THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

Colau killed the Barcelona star

«Ada Colau, con la ayuda inestimable de los socialistas y de los separatistas, ha matado Barcelona»

Opinión
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Colau killed the Barcelona star

Es ya un secreto a voces: Colau se ha cargado Barcelona. Es tan inocultable que hasta nacionalistas catalanes como Miquel Iceta o Gerard Piqué lo reconocen abiertamente. Y el caso de Iceta es bastante significativo porque el PSC gobierna la ciudad con Colau. El caso es que Madrid ha arrebatado a Barcelona todos los primeros lugares que encabezaba, incluso uno en el que Barcelona parecía imbatible: el turismo.

Durante el puente de la Purísima, Barcelona tuvo una ocupación hotelera de tan solo el 45%, mientras que en Madrid rozó el 80%, es decir, casi el doble. Pero no solo eso, es que Barcelona ha dejado de estar en el Top 10 de destinaciones internacionales y Antonio Catalán, presidente de la cadena AC Hoteles, ya ha descartado Barcelona para futuras inversiones por la dantesca gestión de Ada Colau. Según sus datos, Barcelona no pasa ya del 35% de ocupación hotelera y el turismo internacional ha borrado la ciudad condal como posible destino. Y eso lo dijo cuando todavía no se había decretado el último toque de queda.

También han caído, como es lógico, las pernoctaciones de los turistas nacionales. Por lo que sea, al resto de compatriotas no les atrae venir a gastarse su dinero a una comunidad en la que se llama ñordos y colonos a los castellanohablantes y se incita a apedrear la casa de una criatura de cinco años porque sus padres han reivindicado su derecho a recibir clases en español. Y, para colmo, desde la Generalitat se alienta el acoso a esta y otras familias mientras Colau las desprecia y dice que quien quiera recibir una educación en español se vaya a una privada. La supuesta defensora de la educación pública y de «los de abajo» segregando a los alumnos según su poder adquisitivo y haciendo publicidad de la escuela privada. Es difícil mayor muestra de cinismo e hipocresía.

Además, en Barcelona son habituales las quemas de banderas y de contenedores así como los desfiles con antorchas y, desde el inicio del procés, el fuego y los encapuchados han pasado a formar parte habitual de nuestro paisaje. Hace unos días, cuando veía a los jóvenes de la CUP encaramarse al balcón del Ayuntamiento de Vic para descolgar la bandera española y quemarla rodeados de ataúdes, pensaba en aquel manifiesto que firmaron varios intelectuales en el que pintaban como infernales los 26 últimos años de Madrid. Yo les propondría pasar aquí una temporadita, en esta ciudad gobernada por la izquierda para la que ellos pedían el voto, a ver qué tal les parece vivir en este paraíso.

Así, Ada Colau, con la ayuda inestimable de los socialistas y de los separatistas, ha matado Barcelona. Ella, que se alzó con el mando de alcaldesa prometiendo vivienda para todos, no solo no ha ampliado el parque de vivienda pública ni ha evitado desahucios, sino que ha permitido que volvieran los asentamientos chabolistas que se habían erradicado en los años 90; cada vez hay más personas durmiendo en la calle y ha convertido la ciudad en la capital de los okupas  ya que casi la mitad de las okupaciones de España se dan en Cataluña. Su descarado fomento de la okupación acaba teniendo resultados desastrosos, como la muerte de cuatro personas, dos de ellas niños muy pequeños, en un local okupado hace unas semanas. Colau, en lugar de asumir su responsabilidad, culpó a los bancos del desgraciado suceso. Qué bien va tener a un malo malísimo siempre a mano.

Por otra parte, desde que gobierna Colau también han aumentado los delitos de agresión sexual. Por mucho que se llene la boca con la palabra feminismo y que tenga una concejalía con este nombre, si la ciudad es menos segura para las mujeres, nos da igual que se autodenomine feminista. Y esto mismo es extensible a la Generalitat, pues aunque Aragonès presuma de que su gobierno es feminista –no sé en qué, más allá de destinar dinero a una nueva consejería-, casi una de cada cuatro agresiones sexuales que se denuncian en España suceden en Cataluña. Las mujeres queremos ser libres para poder ir tranquilamente por las calles y no palabrería hueca usando el nombre del feminismo en vano.

Claro que lo de poder circular con tranquilidad por las calles de Barcelona es ya misión imposible. La misma Colau que se negó a poner los bolardos en las Ramblas que habrían ayudado a prevenir el desgraciado atentado que sufrimos en agosto de 2017, nos ha llenado la ciudad de bolas gigantes y otros objetos que entorpecen la circulación de vehículos y personas. Y todo pintado de colores estridentes, porque si algo podemos asegurar después de sus más de seis años de mandato es que Colau tiene una alergia casi patológica a la belleza y se dedica con ahínco a hacer más feo todo lo que toca. 

Pero no es solo el deterioro de la seguridad, de la convivencia y de la imagen de la ciudad. Hay algo todavía peor. Como en la canción de «The Buggles», Colau ha matado a la estrella de Barcelona, esa estrella que tan bien supo captar Peret cuando la describió como una gitana hechicera. Esa estrella canalla que quedó plasmada en el Cadillac solitario de Loquillo, himno oficioso de todos aquellos que, como el protagonista de la canción, nos resistíamos a volvernos formales.

Incluso para alguien tan poco dada a la nostalgia como yo es difícil no sentir cierta melancolía al recordar aquella estrella de Barcelona hoy asesinada. Estoy convencida de que esta pesadilla desaparecerá y que Barcelona volverá a resurgir, majestuosa, de sus cenizas y será de nuevo esa diosa pagana de la que siempre nos hemos sentido tan enamorados sus habitantes. Esa Barcelona abierta, cosmopolita, mestiza y noctámbula en la que la mezcla de calor y humedad de sus noches de verano hacía posible todo tipo de situaciones surrealistas. Porque, no lo olviden, a pesar de Colau y de los separatistas, ella tiene poder: Barcelona es poderosa, Barcelona tiene poder.

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