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Garth Ennis

«Las series de televisión son un festival para los ojos que atacan a lo más profundo de nuestras creencias»

Garth Ennis

El guionista Garth Ennis. | Creative Commons

En Prime Video están empezando a echar la serie Gen V, que versa sobre superhéroes universitarios impresentables, una muy buena serie. El creador de todo ese universo, en el que se basa la serie, es el guionista Garth Ennis, un genio de la contestación que ruborizaría a nuestros alocados podemitas, en caso de que los podemitas sean gentes cultas, lo que dudo. El nacimiento del guionista en una nación casi clerical y una ciudad violenta le ha conducido disparar contra el culto religioso en varios de sus trabajos.

Garth Ennis, al que parieron en 1970, en Belfast, Irlanda del Norte, es uno de los escritores de cómics más destacados de todos los tiempos. De un estilo audaz, crudo y provocador hasta el desbarre, sigue horadando las convenciones del mundo de la viñeta. Ennis comenzó su carrera a finales de la década de 1980, trabajando para la editorial británica 2000 AD. Firmó las series Judge Dredd y Rogue Trooper. Luego, con la serie Troubled Souls, dio señales de su descaro. Se centraba en el conflicto de Irlanda del Norte, y lo hacía desde una rabia nada contenida. Menos bonito le llamaron de todo. En 1991, asentado en los USA, Ennis se unió a la editorial DC Comics, la de Batman, en la que destacó gracias a su trabajo en Hellblazer, que trata sobre un hijo del infierno. El guionista abarcaba la corrupción, la pérdida y la culpa, aderezándolas de kilos de palabrotas y sangre marcas de la casa.

A continuación, la serie Preacher le elevó a los altares de la industria. Cocreada, pese a que la idea fuese suya, con el artista Steve Dillon para el sello Vértigo de DC, Preacher es una mezcla brillante de horror, western y humor visceral que retrata a Jesse Custer, un predicador de Texas poseído por una entidad sobrenatural que le otorga el poder de hacer que cualquier persona siga su voluntad. La serie resalta por su irreverencia y su crítica social. Jesse Custer es un personaje con una fuerte convicción moral que no para de luchar. A pesar de las circunstancias extraordinarias en las que se encuentra, Jesse sigue siendo muy humano. Al cabo, es su humanidad lo que impulsa la historia; será porque no hay buena obra de arte que no beba de la contradicción. En la obra, la del genial Garth Ennis, Dios se ha tomado unas vacaciones y el predicador, cabreado, le busca para matarle. Con esta premisa, cualquiera de los muchos giros es plausible. A remarcar un secundario, el Santo de los Asesinos.

«Garth Ennis hiere por igual a los puretas de izquierdas y derechas, que son lo mismo en esta vertiente de una vida laminada en la que ambicionan ahogarnos»

El guionista pasó una temporada en Marvel tomando el pulso a Punisher. Parecía que nadie podía añadir más brutalidad al personaje, hasta que Ennis giró su varita mágica y las vísceras estallaron. Marvel había metido al zorro en la gallinera, lo que se solventó con el despido de Ennis.

Ennis volvió a DC. El enfoque subversivo de Ennis le llevó a escribir una obra maestra: The Boys, la gamberrada suprema, una serie que deconstruye el género de superhéroes al presentar un mundo en el que los superhéroes son celebridades corruptas y egoístas, y un grupo de vigilantes humanos que pretenden mantenerlos bajo control. The Boys es conocida por su violencia gráfica y su humor negro excesivo,  y ha sido adaptada con éxito a una serie de televisión, igual que Preacher. Las series de televisión son un festival para los ojos, menor que los cómics, que atacan a lo más profundo de nuestras creencias. En The Boys, Ennis presenta un grupo de personajes que son tan imperfectos y dañinos como los superhéroes que se proponen eliminar. A través de estos personajes, Ennis examina las implicaciones morales y éticas de la vigilancia y la justicia extrajudicial, al tiempo que plantea preguntas sobre el poder y la corrupción visibles de una América convulsa.

Pierdan unas tardes en empaparse de los cómics de Garth Ennis. Con Garth Ennis la sagrada libertad de expresión cobra su autentico sentido. Y lo mejor, hiere por igual a los puretas de izquierdas y derechas, que son lo mismo en esta vertiente de una vida laminada en la que ambicionan ahogarnos.


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