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 ¿Por qué vive el presidente de la FIFA en Catar?

Infantino fijó su residencia en el emirato un año después de que FIFA retirara su denuncia por corrupción contra el catarí Nasser Al-Khelaïfi, presidente del PSG 

 ¿Por qué vive el presidente de la FIFA en Catar?

Gianni Infantino, presidente de la FIFA. | EP

Algo huele a podrido en la pasión catarí por el fútbol. Quizá sea solo un malentendido (uno más), pero, si es así, el silencio de la FIFA no ayuda a aclarar las cosas. La semana pasada, Rémi Dupre publicó en Le Monde un artículo titulado ‘Copa Mundial 2022: los estrechos vínculos del presidente de la FIFA con Catar’. El diario francés recuerda que, en 2020, la FIFA retiró su denuncia por corrupción contra el catarí Nasser Al-Khelaïfi, presidente del Paris-Saint-Germain, directivo de la UEFA y máximo mandatario de Bein Sports, el medio de comunicación con sede en Catar que domina la retransmisión deportiva en el norte de África y Oriente Medio, con ramificaciones cada vez más potentes en el resto del mundo. Al año siguiente, Gianni Infantino, presidente de la FIFA, fijó su residencia en Doha, capital del mundialista emirato.

Pese a tener doble nacionalidad italiana y suiza, Infantino siente un repentino amor por Catar. La excusa de que así puede preparar mejor el Mundial no se sostiene por múltiples motivos. Para empezar, es la primera vez que un presidente de la FIFA reside en el país anfitrión de un campeonato más de un año antes de su celebración. Tradición a la que se sumó el mismo Infantino en la edición anterior, en 2018, cuando llegó a Rusia días antes de que el balón empezara a rodar. 

Dicho lo cual, y teniendo en cuenta que el emirato anunció la entrega de los ocho estadios planificados casi un año antes de lo previsto, Dupre se pregunta «por qué decidió Infantino instalarse en Doha, cuáles son sus actividades allí, quién paga el alquiler de su casa», y si «alguno de sus familiares trabaja para el Comité Organizador de Catar 2022». La FIFA, asegura, «no responde a estas preguntas».

Mientras otros países parecen hacer la vista gorda, Francia (o, al menos, sus medios de comunicación y sus jueces) se resiste a soltar la presa. Tienen sus motivos. El gran salto de la sospecha a los indicios de corrupción alrededor del Mundial de Catar lo dio la revista France Footbal en 2013 al abrir su portada con el sugerente título ‘Mundial 2022: le Qatargate’. En el interior, un amplio reportaje de investigación de Philippe Auclair y Eric Champel daba detalles de una presunta red de sobornos para que un país con escasa tradición futbolística y un clima imposible se hiciera con la organización de todo un Mundial.

Uno de los grandes protagonistas de los tejemanejes cataríes resultó ser Nicolas Sarkozy. En noviembre 2010, siendo presidente de Francia, se reunió en el Palacio del Elíseo, con Michel Platini, gloria nacional del fútbol francés y por entonces presidente de la UEFA; Sebastián Bazin, propietario de un París Saint Germain al borde de la ruina, y Tamim Bin Hamad Al Thani, príncipe heredero de Catar y gran aficionado a fútbol. Según France Football, en la sede del Gobierno francés se cerró un trato ventajoso para todos: Platini votaría por Catar y el príncipe salvaría al PSG. El mes siguiente, la FIFA eligió la candidatura de Catar tras una reñida votación. Pasadas unas pocas semanas, el fondo soberano de Catar compró el PSG. Tres años después, Hamad Al Thani se convertió en emir. 

El reportaje de France Football abrió una caja de pandora judicial que ha terminado con 16 de los 22 electores de la FIFA en la famosa victoria catarí de diciembre de 2010 pendientes de los tribunales. El presidente del organismo, Sepp Blatter, que había sucedido a Joao Havelange en 1998, fue suspendido de su cargo en 2015. Tanto él como Michel Platini fueron condenados a ocho años de suspensión de toda actividad relacionado con el fútbol por el comité de ética de la FIFA. 

Tras meses de zozobra, la FIFA nombró presidente Giovanni Vincenzo Infantino, un abogado suizo de origen italiano que había ido ascendiendo en la UEFA ocupándose de asuntos muy espinosos. Dupre se muestra sorprendido de que «los magistrados franceses encargados de investigar la polémica concesión del Mundial de 2022 a Catar no consideraron útil interrogar el 13 de octubre de 2021 a Gianni Infantino, oído como testigo, sobre sus estrechas relaciones con el emirato». La cuestión es que, aunque sigue pagando impuestos en Suiza, según la FIFA, Infantino tiene su principal residencia en Doha justo desde otoño de 2021. «A varios miles de kilómetros de Zúrich, donde la FIFA instaló su sede en 1932», añade con malicia el periodista de Le Monde.

Para colmo, en enero, Joseph Blatter, harto de aguantar él solo con todo el escarnio, se despachó a gusto en la radio francesa Europe 1 con su sucesor: «No está haciendo bien su trabajo. Cuando llegó a la presidencia de la FIFA por meandros incomprensibles, despidió a 80 personas, incluidos 30 directores», comienza Blatter, calentándose hasta estallar con la huida de Zúrich: «He organizado cuatro o cinco mundiales en diferentes países, nunca hubiera pensado en vivir en el país o en la capital del país organizador. El lugar del presidente de la FIFA es donde está la sede, y está en Zúrich. Es desde allí desde donde debe dirigir la FIFA, no desde otra parte. No puedo decir que sea escandaloso, pero sí que es incomprensible que se vaya a instalar allí con su familia. Da un sabor amargo». 

A continuación, lanza la gran pregunta: «¿Por qué se pone en brazos del organizador del Mundial?» La acompaña con una curiosa reflexión: «Sabemos que Catar es un país grande en el entorno árabe, y que también quiere retomar el fútbol comprando clubes o estando en la organización». Y remata: «Debería haberlo pensado. Es una renuncia a la responsabilidad del presidente de la FIFA porque tiene que quedarse donde la FIFA tiene su sede, especialmente en un momento en que tenemos problemas internos».

Para contestar a tanta pregunta, quizá convenga volver a la conexión que hacía Le Monde entre la mudanza de Infantino y la retirada por la FIFA de la denuncia por corrupción contra el Nasser Al-Khelaïfi, la mano derecha del emir Al Thani en asuntos deportivo-financieros. The Times publicó el 21 de febrero de 2020 que el presidente del París Saint-Germain y de Bein Sports (recordemos: el medio de comunicación con sede en Catar especializado en retransmisiones deportivas) «aceptó pagar a la FIFA una importante suma de dinero como parte de un acuerdo que llevó al organismo rector del fútbol mundial a retirar una denuncia por soborno». 

La fiscalía suiza acusaba de corrupción e instigación a la gestión desleal a Al-Khelaïfi y al exsecretario general de la FIFA Jerome Valcke, un francés que se curtió en el periodismo deportivo hasta llegar a director ejecutivo de Canal+ Sport, de donde Blatter lo fichó para la causa del fútbol mundial. Según The Times, el acta de acusación sostiene que, «entre 2013 y 2015 Valcke usó su influencia como secretario general de la FIFA para favorecer a socios mediáticos de su preferencia en los procesos de atribución de los derechos de transmisión». La legislación de Suiza, país elegido tanto por la FIFA como por la UEFA para sus respectivas sedes, establece que en los casos de corrupción entre personas privadas solo se persigue si hay denuncia. Al retirar la FIFA la suya, Valcke y Al-Khelaïfi respiraron tranquilos.

The Times calcula en alrededor de un millón de francos suizos (prácticamente lo mismo en euros) lo que ha pagado Al-Khelaïfi para resolver el asunto amistosamente. Tampoco parece demasiado teniendo en cuenta el marrón que se han quitado de encima tanto él como, por extensión, sus conexiones cataríes. Aunque la amistad, ya se sabe, es un concepto muy amplio…

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