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Cultura

'Falsificadores ilustres', crónica de un engaño histórico

El periodista francés Harry Bellet repasa los vericuetos de este viejo oficio, desde el escándalo de las falsas reliquias hasta las estafas millonarias a museos

‘Falsificadores ilustres’, crónica de un engaño histórico

Henry Bellet en una exposicion de arte.

El veredicto es que las falsificaciones son una plaga histórica y que no era una exageración cuando Thomas Hoving, antiguo director del Metropolitan Museum de Nueva York, declaró en 1997 que el 40% de las obras de su museo eran falsificaciones. Se dan una serie de contextos históricos en los que las falsificaciones proliferan a miles, algo que nos explica el periodista francés Harry Bellet en su ensayo Falsificadores Ilustres publicado ahora por Elba editorial.

Harry Bellet (Rouen, 1960) es escritor y periodista. Licenciado en historia del arte, trabajó en el Centro Pompidou de París y en la Fundación Maeght de Saint-Paul-de-Vence y desde 1998 escribe para Le Monde. Además de numerosos catálogos de exposiciones, ha publicado diversas obras, entre ellas tres novelas negras y tres novelas históricas sobre el pintor Hans Holbein.

El paseo histórico que organiza Bellet empieza en la Edad Media, cuando empezaron a multiplicarse las reliquias, hasta el punto de que registra hasta 15 localidades en las que presumen de guardar el prepucio de Cristo. También nos explica cómo eran los propios artistas los primeros en hacer copias de su trabajo, poniendo de ejemplo el estudio de El Greco que hace muy difícil distinguir sus cuadros de los de sus aprendices. 

El ritmo de vida de los marchantes

Asimismo, nos explica que para que todo ello floreciera en los siglos posteriores se dio la conjunción de que castigaban con penas altísimas la falsificación de moneda, pero que muchas veces fiscales vagos no perseguían las falsificaciones de arte. También nos habla de la enorme cantidad de marchantes desesperados que han necesitado más ingresos para seguir con su ritmo de vida. En numerosos casos, los marchantes o los expertos encargados de dar fe estaban en el ajo de importantes tramas, muchas ellas centradas en Roma, donde la obsesión europea por el Gran Tour italiano inaugurado por Goethe generó una demanda de antigüedades continua.

Para Bellet resulta central el tema del pedigrí, es decir, la genealogía de propietarios y exposiciones de una obra que permite trazar una ruta histórica hasta el creador. Esto es importante de revisar para saber si un cuadro fue expropiado o robado durante un conflicto bélico. Muchos coleccionistas han tenido que devolver cuadros a los descendientes de los propietarios originales, también para detectar falsificaciones. Los mejores falsificadores son los que falsifican la obra y también su pedigrí: «El más retorcido fabricando pedigrí de los cuadros fue un británico, John Drewe. Manipuló los archivos de los museos londinenses para introducir elementos, como fotografías o listas de obras expuestas en galerías conocidas, que autentificaban las falsificaciones que realizaba un cómplice. Beltracchi, por su parte, fotografió los cuadros colgados en las paredes, con material de época, y  a su compañera en un interior de los años veinte y vestida a la moda del período de entreguerras. Pasaba así por una antepasada, antigua propietaria de las obras recibidas en herencia, y la gente se extasiaba por su aire de familia con su nieta».

Obras perdidas

Otro elemento que enturbia las decisiones es el ansia de numerosos marchantes por encontrar obras que se consideran perdidas, cosa que, además de engañar al coleccionista o al museo, contribuye a arruinar carreras como la de Oliver Wick, excelente conservador de la Fondation Beyeler de Basilea, y posteriormente del Museo de Zúrich, que nunca se perdonó haber autentificado un cuadro de Mark Rothko vendido por la casa Knoedler. Se comprobó luego que dicho cuadro había sido pintado por un artista chino residente en Queens, lo cual le provocó grandes problemas con la justicia norteamericana. 

Bellet prosigue con gran cantidad de directores de museo que creyeron adquirir una ganga, es decir, que quedaron embelesados por un precio más bajo de lo habitual, y a continuación se pregunta si la ciencia podría evitar situaciones así: «¿Pueden las llamadas ciencias exactas subsanar esto? Sí y no: los análisis modernos pueden revelar un pigmento que no existía en el momento en que la obra fue supuestamente pintada. Sin embargo, puede tratarse de un retoque posterior, y esto solo se convierte en evidencia formal tras un largo y metodológicamente muy riguroso proceso de investigación y análisis. Los historiadores del arte rara vez lo llevan a cabo, ya que simplemente no disponen de los medios para ello».

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