autoridades rusas consideran a España un país inamistoso –al igual que el resto de socios de la UE– y prácticamente tienen cortados los contactos con el jefe de la legación.

El propio Martínez ha relatado en su despedida en Berlín que se dedicará en los próximos meses a recuperar el ruso que aprendió de joven junto al alemán, una lengua que domina perfectamente. Es muy posible que el plácet concedido por Moscú tarde tiempo en llegar, pues Madrid se demoró en cuatro meses antes de dar luz verde a la llegada de Klimenko como ‘castigo’ por la invasión rusa de Ucrania.

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