THE OBJECTIVE
Daniel Capó

Europa, un necesario cambio de mentalidad

«La Unión Europea debe reforzarse militarmente y actuar de un modo más proactivo para volver a ser un actor relevante en el contexto internacional»

Opinión
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Europa, un necesario cambio de mentalidad

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. | Reuters.


La Unión Europea surgió tras el horror de una guerra; o quizás haríamos mejor en hablar de dos: la Primera y la Segunda Guerra Mundial, enlazadas por la altísima inflación que consumió a la República de Weimar. Aquel incipiente Mercado Común nació con el único objetivo de estabilizar la paz y, en este sentido, fue un proyecto exitoso que asociamos al esplendor de la posguerra: una época fascinante de crecimiento económico acelerado, desarrollo del modelo de bienestar continental, consolidación de derechos y de nuevas libertades. Era una Europa vieja –¿cómo no va a ser vieja, Europa?– que, al mismo tiempo, se mostraba al mundo como insultantemente joven. Era el despliegue del capitalismo y de su espiral productiva, unidos al dinero americano y a la necesidad  de reconstruir un continente laminado durante siglos por el odio fratricida. Hoy vemos con nostalgia aquel periodo que muchos de nosotros no vivimos, pero que parecía obedecer a una gramática del optimismo. Una frontera –el Telón de Acero– separaba el bien del mal y, por supuesto, permanecía vivo el miedo a una guerra con la URSS y sus países sometidos, que se agrupaban bajo el paraguas militar del Pacto de Varsovia. Se trataba de un peligro real; si bien alejado del día a día de las sociedades occidentales, a pesar de la propaganda y de sus infiltrados. 

Aquella Europa, que nació en la Guerra Fría y prosperó sobre todo en la paz, se ha convertido ahora otra vez en un continente en guerra. Al menos, esta fue la tesis central que manejó Ursula von der Leyen en su discurso sobre el estado de la Unión y que nos confirma que el siglo XX ha terminado ya, y no sólo por razones cronológicas. La guerra nos habla de un mundo peligroso y de la manera en que debemos prepararnos para una realidad donde ya no sirven únicamente las herramientas kantianas de la diplomacia. El doble shock de la epidemia de coronavirus y de la invasión de Ucrania, unido a las medidas que se han tenido que tomar para hacerles frente, nos han dejado ante un paisaje completamente nuevo, que exige respuestas distintas al habitual prontuario burocrático que maneja Bruselas.

«La epidemia y la invasión de Ucrania exigen respuestas distintas al habitual prontuario burocrático de Bruselas»

Los problemas se acumulan desde que Moscú ha cortado el grifo del gas, y a medida que la inflación y los tipos se disparan y un largo invierno económico se divisa en el horizonte. Parece que no puede ser de otro modo. La inflación no da señales de respiro, con niveles ya cercanos –o superiores en algunos países– a los dos dígitos, lo cual provocará no sólo turbulencias sociales por la pérdida de poder adquisitivo, sino también continuas subidas en los tipos de interés hasta que se logre moderar el incremento de los precios. Puede ocurrir un milagro, pero difícilmente sin algún periodo recesivo de mayor o menor magnitud. La acumulación de burbujas –en el precio de la vivienda, los bonos y los mercados bursátiles– quizás indique que, efectivamente, esta crisis no será de grado menor; aunque ya hemos vivido varias en los últimos cincuenta años –alguna tan severa como la que se inició en 2008– y las implicaciones no serían tan graves sin el elemento perturbador de la amenaza rusa (ahora en Ucrania, mañana quizás en los países Bálticos).

Por eso mismo resulta tan importante que la UE adquiera conciencia de la necesidad de reforzarse militarmente y de actuar de un modo más proactivo –y, sobre todo, más eficiente– en los distintos desafíos geoestratégicos, a fin de que Europa pueda volver  a ser un actor relevante en el contexto internacional y no sólo subsidiario. En parte, esa es la lógica de la guerra si uno quiere sobrevivir; pero también debería ser la lógica de la paz que siembra prosperidad. Europa se juega su futuro estos próximos años. Y no podemos fallar.

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