THE OBJECTIVE
Opinión

Políticos al metaverso: la auténtica revolución tecnológica

«¿Imaginan la suerte que sería depender de la Inteligencia Artificial en política? Sin campañas, sin elecciones, sin ladrones, mentirosos ni embusteros»

Políticos al metaverso: la auténtica revolución tecnológica

Pixabay.

Anda todo revuelto con esto de la Inteligencia Artificial, el metaverso y la realidad aumentada. Esta última viene utilizándose desde que Adobe parió Photoshop, condenando a los editores de revista a pasar por el filtro de la perfección a miles de famosos que se veían rellenos o más feos de lo que se podían reconocer. Esa práctica, que tan bien conocen los que se dedican a vender humo, cuerpos, o los miles de influencers que se posan a sí mismos, es más vieja que un retrato en Altamira. Hasta Velázquez o Ferrer Dalmau podrían retratar mejor a la gente que posa(ba) para su inmortalidad pictórica. Siempre se ha mejorado la realidad, es uno de los fines del arte, mejorar lo presente, llámenlo como quieran. Pero en el campo que nos atañe, la información, la cosa debería ser de otra manera. 

Las fotos pueden verificarse accediendo a los datos Exif que deja cualquier cámara al capturar una imagen. Esta información revela el lugar y la fecha en la que se ha hecho la foto, la velocidad ISO, la apertura, el balance de blancos, distancia, la geolocalización, el foco utilizado, etc. Otra cosa es que las redacciones se dediquen a copiar y pegar las imágenes tratando de competir en una carrera absurda por la inmediatez en vez de por la verificación. Además de devaluar el trabajo de los profesionales. Todas esas fotos, como la del Papa con plumas o las de Trump detenido —como cualquiera de los millones de memes que acompañan la desinformación— son fácilmente verificables por cualquier agencia o redacción medianamente seria. Pero los redactores ahora bucean en Twitter o Instagram en vez de salir a la calle. Además, nos tomamos en serio lo que dicen algunos personajes que actúan como antaño acostumbraba el clásico cliente fijo de barra de bar, chismoso, retorcido, el que pasaba un rumor falso o agrandaba la historia que llegó a sus orejas sin tener ni chorra idea de por dónde cojeaba la gacela. El problema es que ahora la gente se lo cree, justo cuando más herramientas dispone el público para descubrir al charlatán de barra. El mundo del clic siembra vagos por doquier. 

Lo del metaverso tiene mucha más miga. Recuerdo algún proyecto, Second Life, creo recordar, fue la precuela de éste que nos vende el ladronzuelo de Harvard. En aquel mundo virtual llegué a conocer a dos o tres tipos que invirtieron una pasta para comprar unos locales comerciales en Serrano. Pensaban que de verdad la gente haría la vida dentro de la pantalla y debían aprovechar la oportunidad volando, como los Rothschild con sus palomas mensajeras. No sólo perdieron el dinero sino también su reputación. El fundador de aquel milagro puso pies en polvorosa cuando comenzaron a reclamar sus parcelas de Second Life en la first life, y claro, el dinero se había quedado en un limbo intermedio que al apagar el móvil resultaba del todo impenetrable.

La realidad aumentada al menos tiene guasa. Eso de verse con cara de ratón o con gafas de sol pintadas mientras se dicen cosas raras en las redes parece que tiene miles de seguidores. Te cambia la voz, gastas coleta y hasta te limpia la cara de impurezas mejor que una semana en la Buchinger. También es más barato. Su éxito es tan efímero como cambiarse de sexo en el Registro, aunque los videojuegos serán de vértigo. Se utiliza para visitar pisos desde casa, probarse ropa desde casa e imaginarse cosas desde casa, así que su futuro pasa por no salir de casa. Tiene aplicaciones geniales en la medicina, la cirugía, arquitectura, ingeniería y un largo etcétera que no incluye lo que pretendemos que sea real, objetivo y veraz, como el periodismo. 

«El mundo será distinto cuando la Inteligencia Artificial se implante en las cadenas de mando de cada sector»

Lo de la IA es más complejo y sí que supone una revolución en toda regla. En el campo de la información debería utilizarse como un arma en toda redacción para hacerlo más real, efectivo, verificado y de profundidad. En el campo de la literatura le veo menos futuro. Una parte sustancial del enganche a un tipo de libros o a un autor convive en la atracción que genera su personalidad errante. Es un aliciente saber que el escritor que te gusta es una persona que también se equivoca, y aunque la admiración marque vínculos, éstos van de la mano con los tropiezos que luego tan bien narran. No termino de verme añorando el derrape acelerado de una personalidad de microchips, aunque me imagino que serán cientos de miles los usuarios que se beneficien de una amante de silicona robótica. 

Con la música, igual. De hecho, programas de edición musical como Protools o Logic, cuentan con una función de «error humano» que se dedica a estropear el golpe perfecto de los samples en cada compás porque se da por hecho que no somos una claqueta a la hora de tocar, y ese mínimo error lo convierte en algo humano, y por ende, real. ¿Qué sería del Club de los 27 si todo fuera artificial? ¿Echarán mano de la obsolescencia programada para que un cantante palme por los excesos de bits al cumplir veintisiete meses? 

El mundo será distinto cuando la Inteligencia Artificial se implante en las cadenas de mando de cada sector. Pero se avecina una oportunidad enorme para que se use en el Palacio de la Moncloa y demás Instituciones que nadan en lodazales. Ante este nuevo horizonte, calculen el dinero que podríamos ahorrarnos en sueldos, sobres, comisiones, derroches y señorías, si se implantara un software que ordenara los impuestos y el reparto de los mismos, la seguridad, las ayudas europeas, los fondos monetarios, la Seguridad Social, etc. Sería interminable el recorte de dinero público malgastado que podríamos usar para mejorar todo lo que se usa como arma electoral: la sanidad, la educación, la investigación, la cultura. ¿Imaginan la suerte que sería depender de la Inteligencia Artificial en política? Sin campañas, sin elecciones, sin ladrones, mentirosos ni embusteros, vamos, nuestro gozo en un pozo. 

Se acabaría la corrupción, los intereses, las vendettas, el derroche; ¿de verdad no podemos pedirle a Chema Alonso que cree un software para que vosotros, políticos, os apuntéis a la lista del paro? No se preocupen, la Inteligencia Artificial os conseguirá un trabajo en función de vuestra experiencia y utilidad. En vez de hacer leyes no me quiero imaginar dónde acabarías currando.  

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D