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La Gran Dimisión: por qué los empleados están plantando a sus patronos

De repente, el factor escaso ya no es el capital, sino el trabajo. Esto es Alicia en el mercado laboral de las maravillas

La Gran Dimisión: por qué los empleados están plantando a sus patronos

Magnet.me | Unsplash

Hace meses, Dane Drewis decidió dejar su cargo de vicepresidente financiero en 14th Round, una firma de diseño estadounidense. «Estaba harto de pasar el día llenando hojas de cálculo», cuenta en Insider. Quería dedicarse a la música. Ya lo había intentado recién licenciado. Entonces se dijo que si no funcionaba, siempre podría volver a la contabilidad y, como efectivamente no funcionó, tiró la toalla después de una temporada durmiendo en la furgoneta. Ahora cree que se lo ha montado mejor. Dispone de ahorros para no repetir «el cuento del artista muerto de hambre» y se declara listo para «compartir tanta felicidad y amor como pueda».

La de Drewis es una más de las miles de epifanías que se han producido durante la pandemia. «Cuando las personas entran en contacto con la muerte y la enfermedad», explica Anthony Klotz, «dan un paso atrás y se formulan preguntas profundas. ¿Qué es lo que da propósito a mi vida? ¿Y se corresponde con lo que estoy haciendo actualmente? En muchas ocasiones, esas reflexiones provocan un giro existencial».

Klotz es el padre de un concepto de moda en la prensa económica anglosajona: la Gran Dimisión. Lo acuñó durante el confinamiento. Razonó que, dado que no conviene hacer mudanza en tiempos de desolación, como recomienda Ignacio de Loyola, habría pocos abandonos durante las restricciones, pero que luego se dispararían. Su intuición no pudo ser más acertada. De los 3,5 millones de estadounidenses que habían dejado sus puestos en enero de 2020, se pasó a dos millones en abril. En diciembre se recuperó el nivel precovid, pero a partir de ahí no ha parado de subir y lleva instalado por encima de los cuatro millones desde el verano.

«La gente no quiere regresar a empleos donde te deslomas, aburridos, mal pagados, de mierda», sostiene gráficamente Robert Reich, el ex secretario de Trabajo de Bill Clinton. «Está quemada. Está harta. Está frita. Ha pasado suficientes penalidades […] este último año y no va a tolerar más».

Un fenómeno global

El fenómeno no es exclusivamente estadounidense. En el Reino Unido y Alemania el covid también ha llevado a muchos ciudadanos a reconsiderar sus prioridades. Incluso en China se ha puesto en marcha el movimiento tang ping, expresión que equivaldría a nuestro castizo «coger la horizontal» y que propugna acabar con las agotadoras jornadas tradicionales (nuestro castizo «trabajar como chinos») y abrazar un estilo minimalista de vida. La Gran Dimisión estaría asimismo vinculada a la mayoría de edad de la generación Z, la nacida a caballo de los siglos XX y XXI, que sería menos competitiva y consumista que las que la hemos precedido. ¿Estamos ante una profunda y duradera transformación?

El propio Klotz se muestra cauto cuando se lo preguntan. Para responder dice que habría que saber antes «quiénes se van» y «por qué se van», y justamente eso es lo que ha indagado el consultor de recursos humanos Ian Cook. «Mi equipo y yo», cuenta en la Harvard Business Review, «hemos analizado el historial de más de nueve millones de asalariados de 4.000 firmas», y su conclusión no avala la tesis del relevo generacional. El mayor aumento de dimisiones no se da en los empleados de entre 20 y 25 años, o sea, los Z. De hecho, en este tramo de edad los abandonos se redujeron entre 2020 y 2021. Donde se incrementaron el 20% fue entre quienes tienen de 30 a 45 años. La explicación de Cook es que la actividad en remoto impide formar adecuadamente a los novatos, de modo que se recluta a profesionales con experiencia. «Esto ha aumentado la demanda de quienes se encuentran en la mitad de sus carreras», dándoles más opciones y, por tanto, tranquilidad a la hora de dejar plantado al jefe.

Esta interpretación no está, por supuesto, reñida con lo que dice Reich de que el personal está quemado, harto, frito. El grueso de las dimisiones se ha dado en sanidad y tecnología, dos áreas desbordadas por la pandemia y el teletrabajo. Pero deducir de ahí un despertar espiritual parece prematuro. Entre quienes demandan trabajo, todavía «el dinero es el rey», dice Nick Burner, director de investigación de Indeed Hiring Lab. Y señala cómo las visitas a su portal de empleo se multiplicaron después de que Amazon, Chipotle o Bank of America anunciaran mejoras en sus salarios mínimos.

El factor escaso es el trabajo, no el capital

No asistimos tanto a una revolución cultural como a un cambio en lo que Marx llamó las relaciones de producción. De repente, el factor escaso es el trabajo, no el capital. Por un lado, los bancos centrales han rebajado a mínimos históricos los costes financieros: sobra liquidez. Por otro, la caída de la natalidad y la inadecuación entre lo que sale de la universidad y necesita la sociedad ha reducido la cantidad de aspirantes cualificados: falta talento. «Esta es la gran razón por la que muchas vacantes quedan sin cubrir», escribe en Forbes Patrick Watson. «El trabajador que buscan no existe».

«Por primera vez en 30 años», dice el economista de Moody’s Mark Zandi, «los asalariados ocupan el asiento del conductor». Esto es «Alicia en el mercado laboral de las maravillas». La escasez de candidatos adecuados ya se había dejado sentir en 2019, pero como en tantos otros ámbitos (logística, energía) el covid la ha agravado.

¿Y va a prolongarse mucho? Una vez controlada la pandemia, los hospitales y los departamentos de soporte técnico experimentarán una regresión a la media tanto en la carga de trabajo como en el número de dimisiones. El sesgo hacia los profesionales con experiencia desaparecerá igualmente a medida que nos reincorporamos a la oficina. Y la inflación hace inevitable una subida de tipos. Por todo ello, Zandi calcula que Estados Unidos estará de vuelta del mercado laboral de las maravillas en unos 12 o 18 meses.

Para entonces Dane Drewis quizás siga por ahí compartiendo felicidad y amor con su guitarra. Ojalá. Que sepa, por si acaso, que la ventana por la que huyó de las finanzas no va a estar permanentemente abierta.

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