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Sociedad

Muchas plataformas, pero la vida se ve en la televisión

Cuando la vida pega un puñetazo no es en las plataformas donde lo vemos. En esos momentos es la televisión la que te cuenta la vida

Muchas plataformas, pero la vida se ve en la televisión

El presentador Vicente Vallés.

Se ha convertido en algo común en cualquier conversación de amigos y familiares. Se pregunta por las series que están viendo. Se comentan las tramas, se recomiendan series que el otro no ha visto o los estrenos de las plataformas de vídeo. Porque estrenos hay muchos y plataformas cada vez más. Muchas plataformas de vídeos para poder estar al día. Y muchas plataformas para pagar. Demasiada oferta para tan poco tiempo.  Porque, al final, hablamos más de ellas en proporción que del tiempo que nos ocupan. Sin duda, la forma de ver determinados contenidos ha cambiado. El poder elegir el momento, el darte un panzón viendo cuatro o cinco capítulos de un tirón. Son hábitos ya comunes en todos nosotros. Pero cuando pasa algo en directo, no pasa en las plataformas. 

Cuando la vida pega un puñetazo no es en las plataformas donde lo vemos. Vivimos ahora tiempos de guerra. Ucrania marca ya nuestras vidas. No es solo la invasión de las tropas de Putin, que nos horroriza con su criminal actuación y su ensañamiento de psicópata contra objetivos civiles. Es una guerra que nos afecta a todos. Y que tiene el drama añadido de los millones de refugiados acogidos por toda la Unión Europea. En momentos como estos, la intensidad informativa es altísima. Se nota en los programas de actualidad de radios y televisiones. En los especiales que rompen las parrillas con la presencia de expertos en todo tipo de materias, de análisis de las consecuencias económicas y del impacto que tiene sobre nuestras vidas. Se nota en nuestras conversaciones. Y en esos momentos es la televisión la que te cuenta la vida. No son las plataformas. Pasó con la pandemia de la covid, o con el temporal Filomena o con cualquier suceso y acontecimiento que nos impactan, que nos sorprenden, que nos duelen o nos alegran. Esa es la fuerza de la televisión. Nos enseña la vida. Y no sólo los malos momentos.

La vida no se vive en las plataformas de vídeo. Y aunque parezca que todo el mundo habla de ellas y de sus series, en realidad las audiencias millonarias diarias siguen estando en la televisión. Ya he comentado que ninguna plataforma tiene la capacidad de concentrar tanta gente y de forma simultánea para ver el mismo contenido. Todos los días y a todas horas. La fuerza de la televisión sigue siendo imbatible. Imbatible no sólo por los informativos y la actualidad, también en entretenimiento, en programas y en series. Las plataformas no van a sustituir a las televisiones. Les han ganado minutos y se han acoplado en su propio espacio. Incluso han tenido que comprar las series que triunfan en los distintos canales. Ningún ejemplo tan claro como La casa de papel, la serie de Antena 3 que al venderse a Netflix ha permitido que triunfara en todo el mundo. Se han creado nuevas ventanas de distribución y emisión y se está comprobando que los públicos son complementarios. De tal manera que hay series que están primero en plataforma y luego se emiten en televisión. O al revés. O circulan en tiempos paralelos. Las televisiones producen ya directamente también para las plataformas.

Auge y declive de la piratería

Lo que está claro es que sí nos gusta poder elegir el momento de ver las series y películas. Pero ahora, con tantas plataformas, para poder ver lo mejor hay que estar suscrito y pagar no una, ni dos, ni tres plataformas. Varias. Nos encontramos así que hay una inundación de plataformas de pago. De muchos pagos. Y es curioso cómo se ha adaptado la sociedad española a este consumo de pago. A diferencia de la mayoría de los europeos de los países nuestro entorno, los españoles nunca fuimos muy partidarios de pagar por ver la televisión. Ni en los mejores tiempos de Canal Plus se consiguieron suscripciones masivas y mucho menos con el cable. Con la llegada de internet y el consumo de vídeo bajo demanda, España se convirtió en el reino de los piratas. Los famosos enlaces P2P, desde e-mule a Torrent, convirtieron a millones de españoles en expertos informáticos con ordenadores calientes como tostadoras funcionando las 24 horas el día. La calidad de aquellas descargas era infame. Era como si se vieran con una bolsa de plástico en la cabeza. Más gracioso era el sonido, porque a veces podías seguir conversaciones enteras de espectadores que estaban sentados al lado del pirata que grababa a escondidas en el cine. 

La llegada de las primeras plataformas de entretenimiento cambió por completo el panorama. Por un módico precio se accedía a contenidos de calidad y exclusivos. Series, películas. Catálogos que iban creciendo. Netflix, Prime Video Amazon y HBO fueron los tres primeros gigantes que aterrizaron en España con éxito.  El concepto de pago se fue integrando y acomodando en la mentalidad de los consumidores españoles. Y más plataformas siguieron llegando como AppleTv o Disney+, que se sumaban a las nacionales Filmin o FlixOlé. Y las propias de las televisiones, tanto públicas como privadas, donde Atresplayer y Mitele combinaron en la misma plataforma contenido gratuito procedente de sus canales de televisión con contenido premium de pago. Cada una eligió su camino. La de Mediaset apostando por realities y programas del corazón, además de una apuesta por el fútbol que rápidamente tuvo que abandonar por cuestión de costes. En el otro lado, Atresplayer, la plataforma líder de Atresmedia, que ha jugado la carta de producciones originales y exclusivas con apuestas valientes, integradoras e innovadoras, a la vez que lanzaba nuevas versiones o continuaciones de los grandes títulos de Antena 3.

En todo caso el pago se ha instalado y siguen llegando plataformas de vídeo, temáticas, de canales de empresas, de deportes, de toto tipo: Rakuten TV, ACORN TV, STARZPLAY, fuboTV España, Mubi, Crunchyroll, DAZN, Eurosport Player, Footeres, LaLigaSports TV Plus, Discovery+, Pluto TV, Huawei Vídeo, Samsung TV Plus… Y siguen llegando.

Nos encontramos ahora con este aluvión de plataformas que cada vez tienen espacios o características más definitorias, para un público más segmentado. Las pioneras han marcado territorio. Pero en general están obligadas no sólo a una alta producción de series y películas de alto impacto, sino también a producir, comprar o colaborar con contenidos hechos en España. Todas tienen algo distinto y especial, todas tienen algunas joyas. Pero están muy repartidas e implica muchos pagos.

Y, mientras tanto, cuando llega la vida, hay que verla en televisión.

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