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Goyas de madres transversales y guerras latentes

La ceremonia estuvo salpicada de remembranzas a las progenitoras en los discursos de agradecimiento, del dedicado por María Cerezuela, mejor actriz revelación, a su madre en la ficción

Goyas de madres transversales y guerras latentes

María Cerezuela posa con el Goya a mejor actriz revelación | EP

El otro año que Fernando León de Aranoa se impuso en los Goya ha pasado a la historia como el del clamor contra el conflicto en Irak. En 2003, la industria  del cine alzaba sus carteles de No a la guerra y Los lunes al sol se alzaba con cinco premios, entre ellos, los de mejor película, director y actor protagonista a Javier Bardem. Anoche, El buen patrón replicaba esos mismos galardones y sumaba tres más, guion original, música y montaje, pero no hubo alusiones a los tambores bélicos que atruenan en Ucrania. Tan solo una mínima chanza del actor Luis Zahera a Luis Tosar sobre su querencia por los papeles más abyectos. ¿Qué tal si se atrevía a un más infame todavía, qué tal interpretar a Putin? Fue la única mención al elefante en la habitación, en contraste con la cronología de Twitter, donde el hashtag #Goyas2022 se alternaba, de manera inquietante, con sospechas de una inminente invasión rusa de Kiev. 

El chascarrillo en el pasillo de prensa era el brinco que iba a dar la platea si Pedro Sánchez abandonaba su butaca a la carrera. Pero el presidente atendió la gala sin más respingo que el que le provocó la actriz Verónica Echegui al invitarle a ver junto a sus hijas adolescentes su debut como directora, Tótem loba. La ópera prima, merecedora del cabezón al mejor corto de ficción, habla sobre la violencia sistémica contra las mujeres a partir de una tradición atávica en un pueblo donde los chicos se disfrazan de lobos en las fiestas para dar caza a las adolescentes.

Las batallas del presente

En 2022 otras son las luchas a las que el cine español ha dado voz, imagen y música. Como la atención a la salud mental en forma de homenaje a Verónica Forqué por parte de Aldo Comas y Macarena Gómez con sus chaquetas customizadas en la alfombra roja; la llamada de la cantaora María José Llergo al recoger su Goya a la mejor canción por Te espera el mar, de la película Mediterráneo, a que el Mare Nostrum deje de ser la fosa común de los inmigrantes en Europa; o la denuncia de la precarización del oficio de músico por parte de Zeltia Montes, que conmocionada tras alzarse con el reconocimiento a la mejor banda sonora por El buen patrón, subrayaba la necesidad de referentes femeninos en su oficio. Ella misma es un botón de muestra, porque estudió y se inspiró en la primera mujer en ganar el Goya en su disciplina, Eva Gancedo.

Este año, de hecho, la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales, CIMA, había destacado la presencia de mujeres en categorías no feminizadas, como música original, sonido y efectos especiales, apartado técnico en el que Laura Pedro se impuso con su trabajo para Way Down.

Otras disciplinas siguen estando dominadas por el género masculino, como así lo subrayó Vicky Peña al anunciar: «Los nominados a mejor dirección artística. Repito, los nominados».

En las antípodas se halla la categoría de dirección novel, que estos últimos cuatro años ha recaído, invariablemente, en jóvenes realizadoras: Carla Simón en 2017, por Verano 1993, Arantxa Echevarría en 2018 por Carmen y Lola, Belén Funes al año siguiente por La hija de un ladrón, y el pasado, Pilar Palomero, por Las niñas. Esta edición, inyectaba savia nueva femenina Clara Roquet, galardonada por su debut, Libertad.

Dolor tras la gloria

Partía con ocho nominaciones y abandona València de vacío. Nuestro director más internacional, Pedro Almodóvar, valedor de dos de los aspirantes al Óscar en su próxima edición, Penélope Cruz en la candidatura de mejor actriz y Alberto Iglesias en la de banda sonora, no obtuvo el respaldo de la Academia de Cine. Durante su discurso de agradecimiento, la artista que inauguró anoche la categoría del Goya internacional, Cate Blanchett, los comparó a él y a su actriz fetiche con Gena Rowlands y John Cassavetes, una excepcional pareja artística, comprometida con un cine de autor personal y valiente. 

La actriz Cate Blanchett recibe el Goya Internacional de manos de la actriz Penélope Cruz y del director Pedro Almodovar.

Madres paralelas roció la alfombra roja del Palau de les Arts de polvo de estrellas. Milena Smit con el vestido más apabullante de la noche, diseñado en exclusiva para ella por el director creativo de Balmain, Olivier Rousteing, y consistente en un crop top que evocaba la técnica japonesa del kintsugi y una voluminosa falda en tul negro y dorado; Penélope, en su primer posado en España junto a su marido, Javier Bardem, rompiendo la regla de alternarse en el cuidado de sus dos hijos en común cuando ambos están nominados; y Blanchett, custodiada por la troupe Almodóvar, pues no en vano, será la protagonista de la próxima película del manchego, una adaptación del libro de relatos de Lucía Berlín Manual para señoras de la limpieza.

Ni siquiera se reconoció a la que partía como firme candidata como actriz de reparto, Aitana Sánchez Gijón, en su vuelta por la puerta grande al cine después de largos años volcada en el teatro. La merecedora fue Nora Navas por su papel en Libertad, donde se exploran el privilegio y los vínculos familiares.  

Navas, que ostenta el cargo de vicepresidenta de la Academia de Cine, le quitó hierro a la controversia durante una entrevista en la recta final de la gala en el programa Kinótico, de Onda Cero: «Somos 2.000 académicos, es un voto democrático y se decide por el gusto de cada uno. No creo que haya nada personal, porque el año de Dolor y gloria arrasó. Pero cuando pasa algo con Almodóvar parece que haya algo contra él, cuando, por ejemplo, El vientre del mar, ganadora de seis premios en el Festival de Málaga, solo ha tenido una nominación y nadie dice qué pasa con Agustí Villaronga. Los académicos no somos un ente que conspira. Hay películas de Almodóvar que gustan más y otras menos».

Madres transversales

Su madre burguesa contrariada por la relación de amistad de su hija con la de la empleada del hogar en la ópera prima de Clara Roquet no fue la única reconocida en la gran fiesta del cine español. El Goya al mejor corto documental recayó en Mamá, donde se plasma el trabajo diario de una mujer congoleña para proteger a los bebés de chimpancés víctimas de la caza furtiva en el país africano.

La ceremonia estuvo salpicada de remembranzas a las progenitoras en los discursos de agradecimiento, del dedicado por María Cerezuela, mejor actriz revelación, a su madre en la ficción: «Maixabel, eres un ángel», al de Blanca Portillo a su madre fallecida hace dos años, al recoger su Goya a la mejor actriz por el papel de la viuda del gobernador socialista de Gipuzkoa asesinado por ETA, Juan María Jáuregui, en Maixabel. De la madre de María José Llergo que creyó «en los sueños grandes de una niña pequeña», a la de Zeltia Montes, que arrancó su discurso, temblorosa, alabando el trabajo esforzado de su madre, que se rompió el lomo para darle «una educación carísima». Pero el más conmovedor, por sentido e inesperado, fue el de Javier Bardem. Poco dado a pronunciarse sobre su vida privada, el actor más galardonado del cine español, con cinco Goyas como protagonista y uno como productor, declaró su amor a Penélope Cruz, «la mujer que amo, admiro, respeto y celebro todos los días», a sus hijos y por último, hablando en presente a «la mujer que me parió, que me enseñó a vivir, a amar esta profesión. Ha sido un referente para mí y uno de los mejores seres humanos que me he encontrado en mi vida». Las madres que no tuvieron opción a ser honradas fueron las de los autores de propuestas audaces como Espíritu sagrado, Destello bravío y Seis días corrientes; la orgánica banda sonora compuesta por Vetusta Morla para La hija o la actriz protagonista de Ama, Tamara Casellas, por citar algunas de las clamorosas ausencias en una terna de nominados que como la gala, tediosa, hubo de arriesgar más.

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