THE OBJECTIVE
Entrevista

Alejo Moreno, director de 'Hechos probados': «La Agencia Tributaria es un poder fáctico»

Su filme ‘Hechos probados’ permite reflexionar sobre el equilibrio que existe en España entre las potestades de la esfera pública y las garantías de los ciudadanos

El director de cine, productor y guionista Alejo Moreno (Sevilla, 1984) dio un giro al tipo de cintas que solía rodar al conocer por casualidad a quien en su día fue señalado en la lista de morosos de la Agencia Estatal de la Administración Tributaria (AEAT) como el mayor deudor fiscal del país, el empresario Agapito García, quien ha protagonizado uno de los más kafkianos periplos jurídicos conocidos en España. Moreno encauzó su actividad cinematográfica hacia una investigación de casi cuatro años de duración en la que, a través de varios personajes, deja sobre la mesa debates jurídicos y doctrinales de máxima envergadura e importancia para la seguridad jurídica de los ciudadanos. Su filme Hechos probados permite al espectador reflexionar, a partir de testimonios de profesionales de máximo nivel y prestigio, sobre el grado de equilibrio que existe en España entre las potestades de la esfera pública y las garantías de los ciudadanos.

PREGUNTA.- ¿Por qué se embarca en la aventura de dirigir y producir el documental Hacienda, hechos probados?

RESPUESTA.- Primero hay una visión cinematográfica. Sabes que te va a llevar tres años mínimo levantar el proyecto y en un tema complicado como este, puede ser más. Tiene que moverte algo por dentro. En mi caso fue conocer a Agapito García. Pero no fue el único motivo. Si hubiese un caso aislado, o rodar una película sobre la injusticia, no sé si le hubiese visto dimensión suficiente para estar tres años con ella. La cuestión es que fui hilando cosas, empecé a entrevistar, informalmente, a jueces, incluso a miembros de la Administración, off the record, abogados, especialistas. Ahí veo que subyace un tema todavía más profundo que el caso concreto de Agapito. Hay algo de fondo que tiene que ver con todos nosotros. El hilo conductor ya no era un rapapolvo a la Agencia Tributaria, sino que en los testimonios recabados se estaba hablando de derechos, de derechos fundamentales y de la crisis del Derecho y la separación de poderes. Ahí había algo muy potente a lo que merecía mucho dedicarle tres, cuatro o los años que hicieran falta.

P.- Es decir, usted conoce a Agapito García, que fue señalado por la primera lista de morosos como el mayor deudor tributario de este país, cuando él se estaba defendiendo, contacta con especialistas de distintas áreas y decide hacer el documental por su vocación de cineasta y también por compromiso con la ciudadanía. Pero, ¿usted cómo financia eso?

R.- Con mi propio capital, en principio. Luego después se va sumando algunas financiadoras. No he tenido nunca un apoyo público en mis anteriores películas o documentales. Una vez que empecé interesarme por el tema y a rodar, intenté tener partners, con un resultado pésimo por mi parte. Pero eso también evita que te conviertas en una herramienta de otro, y esto era un tema muy delicado.

P.- ¿Por qué esta película documental sólo se ha emitido en abierto en la Seminci de Valladolid, en cesarvidal.tv y en Idealist/News? También hay una web monográfica donde se puede adquirir.

R.- Sí, la web hice yo, además de manera inesperada, porque yo pensaba que la Seminci quizá sí podría catalizar de alguna manera el hecho de que algunos medios se interesaran por el documental porque tiene un potencial objetivo. No digo que tenga más o menos calidad, no me corresponde a mí decirlo, sino el hecho en sí de lo que se dice en el documental creo que tiene un calado de dimensiones que puede interesar a millones de personas. La web nos ha permitido mantenernos vivos, porque incluso plataformas que habían comprado mis anteriores documentales, que los emiten, o mi película, no se interesaron. Algunos ni respondieron. Otros simplemente dijeron que no estaba en su línea editorial. Puedo dar mi impresión de por qué sucede eso, pero tampoco puedo afirmar nada. Hubo personas que me dijeron que no se metían porque no quieren problemas. Podría ser porque no entra en su línea editorial, efectivamente; también hay que tener en cuenta que los contenidos en plataformas y demás quizás van por otro lado.

P.- ¿Pero cuando algún medio o plataforma le ha cerrado alguna puerta o no contestado, ¿qué razones o argumentos daban? ¿Temor a la Agencia tributaria, que no coincide con su línea editorial?

R.- Oficialmente, por correo electrónico, es siempre eso: no coincide con la línea editorial. La mayoría ni siquiera responde. Con algunas personas, por relación personal, puede enseñarles el documental, y ahí sí se produjeron conversaciones posteriores, con una mayor sinceridad: «No quiero problemas con esto». Esto tiene lógica, porque las empresas audiovisuales son bastante frágiles y es fácil meterlas en un lío durante 15 años. Dirán: a mí me llegan proyectos todo el tiempo, por qué voy a coger justo este, que me va a suponer un problema. Que a lo mejor luego no lo es, pero evidentemente hay una duda razonable porque se están enfrentando a un poder fáctico clarísimo, que todo el mundo tiene claro, porque o lo ha padecido o conoce que funciona así de alguna forma. No lo digo como una crítica. Me gustaría que fuera de otra manera, pero soy comprensivo. Entiendo que la debilidad del sector es muy grande.

P.- La película abre muchos debates y muchas diatribas jurídicas y desvela numerosos mecanismos fallidos de la operativa pública y de las instituciones del Estado que siguen sin ser corregidos. ¿Está o sigue indefenso el ciudadano?

R.- Sí, y va a estar mucho más. No es una cosa circunstancial: va in crescendo. Además, la voluntad del Ejecutivo es todavía hacerlo mayor y que su celo sea todavía mayor, y que el ciudadano esté cada vez más desprotegido. Esa es la deriva del barco, y no va a estar, en mi opinión, en manos políticas el cambiarla, porque, rara vez, es mi sensación, el poder político se desprende de un poder adquirido, a menos que la sociedad le exija que reduzca su presión, y eso corresponde a la gente. Por eso el documental lo debería ver todo el mundo.

P.- Hay testimonios del documental que dejan entrever que la Agencia Tributaria tendría más prerrogativas que cualquier estamento público del país.

R.- No sé si más. Tiene muchas. Habría que hacer una comparativa. En general, la Administración tiene muchas prerrogativas sobre el ciudadano. No solamente la Agencia; también la Seguridad Social. Hay muchas instituciones y muchos instrumentos del Estado que tienen una fuerza descomunal. No me gustaría que esta investigación se viera como una especie de acicate a la Agencia Tributaria, porque la AEAT es un actor más. En la película se describe a otros intervinientes: la Justicia, la Fiscalía, una serie de mecanismos que se van sumando porque, o no funcionan como está previsto o funcionan de manera irregular. Esa serie de sumandos provocan la desgracia del ciudadano. En el caso de mi película es Agapito, pero podría ser otra persona. La filosofía del Estado, en general, en España ha cogido esa dinámica. Se puede aplicar a la Agencia Tributaria, y a otros sectores o instituciones. Mi interés es seguir en esa línea de producción.

P.- Una de las cuestiones que se traslucen a raíz de algunos testimonios del documental es una supuesta y presunta impunidad de los inspectores de Hacienda del Estado. Hacen una oposición durísima, y luego obedecen a una cadena de mando, y tienen por encima órganos de control.

R.- Sí, se supone que los hay, se supone que hay organismos de control, incluso de control interno. ¿Funcionan? No sé, eso creo que tendría que decirlo alguien que haya estado o que esté en la Administración. Mi sensación es que no. Y cuando yo consulto a gente que está bregando con estos temas todo el tiempo, pues al final la respuesta es que, bueno, esto es papel mojado. Es decir, esos recursos a los que tú puedes asistir, en el fondo, no son más que una especie de pantomima y maquillaje para que te dé la sensación de ¡cuidado, sí, hay métodos de control! Yo creo que son bastantes escasos, o que pueden ser fácilmente manipulables por una voluntad política determinada. Ahora que vamos encaminados a una -si no lo estamos ya- crisis descomunal, vamos a ver lo que va a suceder con la Agencia Tributaria.

P.- ¿El sistema puede generar muchos Agapitos?

R.- Existen muchísimos Agapitos. Me escribe muchísima gente. De pronto el documental se convierte en una especie de terapia para mucha gente, porque es la primera vez que alguien habla de lo que ellos han padecido durante mucho tiempo. No son ni uno ni dos casos, y de todos los estratos sociales. No tiene que ver con la cantidad que se esté disputando, tiene que ver con lo que significa para tu economía personal en ese momento. Y el dinero es libertad. Entonces, si están atacando tu economía personal, familiar, están atacando tu libertad, es obvio. Tiene un impacto decisivo. Es más, es que la propia democracia se inventa la pregunta de qué hacemos con los impuestos, la de cuánto se puede recaudar. Es un problema capital. No es un tema de cómo se comporta la Agencia. Estamos hablando de, como dice Agapito al final de la película, «del corazón del Estado». Se me ocurren pocos temas más importantes que solucionar esto.

P.- O sea, existe una especie de miniestado dentro del Estado.

R.- Hay un estado autónomo, imparable. No se puede con ellos. Tiendo a pensar que es más bien el poder ejecutivo, que hace uso de esa herramienta que tiene a su disposición. 

P.- O sea, no hay separación de poderes…

R.- No hay ninguna. Vamos, eso yo creo que es evidente.

P.- Y, ¿cómo está el empresario que dio tanto empleo y generó tantos ingresos para este país y para la Hacienda pública? ¿Cómo está ahora mismo don Agapito García?

R.- Hecho puré. Hasta donde yo sé.

P.- Después de más 25 años, ¿no?

R.- Hasta donde yo sé, sí. Es una persona arrollada personalmente. ¿Se recuperará? No lo sé. Le conocí en un momento álgido, defendiéndose, todavía tenía algunas esperanzas. Creo que ya no le queda ninguna a nivel personal.

P.- Agapito García pudo en algún momento plantearse salir del país. ¿Se quedó dando la oportunidad a todo el sistema de poder defenderse?

R.- Desde un punto de vista moral, es una persona que confía en el Estado de Derecho y, por lo tanto, recurre a las herramientas que le da el Estado de Derecho para defenderse. Al principio de la película hay una admonición al Derecho y, al final, lo que se explica es que el Derecho no le ha servido a este ciudadano. Hay una diatriba que yo no sé resolver. Pienso que tuvo mucho que ver el hecho de que, socialmente, dejar tu país sería que le estás dando la razón al Estado. O sea, te estás convirtiendo en un delincuente declarado. A efectos prácticos de tu vida personal, hubiese sido lo mejor que podría haber hecho. En unos años prescribe, vuelves, y se ha acabado. Ha tenido la fortuna de que hemos hecho este documental: se ha puesto delante de las cámaras, ha decidido hablar, pero no sé si a él eso en su vida personal le sirve. A los demás sí. O espero que sí, que les sirva. Y para mi conciencia. Al final, todo esto son instituciones, pero también son personas. Detrás de las instituciones hay personas. Habrá dentro de la Agencia gente que a lo mejor no está al cien por cien de acuerdo con lo que sale en el documental, pero lo más interesante sería que generara autorreflexión. Oye, igual no lo estamos haciendo del todo bien; igual estamos cayendo en una dinámica movida por el poder ejecutivo que no beneficia en nada al ciudadano y que es razonable que la gente no quiera estar en este terror. Hay gente que se lo tiene que preguntar: ¿se puede cambiar algo? ¿Se puede mejorar esto? ¿Podemos hablar de ello? ¿Puede ser un debate nacional? Esto está afectando a la vida de muchísima gente, no solamente a Agapito.

P.- Sí, afecta a empresas, familias, puestos de trabajo. Con todo este material, ¿piensa hacer algo más?

R.- Pues en eso estoy. Sí, y también sobre otros aspectos de la vida civil en los que el Estado se mete de una manera brutal, y las consecuencias son terribles. Y en algunos de esos casos, además, no sucede como en el ámbito tributario, donde hay una jurisprudencia muy rica. Hay otros temas donde la gente que tiene que defenderse no encuentra una jurisprudencia tan buena ni hay un derecho tan curtido.

P.- Parece que en torno al 49% de las actas levantadas por los inspectores de Hacienda no llega a buen fin. Ese porcentaje de fracaso sería muy llamativo si se diera en alguna actividad del sector privado, ¿no?

R.- Es una barbaridad, y además tenga en cuenta que la gran mayoría de la gente no recurre, y a lo mejor si recurrieran sería un 60% o un 70%.

P.- Hay personas que no recurren o no litigan porque para cantidades pequeñas no merece la pena pagar honorarios de abogado, procurador… No es el caso de Agapito García, a quien sólo en intereses, apremios y recargos le añadieron la misma cantidad o más que tenía presuntamente en deuda tributaria pendiente de sentencia definitiva.

R.- Eso es. Está el enorme terror de decir, dónde me voy a meter ahora, cuánto me cobra un abogado. He entrevistado a muchos afectados, siempre con un denominador común: el sentir que ha llamado a su puerta un poder con una fuerza descomunal, que se ríe permanentemente de los supuestos mecanismos en los que uno cree que ha vivido. Y, claro, eso resistirlo moralmente es muy duro.

P.- Porque hay un componente reputacional.

R.- Muy importante. Es una de las cosas por las que puede dar miedo. Eso va a cambiar. Es mi sensación, porque la gente se está cansando. Si antes te llegaba algo de Hacienda, decías me lo voy a callar, porque voy a parecer un chorizo. Ahora, como salen tantos casos, ya es razonable dudar cuando alguien te cuenta «oye, ha venido Hacienda». Han cambiado las tornas: ahora dudas de la Agencia. Por lo menos es la sensación que a mí me da. Por supuesto, hay un sector que todavía le brinda mucha confianza, pero hay otro sector de la sociedad -pymes, autónomos, pequeños empresarios, entre otros- que no miran tan bien a la Agencia por su propia experiencia personal. Es un problema que tienen que hacerse mirar, porque es un problema reputacional suyo.

P.- ¿Se está dando la vuela a los roles?

R.- Sí. Pero, insisto, porque ha habido un abuso de celo y un abuso de las herramientas, de las potestades que tienen algunos órganos, de poder acabar derivando asuntos a la vía penal. Dices, ¿cómo puede hacer la Administración esto? Bueno, pues sucede.

P.- Entonces, en España hay muchas fugas del Sistema que repensar.

R.- Le cuento una reflexión personal. Estuve unos meses en Rumanía. Vi una sociedad muy cualificada, personas muy educadas; que hablan tres, cuatro idiomas; con carreras. Pero me pareció un país sin futuro porque todo el mundo estaba de acuerdo en que la corrupción era tan grande, a todos los niveles, no solo en la política, sino en cualquier actividad cotidiana que lo que había allí era una sociedad totalmente hundida, en la que adelantar dinero al médico te aceleraba la consulta. Así, hasta para comprar el pan. Es muy difícil que ese país salga adelante. Aunque le llegue una inyección de dinero tremenda, porque la propia gente ya no cree en él.

P.- ¿Su estructura está podrida?

R.- Completamente. Lo que pensé en ese momento -le estoy hablando de hace unos 15 años- es que nosotros, los españoles, la suerte que tenemos es que estamos en un mejor barrio, alrededor de Francia. Ellos, con una historia más complicada, y además proceden de una historia con la Unión Soviética. Pero, ¡cuidado!, que hay muchas semejanzas. Y que España ahora está bien, pero veremos dentro de 10 o 15 años, porque se lesiona mucho la moral del ciudadano. Si el ciudadano entiende que todo da igual, pues al final lo que hará será aplicar el mismo argumentario en sus relaciones.

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