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CRÓNICA

Cuatro 'goyas' y un funeral

«Tanto ruido reivindicativo contrastaba con el silencio de todos los ahí presentes, que en ediciones pasadas se rasgaban las vestiduras por las mujeres»

Cuatro ‘goyas’ y un funeral

Las actrices (i-d) Ariadna Gil, Penélope Cruz, Miriam díaz Aroca y Maribel Verdú presentan el Goya a la mejor película. | EFE

No hay luto que frene a un gurú ideológico. Y como uno no tiene todos los días la posibilidad de consagrarse como el vegano/feminista/sostenible de moda, el espectáculo debe continuar…

Sonaba ‘¿Por qué te vas?’, interpretada por Natalia Lafourcade, y yo cantaba: «¿Por qué has ido?». Pensaba en Alberto Núñez Feijóo, que fue hasta Sevilla a hacer dos cosas que ningún hombre que se respeta debe de hacer: dejar que le peguen y posar entre proetarras como Fermín Muguruza. Clara Lago añadiría una más: confundir los Oscar con los Goya.

Hubo cineastas que se montaron películas hasta el último momento, como Isaki Lacuesta, que pedía desde la alfombra roja y con gafas de sol cerrar el Ministerio de Defensa y usar ese dinero para pagar al público que vea cine español. Que alguien le explique o que nos explique a nosotros los mortales lo de llevar gafas de sol a las diez de la noche.

El cabezón que se llevó Laura Galán como mejor actriz revelación nos regaló un momento de anti-sororidad. Las caras de las jóvenes perdedoras eran casi terapéuticas, reivindicaban sin saberlo ni quererlo la libertad de poder sentir envidia o celos de otra mujer, de no tener que desearle el bien por encima del propio a otro ser solo por el hecho de compartir sexo. Pero duró poco. Clara Lago agradecía a Penélope Cruz en nombre de todas las mujeres por iluminar nuestro camino. Yo debo de vivir a oscuras porque sigo buscando motivos para estar en deuda con una actriz con la que solo comparto el gusto por los vestidos de Chanel.

La maternidad se llevó también varios Goya este año con ‘Cinco lobitos’, que le ganó el pulso del relato a Eduardo Casanova, que inmerso en su misión de acabar desterrando del cielo de los modernos a las madres acabó disfrazado de una. Y porque ninguna película que enalteciera la figura maternal sería tan efectiva como el ver a todos los ganadores acordarse de las suyas cuando suben al escenario.

«Yo debo de vivir a oscuras porque sigo buscando motivos para estar en deuda con una actriz con la que solo comparto el gusto por los vestidos de Chanel»

Llegó el momento del discurso del presidente de la Academia de Cine. Fernando Méndez-Leite quiso aprovechar esos minutos para intercambiar miradas de complicidad casi románticas con Pedro Sánchez y sus ministros, que demostraban desde la fila de butacas gubernamentales que no se saben gastar bien nuestro dinero ni para vestirse con algo de estilo. El mandamás de la industria cinematográfica ‘made in Spain’ aseguraba que no había nada que pedirle a nuestros líderes, como el cursi que dice: «No se le puede pedir más a la vida». Sabiendo que aunque uno quisiera, la vida no tiene un buzón de peticiones y sugerencias, la vida manda, la vida te marca la hoja de ruta, la vida no escucha tal y como nuestro Gobierno, que si da es porque el derroche como es con dinero ajeno no le molesta aunque sea raro que una película española llene las salas.

Este año los cabezones estaban hechos de bronce reciclado y aunque podría estar hablando de manera figurada de una gala con efecto déjà vu, siempre hay obras como la nueve veces ganadora ‘As Bestas’ de Rodrigo Sorogoyen que nos traen de vuelta al presente, que se inspira en la historia real de una víctima del «terrorismo rural», que pone en el foco el sector primario al que no se le defiende como propio, porque español en esta España solo puede ser el cine.

En una gala en la que se habló más de la sanidad pública que de películas pudimos disfrutar de algún que otro duelo de versiones. Por una parte, Eulalia Ramón, viuda de Carlos Saura, homenajeando a la sanidad madrileña, mientras que Jordi Évole llamaba a manifestarse. Tanto ruido reivindicativo contrastaba con el silencio de todos los ahí presentes, que en ediciones pasadas se rasgaban las vestiduras por las mujeres y que esta vez han guardado el conveniente silencio con la ley que está liberando a violadores y asesinos, no vaya a ser que nos pasemos de valientes y acabemos defendiendo alguna causa justa. El año que viene con algo de suerte el ejecutor será el correcto y podremos volver a ver cómo los protagonistas activistas se le lanzan a la yugular.  Mientras tanto, hágase el silencio que esta gala es también un funeral.

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