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FC Barcelona: cómo fichar mal, muy mal, lo peor posible (y una solución en marcha)

«El Barça, con el cruyffismo como ideología deportiva y Messi al frente, había roto la barrera del sonido futbolístico en la segunda década del siglo XXI»

FC Barcelona: cómo fichar mal, muy mal, lo peor posible (y una solución en marcha)

Europa Press

«El entonces director deportivo Pep Segura rompió a llorar en cuanto se firmó el contrato» del fichaje de Frank De Jong. Verano de 2019. Llegarían más lágrimas, pero estas, narradas por el poco pudoroso periodista Sam France en la revista Goal, radiografían el momento emocional cumbre de una debacle histórica, paradigma de la (mala) gestión de un negocio deportivo. El Ajax se llevó 75 millones de euros por la operación; según el agente Hasan Cetinkaya, que asesoró al club holandés en la operación, el doble de lo que esperaban por un jugador de 22 años muy prometedor pero que no llevaba más de tres meses jugando al máximo nivel. Este y otros detalles menos escabrosos y más sustanciales los cuenta Simon Kuper en su libro The Barcelona Complex: Lionel Messi and the Making and Unmaking of the World’s Greatest Soccer Club. Publicado por Penguin, aún no hay versión en castellano: la traducción de los fragmentos citados en este reportaje es mía. 

Quizá por escribir para un medio tan extraño para el fútbol como el Financial Times, Kuper tuvo un insólito acceso privilegiado a las tripas del club catalán hasta el verano pasado. El resultado es una paradoja sensacional. El Barça, con el cruyffismo como ideología deportiva y Messi al frente, había roto la barrera del sonido futbolístico en la segunda década del siglo XXI. Con sus logros en el terreno de juego, su imagen de marca se disparó, y con ella, los ingresos: «En la temporada 2017-2018, se había convertido en el primer club de cualquier deporte en alcanzar los mil millones de dólares de beneficio anual (o 914 millones de euros). En la 2018-2019, declaró ingresos de 1.100 millones de dólares (990 millones de euros)». Al acabar el libro, la deuda (muy) bruta del club ascendía a 1.170 millones de euros, y los futbolistas de sus alineaciones habían pasado de ser lo mejor del firmamento a chavales desconocidos, estrellas devaluadas (con salarios desorbitados) y una gama que oscila entre lo mediocre y lo aceptable (Luuk De Jon, Memphis Depay…).

¿Qué ha pasado entre medias? Kuper apunta a Messi desde el título, para él máximo exponente de su teoría sobre el devenir del fútbol actual: debido a la naturaleza misma del negocio, con una hipertrofia del valor del talento puro frente a la gestión, los futbolistas han tomado el poder. Terminan decidiendo lo que cobran, a veces casi hasta casi el infinito, situando sus sueldos a una distancia sangrante de los que se suponen son sus jefes: entrenadores y directivos. Hasta el punto de que la patronal, LaLiga, ha tenido que adoptar una postura intervencionista para poner estrictos techos de gasto en sueldos. Los famosos límites salariales que castran la capacidad para fichar a nuevos cracks. 

Desde ese punto de vista, se podría decir que el Barça murió de éxito. Sus jugadores alcanzaron tal categoría mítica, que sus sueldos, al ponerse a su altura, arrastraron la economía del club, hipotecándola. Sin embargo, en algunos casos esto o no ha sucedido o no se ha ido tanto de las manos. El Real Madrid de los galácticos (y su epílogo con Cristiano Ronaldo y el encadenamiento de Champions Leagues) alcanzó cotas similares. Sergio Ramos no es Messi, de acuerdo, pero puede valer como último paradigma de una generación legendaria. Su pulso con Florentino acabó como acabó. El Barça es diferente. Y aquí, creo, es donde el libro de Kuper adquiere su verdadera dimensión reveladora. ¿En qué contexto empresarial se tomó (más bien se fue tomando, como un continuo) la decisión de fiarlo todo en un jugador?

Además, de amena por el estilo, fresco pero con vetas de interesante profundidad y puntuado por demostraciones de ironía británica (valga la tautología), la disección de Kuper es brillante y llena de matices. Merece la pena leer el libro, de casi 400 páginas, pero aquí solo cabe un muy somero resumen. Con el mercado de invierno de fichajes en ebullición, nos centraremos en el área de recursos humanos del Barça reciente. «El Barça paga salarios por encima del mercado en parte porque el club lo dirigen directius [en catalán en el original] que han desarrollado sus carreras en negocios más convencionales. Cuando se encuentran cara a cara con los agentes de futbolistas son como gacelas entre leones». 

Según Kuper, las relaciones personales dentro del Barça son «a menudo intensas y para toda la vida». El club está dirigido «por y para gente que espera estar en la órbita del club hasta que muera», una actitud «muy diferente de la de los clubes de fútbol ingleses, que son compañías limitadas dirigidas por ejecutivos provisionales con grandes salarios». Kuper intenta explicar las raíces sociológicas de este hecho con la teoría de que la débil presencia del estado español en Cataluña ha hecho de las asociaciones voluntarias de socios algo muy típico de la región. Además, ante la falta de una aristocracia descollante, «la burguesía se sitúa en la cima». La flor y nata de esta burguesía, «the Catalan merchant class», engrosa la junta directiva, el «gobierno de facto» del Barça. un club que, desde luego, «no es una institución de la clase trabajadora». La comparación evidente busca la némesis culé: «Los asientos más selectos del Camp Nou los ocupan familiares de los directivos y notables locales», mientras que los del Bernabéu acogen «ministros, magnates y jueces».

Los directius, explica Kuper, «no son todos muy ricos», aunque necesitan dinero para serlo: «Un asiento en la junta no conlleva salario y, normalmente, hay que dejar el trabajo durante varios años». Además, hay que aportar «garantías personales de millones por posibles pérdidas del club». El carácter aristocrático llega al punto de que, «a veces, directius ricos ayudan a los pobres». En definitiva, «mientras que el Real Madrid de Florentino se asemeja a una autocracia, el Manchester United ha pasado a operar como una corporación y el Manchester City como una empresa familiar, el Barça es una oligarquía democráticamente elegida» por los socios, la mesocracia de esa amplia burguesía catalana.

Las elecciones presidenciales cada seis años «crean una inestabilidad intrínseca», presión a la que se incluye que «los directivos saben que por mucho dinero que hagan en toda una vida dedicada a los negocios, sus nombres se harán o desharán durante los pocos años de estrés en la junta del Barça». Por eso, entre otras cosas, todos quieren su minuto de gloria… aun a costa de la eficacia: «Si los agentes de los futbolistas le piden un nuevo contrato al director deportivo y este se niega, pueden probar suerte con el presidente. La sensación de que las reputaciones personales están en juego lo propicia». El objetivo del directivo del Barça es el aprecio de los socios, a los que no les impresionan las grandes cifras del fútbol moderno ni la retórica del management: «Todavía se consideran los dueños del club». Son «abrumadoramente locales, conservadores y catalanes», y «tienden a ser escépticos acerca de nuevas estrategias comerciales». 

Los directius van a «las universidades y los colegios más prestigiosos de la ciudad», donde hacen relaciones que luego convergen en el Barça. En el lado bueno, esta tendencia «crea una fusión de conocimiento de la economía local y el club que raramente encontrarás en un club inglés». Pero también es cierto que «a menudo los directius contratan antes a sus amigos que a los mejores candidatos». Kuper asegura que un expresidente le dijo que un socio reconocido en el mundo de la publicidad iba diciendo que «la competencia entre los ejecutivos del Barça era tan dudosa, que a él no se le ocurriría trabajar en el club por no arriesgar su reputación profesional». El resumen del estilo directivo del Barça se resume en esta confesión de una fuente anónima: «No te sientes como en una empresa en absoluto. Es como si fueras un funcionario trabajando en un Ayuntamiento».

Una versión aún más primitiva de este escenario se encontró Cruyff en su doble etapa como futbolista y entrenador. Probablemente, el mayor genio en estado puro de la historia del fútbol, acabó mal en ambas ocasiones, y su sucesor natural, Guardiola, se fue antes de que el famoso «entorno» lo engullera también a él. Aunque Kuper no lo dice expresamente, se lee entre líneas (yo, al menos, lo hago) que Laporta intentó aprovechar el último golpe de genio para cambiar las estructuras del deep state blaugrana. El truco por el que la camiseta pasó de apadrinar a Unicef a venderse a los petrodólares cataríes ilustra el paso del «más que un club» a la dinámica de una multinacional en toda regla. Pero Laporta también cayó y la involución de Rosell y Bartomeu coincidió con el apoderamiento exagerado de Messi, que precipitó la caída de todo el tinglado. 

Tras enumerar los males del Barça actual, Kuper concluye: «Este era el club que heredaba Laporta». Incluso asegura que, en las últimas elecciones, «algunos miembros de campañas rivales suspiraron con alivio cuando perdieron». Pero matiza: para afrontar los millonarios avales de su candidatura, Laporta encontró «un Midas» en la figura del emprendedor José Elías, «el hijo de un electricista de los suburbios pobres de las afueras de Barcelona que había acabado dirigiendo la compañía de energía renovable Audax». Dando por sentado que Elías «reclamará poder a cambio», Kuper lanza una hipótesis interesante: «El club estaría empezando a ofrecer a ricos outsiders una voz». ¿El viejo estilo se tambalea?

El proceso, en realidad, habría ido forjándose poco a poco desde hace años. Muchas páginas antes de la conclusión, cuando describe el hábitat de las oficinas blaugranas, Kuper menciona la irrupción de una nueva especie invasora: los «clusters». Así llaman, al parecer, los empleados de toda la vida, chapados a la antigua, a chavales con MBA o doctorados, fluidos en el idioma inglés y separados de ellos por un abismo gastronómico: «Los clusters prefieren las bebidas energéticas, mientras que los empleados más antiguos comen bocatas [en español en el original]». 

Algo parece estar cambiando en el Barça. Ya no está Messi. Tras fichajes tan prometedores como el de Ferrán Torres se antojan negociadores más parecidos a leones que a gacelas. ¿Quedará mucho para que el Nou Camp lleve el apellido de algún patrocinador? Quizá el Barça quiera ser, por fin, más que un club… para convertirse en una multinacional.

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